Las cafeterías de Hialeah, prostitución y alterne mimetizados en Miami

Princesas de Disney.
Princesas de Disney.

Hablar de cafeterías en Hialeah no es pensar en café, sino hablar de prostitución con toda la carga ideológica que esto supone. El colectivo de mujeres que laboran en estos recintos es altamente estigmatizado en el sur de la Florida y no existe un número confiable de sus oferentes.

Las cafeterías de Hialeah, prostitución y alterne mimetizados en Miami

Hialeah (se pronuncia como "Jaialía") es una ciudad ubicada en el condado de Miami-Dade en el estado estadounidense de Florida. En el Censo de 2010 tenía una población de 224.669 habitantes y una densidad poblacional de 3.797,95 personas por km²,[2] lo que la hace la quinta ciudad más grande del estado. Hialeah forma parte del área metropolitana del Sur de la Florida. El nombre Hialeah proviene de la palabra calusa que significa "hermoso valle". La ciudad se encuentra en un valle entre la Bahía de Biscayne y los Everglades.

Hialeah es la ciudad de los Estados Unidos donde el mayor porcentaje de la población habla español (cerca del 89% de la población). La mayoría de sus habitantes son hispanos, cubanos exiliados desde el triunfo de la Revolución en 1959, y sus descendientes cubanos y el continuo flujo de cubanos de la isla para reunirse con sus familiares.

En la Ciudad de Miami, Florida se encuentran diseminados ciertos establecimientos denominados eufemística y popularmente como “cafeterías”. Estos giros comerciales en realidad son “bares de alterne” en donde lo menos que se vende es café. En nada se parecen a los “Cafés con Piernas” chilenos que brotaron en la década de los 90 como resultado del “destape” y del boom económico.

En la Ciudad de Miami, Florida se encuentran diseminados ciertos establecimientos denominados eufemística y popularmente como “cafeterías”. Estos giros comerciales en realidad son “bares de alterne” en donde lo menos que se vende es café.

En el Condado de Hialeah es posible ubicar este tipo de lugares, aunque no sin cierta dificultad. No despliegan grandes anuncios de neón ni tampoco tratan de hacerse publicidad. Se encuentran mimetizados con la arquitectura y naturalizados en la sociedad del exilio cubano. Los recintos referidos al trabajo sexual siempre buscan la invisibilidad en demarcaciones con gobiernos conservadores. El déficit de política pública en esta materia en el condado de Hialeah es sintomático. En este reportaje fue posible observar que no existe una regulación ex profeso para estos lugares, si consideramos que no operan como cafeterías. A diferencia de otros establecimientos en donde el trabajo sexual se advierte con facilidad como son strip clubes y salones de masajes, las cafeterías venden alcohol y entretenimiento sexual de manera velada. Básicamente es una barra en donde se despachan cervezas, la mayor de las veces, y en donde la compañía de alguna de las chicas que allí laboran, encarecen el producto. En realidad es un bar de alterne como se conoce en España o un bar de ficheras como se les conoce en México. Lo que se pone en valor es la presencia de las mujeres y, en ocasiones el cuerpo de la misma.

Un estado del arte sobre el tema de las cafeterías en Miami arroja una conclu­sión que de ninguna manera parece aventurada: este es un tema completamente inexplorado para las universidades y centros de investigación americanos y del sur de la Florida.  Lo que se ha escrito sobre este tema en los medios americanos en español y en inglés son básicamente notas y reportajes periodísticos amarillistas. Es decir, todo a nivel descriptivo y sumamente ten­dencioso. Podríamos ir más lejos: en idioma español y en inglés, básicamente, no se ha pro­ducido ninguna investigación científica relacionada con esta actividad lasciva. Tampoco fue posible encontrar aún ninguna tesis académica relacionada con este trabajo sexual.

Si tratáramos de explicar el fenómeno de las cafeterías de Hialeah de manera académica podríamos sostener siete puntos estructurales:

1) El protagonismo del cuerpo sin precedente en la historia contemporánea. Cubrir y descubrir el cuerpo ha cobrado una importancia muy singular en el sistema de las apariencias vigente. Esta obsesión narcisista es especialmente sintomática, a partir de la década de 1980. Y en la sociedad cubana la representación corporal tiene una preponderancia particular.

2) La pandemia del Sida en la segunda mitad de los años ochenta supone que la cópula fuese un riesgo para la salud de las personas y que el sexo, por tanto, se volviese un asunto “delicado”. Por lo que recintos que ofertan cervezas y compañía supondrían ser un sustituto para la prostitución, aunque de facto sean un incentivo para el ejercicio de la misma.

3) Una filosofía neoconservadora que reaccionó a los aires libertarios de la generación que le precedía, apoyada en un discurso que militó por la defensa a ultranza de la familia tradicional. Las cafeterías de Hialeah reproduciría la ideología hegemónica que privaba en la sociedad cubana del exhilio, sin poner en peligro el sentido de “masculinidad” de los machos cubanos tanto continentales como los de la isla.

4) La proclividad hacia el disfrute del vouyerismo como dinámica social. Las nuevas tecnologías no sólo lo han facilitado, sino que lo han promovido debido a la posibilidad del consumo de manera anónima. Esto ocurre en las cafeterías en dónde incluso a veces se presentan pequeños espectáculos con cantantes de ropa ceñida al cuerpo.

5) El sentimiento de soledad en una época de conectividad sin precedente. Las nuevas comunicaciones virtuales y el marcado individualismo han lastimado la ritualidad del cortejo cara a cara. Esto es especialmente sintomático en la comunidad migrante en Miami. Estas cafeterías suponen el único acercamiento y espacio de socialización y de flirteo para los cubanos varones recién llegados.  

6) El agotamiento de espacios y protocolos instalados en los códigos tradicionales de socialización hombre/mujer, por lo que las cafeterías entendidos como “departamentos de soltero” colectivos, ofrecerían esta posibilidad, a partir de la dramatización del flirteo masculino.

7) Las cafeterías de Hialeah como pornotopias (espacios idealizados de pornografía) adaptadas a la modernidad, donde lo que se oferta es presentado y representado en un formato nocturno y continuo, a bajo costo.

La mayor parte de las chicas que laboran en estos establecimientos comerciales provienen de Cuba y pertenecen a la generación Y, como les llamó la periodista disidente  Yoani Sánchez .                                                          

La mayor parte de las chicas que laboran en estos establecimientos comerciales provienen de Cuba y pertenecen a la generación Y, como les llamó la periodista disidente  Yoani Sánchez. La mayoría componen su nombre con la letra “y”, además de que no hablan inglés fluido. Hay que resaltar que también este tipo de trabajo resulta una opción desesperada para las caribeñas recién desembarcadas en Miami. Es difícil saber si la mayoría de las chicas incurren en la prostitución, ya que los tratos son sumamente discrecionales entre la chica y el cliente. Sin embargo, la atmósfera y la cantidad de dinero que perciben por beber cervezas, vino o licores con los clientes promueve que la compañía se traslade a los hoteles de la avenida Okeechobee. Zulema, una atractiva cubana de 32 años llegó a Miami a penas hace cuatro meses. Lo explica con un razonamiento bastante pragmático: “Mira chico, en Cuba a veces tenías que hacer lo mismo por mucho menos. Yo no pienso hacer esto por mucho tiempo pero ya me pude comprar mi carro y estoy luchando por avanzar y mandar un dinerito a mi familia.”

En el recinto es emblemática una barra donde tanto las chicas como los clientes se instalan en su periferia. En el performance se simula un cortejo en donde los varones invitan un trago a alguna chica que “casualmente” se encontraba en este lugar. Ellas teatrealizan  harto interés por la conversación con los clientes casi siempre cubanos. En esta dramatización hombre – mujer parecería un encuentro fortuito. Este tipo de estab­lecimientos son los que  copiaron la estética y mucho del capital simbólico de las tradicionales  cafeterías cubanas. El tipo de música y el volumen de la misma marcan el ritmo ágil y activo de estos lugares; es decir, hacen análoga la funcionalidad erótica con un compás sonoro que funciona en un ritual colectivo. Y es en este sen­tido que la música funciona como un elemento desinhibidor muy ad hoc para los propósitos de un bar que ofrece un probable romance. El español Román Gubern lo explica de la siguiente manera:

La música de baile, al imponer un ritmo común y compartido a los bailarines, refuerza su vínculo emocional, con una sincronía que los convierte en cómplices gozosos de un mismo rito, al igual que ocurre en las danzas de las tribus primitivas. Además de tal complicidad emocional, sus evoluciones y contorsiones, a los rit­mos agitados de la música moderna, hace que sus movimientos incluyan expresivos movimientos pélvicos, de obvio significado erótico (Gubern, 2000: 19).

Una de las características conspicuas de estos lugares es su invisibilidad. Casi siempre detrás de algún almacén, bodega o centro comercial. Es decir, a todas luces tratan de evitar las quejas vecinales.

Una de las características conspicuas de estos lugares es su invisibilidad, como ya se había advertido líneas arriba. Casi siempre detrás de algún almacén, bodega o centro comercial. Es decir, a todas luces tratan de evitar las quejas vecinales. Los horarios de operación de estos lugares es de 9:00 pm a 2:00 am. Sin embargo, muchas veces si los clientes se sienten motivados, se cierra la cortina y la fiesta continua puertas adentro.

Algunas de estas “cafeterías” ya habían dado de que hablar años atrás cuando les fueron confiscadas máquinas tragamonedas. Aún durante  la crisis hipotecaria del 2008,  Los comisionados, aprovechando una ola en contra del juego que estaba atravesando la legislatura estatal dijo que las mismas están incumpliendo la ley porque no se ha comprado un solo permiso de operación, los cuales son obligatorios en virtud de una ordenanza de la Ciudad con fecha del 2010. Fue entonces cuando poner en valor la “compañía” de las chicas resultaba la manera idónea de salvar estos lugares en medio de la crisis.

El contenido simbólico de estas franquicias parece ser una derivación performativa muy diluída de los clubes Playboy de los años sesenta. A di­chos clubes Playboy, ahora extintos, la gallega Beatriz Preciado les llamó Pornotopías, a propósito de la categoría de heterotopías que Michel Focault utilizó para refer­irse a ciertos espacios hiperrealistas. Preciado visibilizó los clubes Playboy como una Disneylandia posdoméstica para adultos. Una especie de departamento de soltero colectivo en donde el nuevo citadino podía reconocerse a sí mismo como el nuevo Playboy. Un espacio para que el hombre americano -blanco y protestante- pudiera “poner a prueba” sus capacidades para “conquistar” a una de las conejitas cuidadosamente seleccionadas para laborar en estos recintos pornotópicos.  Podríamos decir entonces que en las cafeterías de Hialeah acuden cubanos, con cadenas de oro, santeros, por establecer algún símil.

Preciado explica este nuevo discurso político arquitectónico de una manera en la que es fácil reconocer su poderoso impacto cultural: Playboy no era sólo simplemente una revista de chicas con o sin biki­ni, sino un vasto proyecto arquitectónico-mediático que tenía como objetivo desplazar la casa heterosexual como núcleo de consumo y reproducción proponiendo frente a ésta nuevos espacios destinados a la producción de placer y de capital (Preciado, 175: 2010). En esta pornotopias de balseros recién llegados se desplazan muchos de los protocolos del flirteo machista que prevalecen en la cultura cubana.

Miralys, una bailarina cubana que vivió en México antes de llegar a Miami dice que no es tan difícil “calcular cuándo los tipos vienen a gastar (…) porque aunque no parezca el hombre cubano es muy complejista y siempre va a querer impresionar a las mujeres… y más si él sabe que son cubanas (…) Entonces si viene con 50 dólares puede invitarte varias cervezas… a mí me dan 9 dólares por cada cerveza que me bebo… claro que tienes que aguantar que siempre te va a querer toquetear toda.”

Hay que destacar que el colectivo de chicas que trabaja en las cafeterías lo hacen básicamente de dos maneras. Algunas que son contratadas para servir bebidas, como cualquier otra trabajadora que labore en este giro comercial; y aquellas que son itinerantes y trabajan por propinas. Es decir, por un porcentaje del consumo y las propinas que los clientes les otorguen. Estas últimas no están sujetas a horarios ni a ningún tipo de regulación laboral. Son parte de la economía subterránea de la ciudad de Miami, al igual que muchas otras actividades que hasta el día de hoy no han sido desnaturalizadas.

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