¿Hay algo peor que el maltrato a nuestros ancianos en las residencias?

London, de William Blake
London, de William Blake.

Una noticia escalofriante al respecto pasa casi inadvertida debido al exceso de información de las elecciones generales.

¿Hay algo peor que el maltrato a nuestros ancianos en las residencias?

Pues por fin llegó el ansiado día de las elecciones generales. Tras los resultados, veremos desfilar a todos los líderes políticos afirmar categóricos que han ganado ellos con las elecciones. Todos se mostrarán alegres y satisfechos con los resultados electorales. Como siempre ha dicho mi padre, hay más alegría hoy en los partidos políticos que el día de Reyes. Solo hay satisfacción. Pero tranquilo, no se alarme. No estoy aquí hoy para hablar de elecciones, políticos y demás asuntos. Para eso están los medios de comunicación que nos martillearán hasta la náusea con resultados, coaliciones y demás análisis sesudos. Por cierto, vergonzosa la actuación de algunos medios. Es repugnante cómo solo saben aplaudir a sus amos. Durante la larga campaña electoral —y la precampaña— varios medios de comunicación se han dedicado en cuerpo y alma a explicarnos minuciosamente cada movimiento de los candidatos a la presidencia del Gobierno. Olvidando, o queriendo olvidar, otras noticias muy importantes.

Una de ellas ha sido la de los maltratos a ancianos en residencias de mayores. Algunas veces con la aquiescencia de los responsables de estas residencias.

Han sido necesarias grabaciones en las que se podía ver y oír a los cuidadores de los ancianos maltratarlos física y verbalmente. Humillaciones, insultos, bofetadas... Por supuesto, estas agresiones son con los más débiles. Con los ancianos enfermos de demencia y Alzheimer. Con aquellos que apenas pueden defenderse y mucho menos reclamar. No voy a incluir las grabaciones porque no quiero aumentar el morbo y no quiero amargarles el día. Solo puedo decirles que son dramáticas, horrendas. No se puede comprender tanto sadismo en profesionales encargados de cuidar de los mayores. Es cierto que han aparecido en los medios, pero como noticia residual. Pasando de puntillas ante un acontecimiento que debería provocarnos la caída de la cara de vergüenza.

¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Qué nos ha pasado para llegar a estos extremos? ¿Qué le ha ocurrido a la sociedad para no mostrar rubor ante la falta de valores que nos rodea continuamente? ¿Alguien puede explicarme por qué se consiente que vejen a nuestros mayores en residencias?

Nunca he comprendido cómo es posible que unos padres puedan cuidar de sus tres, cuatro, cinco hijos y ninguno de estos hijos sea luego capaz de cuidar de sus padres mayores y enfermos. ¿En qué momento fuimos engañados por este mundo despreciando a los ancianos? Aunque uno sea insultantemente joven como un servidor, aún recuerda aquellos remotos tiempos en los que un anciano era considerado un sabio. Hoy, a veces son un estorbo. Por tanto, hay que recluirlos en inhóspitos lugares y felicitarse porque mueran lo antes posible, para evitar que sigan comiéndose el dinero del Estado con sus pensiones. Lo más grave es que cada día vemos estos hechos como normales. Parafraseando a Martin Niemöller —aunque la frase se atribuyó a Bertolt Brecht— al final, vendrán a por nosotros, pero ya no quedará nadie que venga a protestar.

Piensen. Sean buenos.

Aprovechando que la imagen de hoy aparece en el poema Londres de las Canciones de Inocencia y Experiencia de William Blake, incluiremos The little things that give you away –Las pequeñas cosas que te delatan–, una canción que aparece en el disco Songs of Experience de unos casi desconocidos irlandeses. Se trata de una maravilla musical. Con todos ustedes: ¡U2! @mundiario

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