Un 007 a la española, de Carranza y Badía al pequeño Nicolás

Domingo Badía. / uam.es
Domingo Badía. / uam.es

La figura del Pequeño Nicolás como supuesto espía del CNI, personifica como pocas el desmoronamiento que las instituciones españolas están sufriendo ¡Qué mejor lugar para “un agente secreto” que urdir enredos en los platós de Tele5!

Un 007 a la española, de Carranza y Badía al pequeño Nicolás

Como parece que el universo del espionaje está de moda gracias a nuestro pequeño 007, quisiera mencionar aunque sea muy sucintamente, dos episodios heroicos del espionaje mundial. Protagonizados por españoles, han adolecido a pesar del riesgo y del compromiso asumido de un mínimo de reconocimiento en nuestro país. Y como en tantos otros pasajes de nuestra historia contemporánea, los dirigentes políticos no estuvieron a la altura de sus subordinados.

En primer lugar, aludo a la intrépida labor del personal diplomático y consular establecido en Canadá durante la guerra hispano americana de 1898, personalizados en el Teniente de Navío Ramón de Carranza y en el Secretario de la Embajada española en Washington y jefe del dispositivo, Juan Dubosc.

La red de inteligencia española funcionó durante el conflicto a la perfección, informando al Gobierno de gran parte de los planes estadounidenses, como la filtración de la operación que se estaba forjando para emboscar la escuadra de Cervera en Santiago. Todo ello a pesar, de la extrema dificultad que representaba cualquier tipo de comunicación entre la Península y los territorios ultramarinos, tras la destrucción yanqui de los cables telegráficos submarinos en el área caribeña. Pero es que además, la delegación norteamericana que llegó a París meses después para negociar la paz… ¡Nunca sospechó que una de sus secretarias, Sara Atkinsons, era un agente español! Se trata de un lance formidable que desde aquí animo a conocer.

Pero para episodios valientes, las andanzas del barcelonés Domingo Badía en Marruecos. El español, conjuntamente con el primer ministro Godoy, ideó un plan que tendría como objetivo prioritario impulsar un cambio en la política exterior del sultán, o al menos favorecer las acciones de los opositores al soberano marroquí. La inestabilidad que se concebía provocar, favorecería el asalto y ulterior toma de Marruecos por tropas españolas. A juicio de Domingo Badía, acabar con este régimen aunque fuese mediante traiciones y engaños, además de las consiguientes ventajas comerciales y geoestratégicas, conllevaría también un propósito civilizador.

Badía se empapó durante una larga temporada, de amplios conocimientos científicos y culturales a través de una serie de viajes a París y Londres. Estudió árabe con profusión y además se circuncidó. Interpretaría en Marruecos el papel de un miembro de una rica familia siria, que emprendía el regreso a su patria tras una larga estancia formativa en Europa. 

Una vez establecido y gracias a su notable competencia, realizó interesantes observaciones geográficas y militares. Supo seducir a través de regalos y de sus extraordinarias dotes de erudición a los notables del país, incluida a la Corte entera. Al cabo de unos años y como consecuencia de la colosal labor de Badía, Godoy se apresuró a iniciar los preparativos para una invasión, pensando rememorar los tiempos gloriosos de la España de los Reyes Católicos. Sin embargo, cuando la decisión estaba ya tomada, a Carlos IV, supuestamente contrariado por los manejos de Badía con el Sultán, le disgustó la idea de la traición y mandó suspender el proyecto de invasión.

Domingo Badía desconcertado inició apresuradamente el camino de la huída, pues era cuestión de tiempo que su traición fuese descubierta en la Corte. Realizó entonces un increíble periplo por el Norte de África y el Mediterráneo Oriental que le llevó a visitar entre otros lugares La Meca, siendo el primer europeo en ofrecer a Occidente una información pormenorizada de esta ciudad, vedada históricamente para los no musulmanes. Años después y exiliado en Francia, se editarían sus aventuras que cosecharon gran éxito en el continente europeo.

Podríamos citar las andanzas de muchos valientes que como los referidos, no han sido lo suficientemente reconocidos ni estudiados. Quizá sea un buen momento para su enaltecimiento ahora que está de moda rebautizar el callejero de las ciudades españolas.
 

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