Ariella Ferrera y yo hablamos tranquilamente sobre las vacas suicidas

Ariella Ferrera/ Brazzers.
Ariella Ferrera/ Brazzers.

Lo peor era que Ariella no quisiera cópulas a media noche y se dedicara a comentar las últimas jugadas de esas vacas suicidas que se arrojaban desde el ático.

Ariella Ferrera y yo hablamos tranquilamente sobre las vacas suicidas

  Lo peor era que Ariella no quisiera cópulas a media noche y se dedicara a comentar las últimas jugadas de esas vacas suicidas que se arrojaban desde el ático. Porque no había mayor espectáculo que esas vacas metidas en los ascensores y decididas a morir mientras la ciudad dormía en su propio hundimiento de psicotrópicos.

  Ariella se depilaba, Ariella se duchaba, comía yogures desnatados a la sombra de un Bacon, bajo mi atenta mirada de conductor anónimo que atropella escarabajos los miércoles por la noche.Yo amaba a Ariella, a Ariella Ferrera, con sus Levis o su fucsia envoltura, y también amaba yo la escritura automática, pero no tenía demasiado interés en esas vacas suicidas que salían de los acuarios y las granjas, poseídas por algún demonio singular.

 Las vacas suicidas se despedazaban como las ideas, como esa papilla de fruta que Ariella preparaba para que su piel reluciera como un diamante esplendoroso, como un epíteto sobre su belleza reincidente. Las vacas suicidas sabían que sobraban en este mundo y que sus ubres sobre el asfalto serían ese Pollock orgánico que aspira a la transcendencia.

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