Iñaki Gabilondo: voz resplandeciente, convincente, asertiva y respetuosa

Iñaki Gabilondo.
Iñaki Gabilondo.

Ya, ya sé que ahora es todo un maestro para la mayoría de los que se afanan día a día en escribir o locutar. Pero ahora. Antes, en los tiempos a los que me refiero, no lo era tanto, ni por asomo.

Iñaki Gabilondo: voz resplandeciente, convincente, asertiva y respetuosa

Desde que tuve el honor de conocerle personalmente –ni recuerdo ni quiero acordarme los años que hace- en la cadena Ser, cuando un servidor era un colaborador de tal cadena y tenía un programa sobre Medicina (en vivo y en directo, como debe ser), no he cesado de seguir sus andanzas periodísticas. Ya, ya sé que ahora es todo un maestro para la mayoría de los que se afanan día a día en escribir o locutar. Pero ahora. Antes, en los tiempos a los que me refiero, no lo era tanto, ni por asomo. Es más, para muchos de sus coleguitas no dejaba de ser un periodista del montón con ínfulas de grandeza inmerecida y delirios de gloria inaceptable. Hoy es un dios. O casi.

Para este seguro servidor, era ya un dios desde sus comienzos. Nadie nace enseñado, pero este hombre –creo- pasó su internado enseñándose a sí mismo, amasando y regalando sus propias enseñanzas. No hay día –de lunes a jueves, salvo imponderables- que no me espere a que salga su “voz de Iñaki” en El País, antes de hacer mis asuntos y deberes diarios y rutinarios. Voz resplandeciente, convincente, asertiva y respetuosa.

Cuestión de vocabulario

Hilación de ideas digna de la envidia más cochambrosa. Y ¿vocabulario?… vocabulario y terminología de las que hacen esa escuela de la que uno no quiere ni siquiera al recreo. ¿El resto? Mediocridades rutinarias para este seguro servidor de todos ustedes. Eso sí. La de cosas y vocablos que estoy aprendiendo últimamente, con tales mediocridades. Y sin darme cuenta siquiera de mis nuevos conocimientos. ¡Así, como el que no quiere la cosa!

Como si las hubiese empleado desde que tengo el ‘uso de razón’ aquel que tanto proclamaban los curas de entonces y que yo no veía ni sentía por ningún sitio… ni la razón, ni cómo coño se usaba la susodicha. O sea, desde que tomé la primera comunión- que aún me acuerdo- vestido de ‘padre damián’, en el altar mayor de la catedral, yo solito ante la hostia porque había llegado tarde a mi Pueblo y no pude hacerla con el coro de angelitos querubines vestidos de marinero -en algunos casos hasta de almirante general de la mar océana-, (¡qué envidia más insana me siguen dando!). Con la ilusión que me hacía estar entre tanto coro celestial, limpitos todos de todo pecado acechador al más mínimo descuido, y no siendo el objeto principal de toda mirada invitada a tan magno evento. Que si, que aun me acuerdo la vergüenza que pasé.

Ya no sé si tengo la Razón. Y mucho menos si la uso o no. Pero estos vocablos ya me brotan como si se trataran de palabrejas que toda la vida fueron compañeras. También es de rigor escribir que, mucho aprender- mucho aprender, pero cuando me pongo a pensar en la abrumadora cantidad de palabrejas que suelto en toda disertación que tengo a bien soltar por la boca, no es que no me entere de lo que digo- que no me entero- es que… me abochorno de mi mismito.

¿Nuevas tendencias?

¡Qué horror! Y todo, por no querer quedarme atrás en las nuevas tendencias de vocabulario demostrando así que yo también soy capaz de hablar como mandan los canones en boga. ¡Qué horror y qué Cruz! Uno que pensaba que ya estaba preparado para acometer las más altas cotas de la elocuencia y la oratoria…

Tras haberme empapado el Quijote- por aquello de no quedar mal ante la basca, y también, ¿por qué no escribirlo?, para aprobar la reválida de sexto, porque aguantar, lo que se dice aguantar, tal tochazo, va a ser que no; por mucho que se escandalicen los puristas de siempre…que me importa una minga, a lo sumo dos. Tras haber descubierto la verdadera  e indispensable poesía de Lorca; tras haber leído –por encima, eso sí – el “En busca del tiempo perdido” de un tal Proust  en sus siete u ocho tomazos, que lo único que perdí es el tiempo mientras lo buscaba. Y tras haberme endiñado en buena traducción –porque hay traducciones que pá qué- de la “Crítica de la Razón Pura” – y la “Práctica” al mismo tiempo, ¡ya puestos! -de un tal Immanuel Kant, así como otras muchas lindezas literarias de inexcusable lectura por aquello de no quedar mal ante mis pares (…). Después de todo eso, ahora resulta que solo con tal vocabulario aprendido (y aprehendido, ojito al dato) pues…me he hubiese quedado obsoleto hasta la extenuación de no aprenderme los novísimos vocablos de moda.

Y paleto, muy paleto. Más paleto que Cantinflas en el Congreso de los Diputados, dónde todo integrante del mismo, ‘limpia, brilla y da esplendor’ (…y fulgor betunero, dicho sea de paso) a la lengua castellana. Como todos sabemos por obvio y patente. Y, sobre todo, altamente palmario y comprobable día sí/ día también… (Don Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, a quien admiro y con quien sigo mondándome de risa e impregnándome de plena sabiduría, guste o no).  Pues no que, como no me sepa el significado –y pronuncie a la perfección- vocablos como sorpasso o - qué sé yo – offshore, por poner los mínimos ejemplos, no soy nadie en las streets de mi neighborhood; es más, sí que lo soy pero en gentilicio mayor: un Don Nadie.

Vocablos fatuos

¿Después de haberme endilgado enteritas todas las obras anteriormente citadas? ¡Anda ya por Dios y la corte celestial en pleno parlamentario! Pues saben qué les digo, que ahorita mismo me largo, me hago un break mañanero, para have breakfast, café alone en el Careus, y me pongo a hacerme un walking to foot, con las nike blancas nuevas que acabo de purchased en el primemark, más chulas y cómodas que el señor Páqué.

¡Tanto culturizar-tanto culturizar! Además, son vocablos tan fatuos y volátiles que, mañana…nadie va a saber ni qué significan ni para qué caca los aprendió. Hala, lo dicho… que mi walking me está gritando que empecemos yaaaa la hike, que se me está haciendo really late y no voy a poder cumplir mis daily targets. Hasta otro rato, mis queridos lectores (y lectoras, que son más), que uno ya ha escuchado a mi loado Gabilondo esta mañana. Devoción siento por él. Buscándole desesperadamente de lunes a jueves, en El País mañanero.

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