Barcelona se conjura para evitar la decadencia

Terminal de contenedores en el muelle Príncipe de España del puerto de Barcelona. / Mundiario
Terminal de contenedores de Barcelona.

En otros lugares no se conoce la identidad de los posibles asesores de los gobiernos autónomos o no se han tomado la molestia de consultar a los sectores afectados. El riesgo de dispersión de las ayudas es muy grande.

Barcelona se conjura para evitar la decadencia

Informes recientes han puesto negro sobre blanco la pérdida de la hegemonía económica que históricamente la región catalana ha tenido sobre el resto de territorios españoles. La Comunidad madrileña, auténtica área metropolitana, se hace con el liderazgo como consecuencia de dos hechos diferentes. De un lado el efecto de capitalidad estatal, de otro el deterioro de la economía catalana tras los últimos gobiernos autonómicos más orientados al conflicto político que a la gestión eficiente.

La Comunidad catalana todavía no ha reaccionado. Las fuertes divisiones entre la mayoría nacionalista más el período preelectoral no favorecen una estrategia de recuperación que deberá ser a largo plazo. Incluso la postergación de las elecciones es conflictiva, a pesar de que cuando se convocaron era evidente el riesgo de coincidencia con la tercera ola de la pandemia. Por cierto que el gran perjudicado será el PSC cuyo candidato será sometido a presión constante hasta que abran las urnas, previsiblemente a finales de mayo.

Sin embargo la ciudad de Barcelona comienza a reaccionar a impulsos de la sociedad civil, los cuales las instituciones comienzan a asumir. Tras varios mandatos municipales estériles, el actual consistorio comienza a orientarse en la buena dirección,  fraguando acuerdos para desbloquear conflictos, encauzando soluciones e iniciando una nueva agenda para el futuro pos-covid. Además de planificar un futuro turístico basado en un cambio de paradigma, del modelo masificado de bajo valor añadido al turismo cultural y de eventos o retomando el proyecto de una sede del Hermitage moscovita.

 Paralelamente desde otras tribunas voces autorizadas defienden un gran pacto cultural para potenciar Barcelona. Es cierto que algunas de las ciudades más atractivas de España, como Oviedo, Bilbao, San Sebastián, Valladolid, Valencia o Málaga, basan su atractivo en la vitola cultural, en la oferta de museos y eventos que fijan una imagen externa comparable a la de otras ciudades europeas. La cultura transmite valores de calidad de vida y modernidad que se suman a la base productiva que permite su florecimiento.

Barcelona tampoco pierde de vista la oportunidad que representan los fondos europeos para mejorar la competitividad de su economía. Algunos de los expertos que asesoran a la Generalitat en la definición de los proyectos que se enviarán a Bruselas, han hecho públicas sus reflexiones. Tras valorar las iniciativas de los gobiernos francés y vasco, insisten en la necesidad de evitar la dispersión de esfuerzos, centrando los proyectos en unas pocas líneas con capacidad transformadora. Entre los que citan: la generación de industrias nuevas a partir de los centros de investigación de excelencia, transformar los servicios sanitarios y sociales para ganar eficiencia, reducir el consumo energético del parque de viviendas, crear una industria de la madera, consolidar las start-ups de los sectores digital y bio, además de otras referidas a las industrias automovilística o petroquímica.

En otros lugares no se conoce la identidad de los posibles asesores de los Gobiernos autónomos o no se han tomado la molestia de consultar a los sectores afectados. El riesgo de dispersión de las ayudas para contentar a distintos sectores perdiendo las sinergias derivadas de la concentración en los sectores con más capacidad tractora, es muy grande. Para conjurarlo es necesario convencer a los distintos Gobiernos implicados que siempre serán más proclives a la lluvia fina de ayudas que a la concentración. De ahí la importancia de la sociedad civil para reforzar las líneas estratégicas.

Barcelona está reaccionando para recuperar la posición de vanguardia que siempre ostentó y que no debe perder pues su liderazgo determinará que la Comunidad catalana recupere crecimiento económico y competitividad. Allí la sociedad civil es sólida, contando con una larga trayectoria de iniciativa y participación. No es el caso de otras ciudades españolas pero es el camino deseable. @mundiario

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