El asesinato de Asunta: Algunas madres también pueden ser monstruos

Zona próxima a Santiago, en Teo, donde fue encontrado el cadáver de la niña Asunta Basterra Porto.
Zona próxima a Santiago, en Teo, donde fue encontrado el cadáver de la niña Asunta Basterra Porto.

Si dibujáramos mentalmente una pirámide de aberraciones que puede llegar a cometer cualquier ser humano a lo largo de su existencia, en la cúspide estaría la de ejecutar a sus hijos.

El asesinato de Asunta: Algunas madres también pueden ser monstruos

Hay noticias que se te atascan en el esófago y son imposibles de deglutir. En el caso del asesinato de Asunta, la niña de Santiago, los indicios y las pruebas parecen apuntar a su madre como supuesta autora material de tal monstruosidad.

Si dibujáramos mentalmente una pirámide de aberraciones que podría cometer cualquier ser humano a lo largo de su existencia, en la cúspide estaría la de ejecutar a sus hijos. A esa cima solo algunos pocos desgraciados o desgraciadas son capaces de llegar. Acabar con la vida de la persona a la que uno mismo ha engendrado (o adoptado) es una paradoja maquiavélica de dificil compresión. Este disparate se retuerce hasta el infinito cuando quien mata es la madre.

A poco que cualquiera bucee por Internet e investigue un poco sobre esta modalidad de perversión se topa con decenas de casos espeluznantes de digestión complicada. Por ejemplo, Andrea Yates ahogó a sus cinco hijos porque pensaba que estaban poseídos por una fuerza demoníaca; Galina Riabkove lanzó a sus pequeños por la ventana porque su marido la engañaba; Otty Sanchez mató y se comió parte de su bebé porque el padre de la criatura se había ido de casa; Retno Purwati asesinó a su hijo de nueve años porque su pene no era lo suficientemente grande y creyó que esto le perjudicaría en el futuro; Rocío Hernández quemó a sus hijos con gasolina por problemas con su pareja. El listado es largo y normalmente la causa común es la locura o la venganza hacia la pareja. Qué mejor manera para estas mujeres que dañar al otro aniquilando aquello que concibieron juntos. Destruir de un plumazo el producto de un amor tullido.

Si se llegara a confirmar que fue Rosario Porto, en connivencia con su marido, la que asfixió con sus propias manos a Asunta hasta quitarle el último aliento de vida, pasaría a formar parte de este grupo de degeneradas que algún día se hicieron llamar madres. Si además todo esto hubiera sido por dinero, como algunas hipótesis apuntan, entonces la arcada será infinita. Sólo la justicia puede despejar las dudas.

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