¿Los cambios legislativos en la educación son garantías de su sostenibilidad futura?

La educación, base de la sociedad futura.
La educación, base de la sociedad futura

Desde la democracia en España ha habido tantos cambios legislativos en materia de educación que cuestionan la solidez y sostenibilidad del sistema educativo, afectando a toda la sociedad.

¿Los cambios legislativos en la educación son garantías de su sostenibilidad futura?

Cualquiera pudo haberse levantado el pasado sábado, llenar su taza favorita de café, encender la televisión y escuchar al presidente de los EE UU decir con cierto aire hollywoodiense que si pensamos que la educación es cara, esperemos a ver lo cara que sale la ignorancia. Es como si hubiese dado un respiro al debate sobre el derecho al espionaje para solidarizarse con las tres jornadas de huelga y manifestaciones que ha habido en la educación española.

No será este un artículo crítico a aspectos concretos de la Ley Wert, ni contra ningún punto de ningún texto legal habido o por haber, sino un alegato a la importancia de la educación con independencia del partido político al que se vote, que a veces, parece que se nos olvida.

La educación como punto de partida

La educación es la base de todo el futuro, y el futuro de la sociedad es, en realidad, el nuestro. Como colectivo, no podemos exigir un tejado sólido sin unos buenos cimientos, que son imprescindibles para lograr la solidez, la transparencia y la sostenibilidad de cualquier pueblo. Muchos de los problemas que tiene España son tan inherentes a la propia cultura y mentalidad que es difícil no pensar en que se hubieran atajado con unos buenos argumentos aprendidos.

Es difícil adquirir unos conocimientos sólidos si el niño que empieza su enseñanza bajo un programa educativo, la termina con otro distinto, y en el medio, puede haber visto contenidos repetidos, o lo contrario, un salto de materias que producen lagunas para una consistente cultura general. Llevamos así toda la democracia: LODE, LOGSE, LOCE, LOE, LOMCE.... Existe cierta miopía por parte de los políticos que hace que van adoptando medidas cortoplacistas que serán derogadas en la siguiente legislatura. Y la educación es algo demasiado serio para estar tan politizada, superada la época del adoctrinamiento en las aulas como estrategia. Así, se dificulta una interiorización por parte de los profesores de lo que enseñarán a los alumnos. Y con la citada politización, se complica las buenas relaciones de profesores, directores y hasta en las AMPAs, con un perjudicado inmediato, el alumno, y uno mediato, la sociedad.

Hoy, se considera la transparencia como un objetivo deseable para evitar los altos índices de corrupción y favorecer la participación del ciudadano en la vida pública.  Pero falta una mentalidad común de interés general. La corrupción en gran parte proviene de una mentalidad tóxica, una justificación de que si el otro lo hace, porqué se va a ser menos; de prevalencia del interés individual. Y así, la corrupción de la cúspide política se extiende a las bases, se propaga por los ciudadanos, e intoxica el país porque no se instauraron unos valores sólidos y transparentes en su momento. Lo mismo sucede en la vida privada. La picaresca como algo inherente a la cultura española a veces justifica el aprovecharse de lo público, de los demás, antes de que ellos lo hagan de uno mismo. Por eso algunos metros europeos sin barras en el acceso a los andenes, o los aperitivos italianos en los que no hay límite de “tapas”, no funcionarían a este lado de los Pirineos.

Y es que no se puede adquirir solidez en unos valores que serán el sustento de la sociedad deseada, ni garantizar entonces la sostenibilidad futura de la misma, si cada vez que hay oportunidad de alcanzar una mayoría absoluta, se promulga una ley nueva. La continuidad también es necesaria para la solidez de cualquier principio. Porque al final, sea con una asignatura nueva, una ponderación distinta o un número diferente de alumnos por clase, lo cierto es que en España tenemos un problema de educación, y los cambios y reformas, nuevos y pasados, no lo han solucionado. Y así, siempre sale malparada de los informes internacionales, el alumno problemático de los países desarrollados en los Informes Pisa. Si España lleva años destacando por sus carencias, Finlandia lo hace por su excelencia. Y por los datos que ofrecen, no es que realicen una muy superior inversión en educación, sino que han encontrado la manera de lograr la eficiencia y calidad formativa en un sistema público que construye la educación desde el subsuelo al cielo, e incide también en el sistema de elección de los profesores. Y sobre todo, insiste en la motivación como motor de la educación. Aunque cada modelo educativo está muy vinculado a la sociedad a la que se dirige, y no siempre son extrapolables los distintos sistemas de un país a otro, sí que se puede hablar de unos valores que deberían ser universales y duraderos para que, precisamente, cualquier sistema triunfe. Si no invertimos esfuerzos en ello, la ignorancia será mucho más cara, ya lo recuerda Obama.

Se necesitan soluciones estables, no cortoplacistas
No parece muy descabellado intentar lograr un consenso en lugar de aprovechar para imponer los propios criterios que durarán ¿cuatro años? ¿Ocho? ¿Cómo van a ser unos cimientos sólidos si ya tienen fecha de caducidad? ¿Es que no existen puntos como la calidad de la educación, la enseñanza efectiva, la atención al alumno, la motivación, que son comunes a todas las ideologías?
Decía Einstein que la educación es aquello que queda después de haber olvidado lo aprendido. Es fundamental decidir qué queremos que quede. Y una vez decidido, defenderlo, hacerlo duradero, reforzarlo, para que, precisamente, quede.

 

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