Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid...

Despatarre. / MiraCorredor.tv
Despatarre. / MiraCorredor.tv

Los podemitas de Madrid confunden el género con el sexo, el culo con las témporas y mezclan, en un "totum revolutum",  la igualdad de género con las normas más elementales de respeto y de convivencia.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid...

El Ayuntamiento de Madrid ha iniciado una  campaña contra el –me da vergüenza decirlo- “despatarre masculino” en el transporte público, como  herramienta dirigida a conseguir la igualdad de género.

Creo que la iniciativa es injusta y ridícula. Me explico. Injusta, porque son muchas las mujeres que adoptan idéntico comportamiento, especialmente cuando usan pantalón; y ridícula, porque, después de lo dicho, la idea tiene tanto que ver con la igualdad de género como las ovejas churras con las merinas, o dicho de otro modo: la ocurrencia supone confundir el culo –posaderas, perdón- con las témporas o el conocimiento con la sabiduría.

El “despatarre”, “enseñar la hucha” -tan habitual en los jóvenes-, empujar a un anciano al subir al autobús –como Trump hizo al primer ministro de Montenegro-, no ceder el asiento  a una persona con dificultad de movimiento –máxime si la mamá o el papá acompañan al niño-, poner los pies en la silla del bar o en el asiento del autobús, vociferar en vez de hablar, arrasar el mobiliario urbano como distracción, beber “a morro” en la vía pública, evacuar los interiores en la calle, gritar tacos en las conversaciones de calle o en un local público, hablar por teléfono a voces en un medio de transporte, ... y tantas otras actitudes habituales en la vida comunitaria de hoy, ponen de manifiesto un profundo deterioro de la educación para la convivencia de niños, jóvenes y no tan jóvenes, varones y hembras, porque afecta por igual a todos, con independencia del género y de la edad.

Hubiera aplaudido con ardor la medida que da lugar a este mi comentario, si formara parte de un plan integral dirigido a la  mejora de la convivencia en las ciudades, por la vía del respeto a los demás. Porque es así de sencillo: hay que respetar el espacio de los demás, no sólo en el metro o en el autobús, sino también en la calle, en un local público, en la escuela, en la comunidad de propietarios o en el trabajo.

Una vez más nos quedamos en la anécdota, en lo inmediato, en lo que tenemos delante –como el burro con la zanahoria-, en aras de los eslóganes y las consignas partidarias, vengan o no a cuento, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid.

¡Cuánta falta hacía una educación para la convivencia! , ¡urbanidad!, ya lo dije hace unos meses.

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