En la no ciudad de Berlín: huellas invisibles, realidad visible

La cúpula del Reichstag, en Berlín.
La cúpula del Reichstag, en Berlín.

Cualquier visitante de Berlín podrá reconocer la peculiar mezcla de Historia tangible e intrahistoria de la colección de reportajes Noticias de Berlín (Siruela, El Ojo del Tiempo, 2104).

En la no ciudad de Berlín: huellas invisibles, realidad visible

Cualquier visitante de Berlín podrá reconocer la peculiar mezcla de Historia tangible e intrahistoria de la colección de reportajes Noticias de Berlín (Siruela, El Ojo del Tiempo, 2104).

Para el novelista y poeta holandés Cees Nooteboom (La Haya, 1933), Berlín es la no ciudad, el espacio que no existe, la ciudad bombardeada hasta la destrucción, el teatro de Brecht, el oasis del cementerio francés, el río Spree congelado en invierno por culpa de los vientos siberianos, la sensualidad del verano y la exuberancia de sus árboles, sus frutos sobre la superficie de los lagos, su indolencia casi indecente.

“Algunas ciudades cumplen con sus obligaciones. Proporcionan al viajero la imagen que este tiene de ellas, aunque sea una imagen falsa” (p. 131). Ya sea a través de los recuerdos de la emoción revolucionaria de 1989 o los ecos oscuros de antiguas pisadas por esas mismas avenidas, cualquier visitante de Berlín podrá reconocer la peculiar mezcla de Historia tangible e intrahistoria de la colección de reportajes Noticias de Berlín (Siruela, El Ojo del Tiempo, 2104).

La vida del autor holandés está íntimamente ligada a la capital y, en general, a la Historia alemana. En su infancia (tenía siete años al comenzar la guerra) Alemania eran la voz de Hitler en la radio y el ruido de los Stukas y los Heinkels sobre La Haya. En un célebre pasaje, Nooteboom los acusa de haberle robado ese locus amoenus, tan evocador para Proust o Nabokov. En 1963, y ya como periodista, cubrió la visita a Alemania del líder soviético Nikita Krushchev, y más tarde, en ese año decisivo de 1989, residió allí de nuevo durante 18 meses gracias a una beca de escritura.

Noticias de Berlín se divide en cuatro secciones, que van desde el drama de los pasos fronterizos en 1963, con su panorama de torres, uniformes para la nieve, perros y armas, a la crónica cargada de detalles surrealistas de los meses previos a la nueva medición de tiempo en 1989: antes del Muro / después del Muro: “… reedición del mapa del país, ahora en un solo color, matrimonio químico de un ciudadano de Colonia con una ciudadana de Weimar, unión platónica de ellos dos, convirtiéndose así en ciudadanos de la única Alemania que queda, el largo mecer de esos ciudadanos en los brazos de Europa, de los que ningún país puede escaparse sin hacerse daño a sí mismo” (p. 236).

Nómada entre Holanda, España y Alemania, la perspectiva de Nooteboom es siempre extranjera. Logra capturar la transitoriedad de los acontecimientos con la claridad del periodista y la lente meditativa del poeta. Cuando la actualidad se vuelve vertiginosa, Nooteboom se retira a la literatura de Goethe en su periplo a través de las montañas de Harz, o se recluye en Lübars, una pequeña aldea a las afueras: “Cruzo un espacio en el que, en otro tiempo, unos hombres habrían tenido que disparar contra mí y siento un escalofrío que pronto nadie sentirá. La historia borra sus huellas y así es como deviene historia. (Huellas invisibles, realidad visible)” (p. 266).

Las obsesiones de esta crónica personal son el paso del tiempo; la (re)creación de la Historia y sus puntos de fuga; la atracción de lo prohibido. Diferentes edades coexisten en sus páginas: la de los reyes de Prusia y la arquitectura de Stalin, la de los acontecimientos del Tercer Reich (incómodos compañeros de viaje) y la posibilidad de un Cuarto Reich.

La Bundeskanzleramt, la Cancillería Federal, una construcción “modesta, bella incluso”, hace reflexionar al holandés sobre el lugar de Alemania en la actual crisis europea: “¿Es esta la sede de los gobernantes de la tercera potencia económica mundial? ¿Es desde aquí desde donde, con cierta renuencia, por aquello de no defraudar a los aliados, se envía a desiertos hostiles, en la otra punta del planeta, a soldados que parecían haber vuelto por fin a casa para quedarse allí para siempre?” (p. 306).

La Potsdamer Platz  simboliza “una visión de poder futuro”. La reconstrucción de las distintas capas de Historia sobre las que se asienta la plaza le transmiten “una sensación de euforia (…) pero también (…) de desasosiego, por las implicaciones, por el poder que estaba allí de manifiesto, que parecía contrastar tanto con los recientes lamentos de Alemania, como si todo aquello fuese algún tipo de mascarada, un truco teatral para adormecer al resto del mundo” (p. 283).

La traducción del neerlandés de M.C. Bartolomé Corrochano y P. J. van de Paverd y del inglés a cargo de María Condor, logra captar la emoción convulsa de unos eventos lejanos, aunque familiares. Las fotografías de Simone Sassen se detienen en las fachadas de los edificios y en las almas de los berlineses, su pasado y su presente. Magistralmente, texto e imagen se confabulan para que escuchemos el latido de la ciudad.

Leer a Nooteboom es ahondar en la sensibilidad europea. Su estilo culto, erudito y lírico, siempre en busca de respuesta, es capaz de evocar el pasado de Europa y su futuro. Adentrarse en Noticias de Berlín es viajar, en el sentido literal y figurado del término, ya que el holandés sabe tejer sus anécdotas personales con reflexiones sobre la cultura, la política y la filosofía, y todo ello con un sentido del humor que hacen de esta colección de reportajes una experiencia memorable.

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