En la calle, la Navidad ya no es lo que fue

La Navidad suele incentivar el consumo. / muypymes.com
Ambiente navideño. / muypymes.com

Hace algunos años que ha desaparecido el sentido cristiano de la Navidad, en aras de la libertad religiosa, pero detrás de ello hay una pérdida paulatina de la identidad de los europeos, por desprecio a nuestros orígenes, a nuestras raíces.

En la calle, la Navidad ya no es lo que fue

Se nos fue la Navidad,... pero no hace unos días; desde  muchos años atrás  la Navidad se ha convertido en las "navidades" y  las" felices fiestas" del comienzo del invierno. Prevalecen los regalos, las fiestas, las reuniones familiares en torno a mesa y mantel, sobre el aspecto central, original, que se conmemora: el nacimiento de Jesús.

Estos son los hechos, en una sociedad como la actual, que va perdiendo paulatinamente los valores cristianos propios de la  civilización europea.

Los signos cristianos han desaparecido de las calles, de los adornos y de los actos festivos. Son muchos hogares los que han sustituido el “belén” por el árbol de Navidad, completamente extraño a nuestra tradición e importación relativamente reciente.

En la iluminación de las ciudades han desaparecido los signos religiosos –imágenes protagonistas, estrella, pastores,...-; incluso, en algunos  edificios públicos se ha llegado a prescindir de la instalación del “nacimiento”, porque el estado español es aconfesional. Será anécdota, pero se han llegado a crear “belenes” vivientes con protagonistas gays.

¿Y los villancicos?, pues creo que, no tardando mucho, a los niños españoles les parecerán ridículos cuando se los oigan cantar a los abuelos. En algunas ciudades, la tradición de sesiones diarias vespertinas en las calles, de coros de colegios y agrupaciones musicales, entonando los villancicos, españoles y extranjeros, más populares, ha desaparecido por la falta de ayuda económica de algunas corporaciones municipales.

Las cabalgatas de los Reyes Magos, en aras de la igualdad de género, se han transformado, en algunas localidades, en cabalgatas de Reinas Magas, con un vestuario impropio de la conmemoración y, en algunos casos, rayanas en la profanación de los sentimientos de los cristianos que viven con fe estos actos, en los que este año ha llegado a inmiscuirse la política nacionalista.

La motivación religiosa quedará en el interior de cada español creyente; naturalmente, nadie podría pretender que todos dieran a la Navidad un contenido religioso y cristiano. Ahora bien, tan justo como lo que acabo de decir es que quienes se acogen  a otras creencias, son agnósticos o ateos, deberían respetar el espíritu cristiano  de los demás.

Pero la Navidad es para españoles y europeos, algo más: la raíz de nuestra cultura, costumbres y tradiciones. Despreciar esos orígenes supone perder nuestra identidad, algo especialmente grave ante el avance incontenible de otras culturas,

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