Brasil: una ingesta de carnestolendas

Carnaval de Rio de Janeiro. Twitter
Carnaval de Río de Janeiro. / Twitter

De cómo en el Carnaval de Río una samba fluida puede convertirse en un baile etéreo.

Brasil: una ingesta de carnestolendas

Esta crónica debí escribirla en febrero pasado, al regresar de Brasil. Si no lo hice fue por el dolor de la pérdida de Raúl, mi mejor amigo. Aclaro, Raúl no murió, ni lo dejé en algún lugar y no lo encontré después. Digo lo perdí, porque no le hablé más, incluso hice algo peor: lo bloqueé y borré de mi Facebook.

Me explico. En febrero decidimos conocer Brasil, aprovechando la época del famosísimo carnaval.

Brasil es muy singular. Tiene uno de los litorales más extensos del mundo y es bañado sólo por el Océano Atlántico. No tiene ni siquiera un mar importante como en otros países, exceptuando a Neymar, por supuesto.

Otra cosa interesante, los nombres de los brasileros son larguísimos, pero se conocen por una sola palabra. Ejemplos:  Edson Arantes do Nascimento, es conocido como “Pelé”, también tienen largos nombres muchos políticos y son conocidos simplemente como “corruptos”. Sí, no hay ninguna “Lula” que son de “Temer” esos políticos.

Por supuesto, arribamos por la mítica ciudad de Río de Janeiro. Es impresionante ver el Cristo Redentor de treinta metros. Sólo un Cristo así de gigante puede multiplicar tantos panes como para formar el Pan de Azúcar, un morro de 400 metros de altura, otro símbolo de la ciudad.

¿Y qué decir de los riodejanerienses? Que quizás ese no sea el gentilicio. Pero sí son gentiles, claro. Al llegar al hotel nos recibieron con un típico trago de caipiriña. Para mí fue una caipiraña, porque sentí que me mordía la garganta. Pero a mi amigo Raúl le gustó y se tomó tres, devorando acto seguido varias feijoadas, el plato típico de Brasil, hecho que tendría graves repercusiones más tarde.

Esa misma noche fuimos a gozar del carnaval. No quise ir al sambódromo “Marquês de Sapucaí”. Pensé que sería mejor ir a un barrio popular aledaño. Comprando unas cervezas conocimos de casualidad a una garota (mujer) escultural, con altorrelieves bien resaltados. Piel de exquisito color café macchiato, sin crema. En fin, “la chica de Ipanema de mis sueños”. Salimos a caminar conversando, hasta que pasó frente a nosotros una comparsa bailando samba, obvio, y detrás de ellos millones de personas imitándolos, cuya coreografía consistía en un solo paso.

Era una especie de movimiento acompasado, realizado por esa masa indivisible, compacta. Ella quiso disfrutar de ese paso dentro de la congregación amazacotada y nos lanzamos a complacerla. No llevábamos ni dos minutos inmersos en aquel tumulto apretujado, avanzando casi en el aire, cuando sucedió. La comparsa se detuvo por algún motivo. La garota iba delante de mí, pegada deliciosamente a mi cuerpo y mi amigo Raúl casi flotaba a mi derecha.

De repente, una nube densa, viniendo de las profundidades con lentitud, pero expandiéndose cual Big Bang me llamó la atención. Fue el hedor más vehemente que he percibido en mi vida. Y no se podía huir de aquello al estar adheridos a aquella maciza turba. La gente comenzó a protestar, a insultar al causante del celaje infecto. Las mujeres gritaban histéricas, ya que eran de menor estatura y estaban más expuesta a esa filtración de las colonias de bacterias fermentadas y levaduras simbióticas. Algunas llegaron al mareo. Recuerdo a varios padres con sus brazos en alto, levantando a sus hijos por encima de la horda para que respiraran oxígeno más puro.

Mi garota, desesperada, me pidió un pañuelo para taparse la nariz y al comprobar que no tenía, le pedí el suyo a mi amigo Raúl y él, amablemente, lo extrajo del bolsillo trasero de su pantalón; bolsillo bien pegado a sus nalgas (irónicamente, “nalga” en portugués se dice “nádegas”).  Cuando mi garota se puso el pañuelo en su cara se desmayó, evidenciando que no fue Ricardo Izecson dos Santos Leite, conocido como “Kaká”, sino mi amigo Raúl el responsable del ataque biológico. No se lo perdoné. Perdí a ambos.

Hoy sentí que ya había terminado mi duelo y decidí publicar esta crónica. Prometo continuarla porque volveré a Brasil. Me faltó conocer la parte del amazonas. He visitado varias veces a amazon.com pero no es igual.

 

 

Comentarios