El aborto sigue siendo en España un tema delicado, controvertido y candente

Los populares Gallardón, Beatriz Escudero y Celia Villalobos discreparon en la reforma de la ley del aborto.
Los populares Gallardón, Beatriz Escudero y Celia Villalobos discreparon en la reforma de la ley del aborto.

La solución, tal vez, radique en la tolerancia. Tolerancia de respetar posturas que tal vez no compartamos. Tolerancia de convivir con personas que piensan y actúan de forma diferente.

El aborto sigue siendo en España un tema delicado, controvertido y candente

La solución, tal vez, radique en la tolerancia. Tolerancia de respetar posturas que tal vez no compartamos. Tolerancia de convivir con personas que piensan y actúan de forma diferente a la nuestra y a las que no debemos censurar y mucho menos criminalizar.

Observo perpleja el eco que ha tenido en los medios de comunicación la manifestación que ha recorrido las calles de Madrid el pasado sábado. Miles de votantes del partido que cuenta con mayoría absoluta exigen que el gobierno cumpla su promesa electoral amenazando con retirar su voto en las siguientes elecciones. Muestran sin tapujos su repulsa ante retirada del anteproyecto de ley que el ex-ministro de justicia había anunciado a bombo y platillo. Contemplo atónita la interpretación de la actual ley del aborto que comparten muchos de los asistentes, los cuales aseguran con contundencia que ésta incita al aborto. Si no me equivoco, la ley vigente que regula la interrupción voluntaria del embarazo no obliga a ninguna mujer, bajo ningún supuesto, a abortar, sino que da a la mujer la potestad para decidir. Y eso parece ser que es lo que molesta de dicha ley, que sea la mujer quien pueda decidir libremente si seguir a delante con el embarazo o no.

Abiertamente me posiciono a favor del aborto. Muchos me pueden tildar de asesina, porque entienden que interrumpir el embarazo es cometer un acto de homicidio. Sin embargo, sinceramente creo que cuando una mujer se encuentra ante el dilema que le plantea un embarazo no buscado, y acaba optando por interrumpirlo, aunque continuar con él no supusiese a priori riesgos ni para el feto ni para ella, es porque tiene razones de peso y porque dicha decisión no ha sido tomada a la ligera, sino que ha sido el resultado de un análisis exhaustivo de pros y contras. Además, no debemos obviar que un aborto es una intervención quirúrgica, y que, como tal, puede entrañar riesgos para ella, de modo que si ésta está dispuesta a asumir dichos riesgos, será porque tiene motivos más que suficientes para hacerlo.

No obstante, sí es cierto que se está barajando un dato alarmante: el elevado porcentaje de abortos que son practicados a menores de edad, dato que no hace más que poner de manifiesto que algo está fallando. Es evidente que los jóvenes de hoy disponen de mucha más información sexual que generaciones pasadas, cuando el sexo todavía era un tema tabú. Los adolescentes  presumen de saber qué es lo que hay que hacer y aún así, día tras día se producen nuevos embarazos de chicas demasiado jóvenes para plantearse ser madres. Sólo adivino a hacer dos lecturas de este dato: o los jóvenes de hoy aparentan saber lo que en realidad no saben o son unos auténticos inconscientes y no valoran las consecuencias que pueden derivar de sus actos. El primer supuesto tendría solución, bastaría con crear campañas de concienciación e introducir la educación sexual en el currículum académico, por ejemplo. Sin embargo, el segundo supuesto se antoja de resolución más compleja, ya que, ¿cómo dotar de raciocinio la mente de un adolescente?, ¿cómo apaciguar unas hormonas exaltadas y revolucionadas por la edad, que no atienden a razones? Difícil dar respuesta a dichas cuestiones. Sin embargo, sea como sea, lo que parece lógico es que si una pareja de jóvenes mantiene relaciones sexuales sin utilizar métodos anticonceptivos que derivan en un embarazo no deseado, no creo que la solución sea forzar a la joven a continuar en contra de su voluntad. Es obvio que su vida experimentará un giro de ciento ochenta grados, que lapidará sus ilusiones y sus aspiraciones y que adquirirá una serie de obligaciones y responsabilidades muy alejadas a las exigencias inherentes a su edad. No creo que con dieciséis o diecisiete años una chica esté preparada ni física ni psicológicamente para asumir el rol de madre. Es muy fácil imponerle unos ideales de moralidad y negarle el derecho a rectificar; sin embargo, ¿alguno de los que se declara antiaborto va a ayudarle a asimilar todos los cambios que su vida experimentará en tan corto período de tiempo?

Defender el aborto no es más que defender la libre elección de cada mujer. Una persona puede defender el aborto y, llegado el momento, seguir adelante con el embarazo, aunque éste sea no deseado. La actual ley no obliga sino que da la posibilidad a aquellas mujeres que, por el motivo que sea, no quieran continuar. El aborto es un tema tan sumamente serio e íntimo que creo que no debiera convertirse, en ningún caso, en promesa electoral ni en motivo de debate en un congreso de diputados. Creo que el aborto debe estar regulado atendiendo a criterios médicos estipulados por profesionales sanitarios, no a criterios morales establecidos por representantes políticos. Sin duda, el aborto es un tema controvertido sobre el que, a corto plazo, difícilmente se alcanzará un consenso. La solución, tal vez, radique en la tolerancia. Tolerancia de respetar posturas que tal vez no compartamos. Tolerancia de convivir con personas que piensan y actúan de forma diferente a la nuestra y a las que no debemos censurar y mucho menos criminalizar. En definitiva, tolerancia, en el amplio significado de la palabra.

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