El autor más leído del mes de septiembre en MUNDIARIO fue Ricardo Serrano

Ricardo Serrano. / Mundiario
Ricardo Serrano. / Mundiario

"¿Por qué la OMS alerta de que el mundo ya debe prepararse para la próxima pandemia?", así titulaba el autor su análisis que atrajo la atención de miles de lectores de este medio.

El autor más leído del mes de septiembre en MUNDIARIO fue Ricardo Serrano

Ricardo Serrano se convirtió en el autor más leído del pasado mes con su análisis sobre uno de los último anuncios apocalípticos de la OMS que dio la vuelta al mundo. Si no lo hiciste ya, puedes leer el texto aquí.

— En tu artículo hablas de la necesidad de un consenso de la comunidad internacional y, dado lo que estamos viendo en países como España, es casi como pedir empezar a construir una casa por el tejado.

— Evidentemente, en un mundo tan dividido como en el que hoy vivimos no es fácil lograr conexiones y alineamientos entre los países justo en medio de crisis históricas como la pandemia de la Covid-19. Lamentablemente, la humanidad no estaba preparada para una emergencia global de este tipo, pues no se trata de una crisis económica como la Gran Recesión de 2008, sino de una crisis multisistémica o multidimensional: crisis económica, sanitaria, social, laboral, comercial, política y, sobre todo, humanitaria. Sin embargo, aunque sea difícil, yo planteo esa necesidad porque creo firmemente que lo que debe prevalecer en este momento es la diplomacia humanista y no geopolítica.

Se leerá como una utopía, pero es inaceptable bajo cualquier circunstancia que como civilización y especie no podamos unirnos por encima de las diferencias ideológicas y los intereses económicos nacionales, pues lo que está en juego aquí es mucho más que la economía: es la salud pública y la vida, y sin ambos elementos esenciales de la existencia, por antonomasia y por lógica, no hay economía que sea posible ni sostenible. Concretamente, propongo que ese consenso de la comunidad internacional se base en realizar cumbres mundiales en la Asamblea General de las Naciones Unidas trimestralmente para desarrollar mecanismos de fondos financieros multilaterales y apoyos diplomáticos para capacitación médica, sanitaria y logística a fin de crear un clima de cooperación global que haga prevalecer nuestro potente instinto y estado de conservación, que le ha permitido a la humanidad habitar este planeta por miles y miles de años.

— ¿Cuando mencionas la necesidad de crear una "política económica global" te estás refiriendo, con otras palabras, a seguir ahondando en la globalización?

— No. La globalización es solo una consecuencia del hiperdesarrollo de la humanidad como producto de su capacidad natural e instintiva de redescubrirse, autosuperarse y explotar al máximo el fascinante y aún misterioso mundo de su propio conocimiento. De hecho, la globalización es, al mismo tiempo, el principal factor que propagó, expandió y dio origen a la pandemia de la Covid-19 (por los viajes de negocios, el turismo internacional, el comercio de mercancías entre naciones y continentes, es decir, todo lo que haya movilizado a seres humanos portadores del virus en todo el planeta y los 218 países que existen). La pandemia, paradójicamente, ha desacelerado esa voraz globalización que conocíamos hace ocho meses.

La política económica global que propongo en mi artículo consiste en crear un sistema con varios mecanismos: 1) negociación y alivio de deudas a los países pobres, 2) subsidios totales o parciales para muchos Gobiernos en crisis que requieran atender con más urgencia a sus poblaciones, 3) mejorar las condiciones de la competencia comercial internacional para acabar con las guerras de aranceles y dar cabida en el mercado a las mercancías de países en vías de desarrollo, 4) un fondo de inversiones en infraestructuras multinacionales, es decir, situadas en varios países para crear empleos en las sociedades donde sean construidas, esto mejorará el consumo y el bienestar socioeconómico de muchas personas y familias alrededor del mundo.

— Apuntas a la contaminación, consecuencia del actual sistema industrial (también social y de consumo), como factor de esta pandemia vírica. Hay investigadores que ya han realizado estudios en esta dirección indicando que cuando la situación atmosférica se deteriora aumenta de manera alarmante el número de los ingresos hospitalarios por cuadros de insuficiencia respiratoria aguda. Incluso, recogen cómo en enero de 2020, por ejemplo en Italia, se alcanzaron niveles críticos de contaminación, se impusieron restricciones de tráfico y se pidió a Bruselas un fondo europeo dedicado a emergencias ambientales. Todo quedó en nada porque semanas después estallaron los primeros casos de coronavirus. ¿Qué opinas de esta relación?

— Es obvio que ninguna potencia del mundo estaba preparada para esta pandemia. Ningún país lo estaba, de hecho, desde el más pequeño, desconocido y lejano hasta las tres superpotencias del actual orden mundial: Estados Unidos, China y Rusia. El continente, región y bloque geopolítico que durante muchos años ha sido el paradigma del desarrollo humano, económico y social en Occidente, la Unión Europea, invirtió ingentes sumas de capitales en una prioridad que vio sin darle paso a otra prioridad mucho mayor: la prevención de crisis sanitarias. No se trata solo de gastar miles de millones de euros o de dólares en aplicar paliativos sobre la contaminación, sino de atacar sus causas directas, su raíz y su origen, que es el modelo económico-industrial moderno de producción basado en energías no renovables y combustibles fósiles, como el petróleo.

Europa, Estados Unidos e incluso la Organización de las Naciones Unidas (ONU) pasaron años diseñando políticas y haciendo negociaciones para acordar un fondo común global de lucha contra el cambio climático, lo que dio lugar al Acuerdo de París de 2015. Eso está bien, pero no sirvió de nada porque ya para ese momento era muy tarde, pues la hipercontaminación industrial mundial ya comenzaba a alterar el equilibrio biológico y natural del ecosistema. Fue cinco años después de ese acuerdo mundial por el medio ambiente recibido con bombos y platillos, en 2020, que estalló el inesperado y verdadero resultado de la polución por la actividad económica-industrial de la humanidad; una pandemia que surgió tras décadas de inyección de gases, desechos tóxicos, químicos y radioactivos a las aguas, los bosques, los animales, etc., que generó una mutación derivada en la formación de un nuevo virus: el SARS-CoV-2.

Además, la comunidad internacional invirtió mucho dinero en la lucha contra el calentamiento global, pero se confió en que no volvería a sufrirse en el siglo XXI una pandemia como la de la mal llamada gripe española en 1918 (siglo XX). El azar del complejo sistema de vida y de la naturaleza donde existimos nos ha dado una lección que aún no acaba. La ambición de la humanidad por alcanzar niveles de desarrollo extremos y casi ilimitados la llevó a destruir, alterar y desequilibrar su propio hogar, el planeta Tierra, para conseguir ese objetivo mundial de una economía conectada, globalizada e indetenible. Pero ya vemos que nuestra civilización no es infalible ni invencible. La nueva y principal meta de la ONU en su Agenda 2030 debe ser la inversión global en la modernización y tecnologización de los sistemas sanitarios de todo el mundo para prevenir y controlar futuras pandemias con el fin de hacer de este planeta un lugar más seguro. @mundiario

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