Xosé Carlos Arias: "La política va por la polarización. O se supera o será un gran problema"

Xosé Carlos Arias con el libro Laberintos de la prosperidad, del que es coautor. / Mundiario
Xosé Carlos Arias con el libro Laberintos de la prosperidad, del que es coautor. / Mundiario

"En 'Laberintos de la prosperidad' mostramos tanto las ventanas de oportunidad como los obstáculos para una salida en positivo del nudo en el que estamos". / Entrevista en MUNDIARIO

Xosé Carlos Arias: "La política va por la polarización. O se supera o será un gran problema"

La actual transformación económica crea riesgos, pero también es una oportunidad de modernización y progreso, según se desprende del libro Laberintos de la prosperidad, de los catedráticos de economía Xosé Carlos Arias Antón Costas, editado por Galaxia Gutenberg. MUNDIARIO ha entrevistado a Xosé Carlos Arias, economista de contrastada perspicacia, agudeza e ingenio. Catedrático de Política Económica en la Universidad de Vigo, entre sus últimas publicaciones destacan los libros La nueva piel del capitalismo (Galaxia Gutenberg, 2016 ), Nuevo institucionalismo: gobernanza, economía y políticas públicas (CIS, 2013), capítulos en libros de editoriales internacionales como Springer o Routledge y ahora este ensayo como coautor.

– ¿Usted y Antón Costas intentan combatir el pesimismo de la inteligencia con el optimismo de la voluntad, como dice Josep Ramoneda en el prólogo de su libro Laberintos de la prosperidad?

– Eso dice Ramoneda, sí. Yo no sé si hablaría de optimismo. Lo que nosotros hacemos es poner todas las tendencias encima de la mesa, las de un signo y otro. Porque es verdad que ahora mismo la impresión de cambio de época es tal que se extienden por el mundo los sentimientos de duda, ansia y miedo (acabo de ver que la última novela del autor de bestsellers Ken Follet tiene ese trasfondo). Pero en realidad no está nada escrito. La transformación económica actual, de múltiples caras, crea grandes riesgos, pero también es una enorme oportunidad de modernización y progreso. Creo que en el libro mostramos tanto las ventanas de oportunidad como los obstáculos para una salida en positivo del nudo en el que estamos.

– En su obra se sostiene que la alternativa al contrato social será una espiral nefasta de cólera social, retroceso democrático y nuevas crisis económicas. ¿Se refieren a la extrema derecha y los populismos?

– Sí, claro. El profundo malestar es una realidad de nuestro tiempo, tal y como muestra todo tipo de encuestas. Y su reflejo sobre la política en los últimos años está siendo visible: voto a la contra, reacciones nihilistas y lo que ya algunos llaman recesión democrática. Todo ello, debemos ser conscientes, puede ir a más con la digitalización, la descarbonización y un eventual retroceso de la economía global. Por eso es imprescindible ofrecer una alternativa: nosotros le llamamos nuevo contrato social.

Se trata de transformaciones, transiciones, que van a avanzar de un modo simultáneo, y cada una de ellas condicionará y tendrá efectos sobre las demás

– La construcción de un contrato social que, por un lado, revitalice "la capacidad de innovación de la economía y su orientación hacia la digitalización y la descarbonización" y, por otro, introduzca nuevas políticas e instituciones que "repartan mejor" los costes de próximas crisis y pandemias entre empresas, trabajadores y Estado, constituye la propuesta central de su libro junto a Antón Costas. ¿Ve factible lo que llaman la "prosperidad colectiva"?

– Pues sí, posible es. Aunque, no debemos ser ingenuos. Como decía, hay obstáculos importantes para ello. Se trata de transformaciones, transiciones, que van a avanzar de un modo simultáneo, y cada una de ellas condicionará y tendrá efectos sobre las demás. Aparecerán costes importantes (están apareciendo ya: fíjese en el efecto de la transición energéitica, apenas empezada, sobre los precios de la energía en estos meses). Pero el coste de la inacción, y de no atender a ese aspecto social del cambio, sería en todo caso mucho mayor.

– ¿Cómo se puede civilizar el capitalismo pospandémico?

– A ver, la historia del capitalismo es mucho más rica y diversa de lo que se suele afirmar. Durante buena parte del siglo XX fue posible compatibilizar una economía de mercado próspera, la reducción notable de la desigualdad en renta y riqueza y la expansión de las democracias. Los excesos de las últimas décadas –lo que usando una palabra bastante fea podríamos llamar turbocapitalismo– trajeron muchos de los lodos actuales. No se puede volver al mundo de hace cincuenta años, pero no estaría mal recuperar algunos de los valores que lo sustentaban. Y hay un fenómeno importante que lo puede posibilitar: hoy los argumentos económicos más influyentes, los que más circulan, son bastante más abiertos que los de hace 15 o 20 años: Nosotros detectamos, y estudiamos, ese nuevo e interesante entorno de ideas. En materia económica y social, podríamos estar ante un nuevo zeitgeist (espíritu del tiempo).     

– El gran reto social de la economía española es el empleo. En este frente ¿cuál sería su análisis desde la perspectiva que evoca Laberintos de la prosperidad?

– Prefiero no valorar las propuestas concretas de reforma del mercado de trabajo. Tengo mi opinión, pero en el libro no entramos en ese punto. Lo que sí es importante, desde nuestra perspectiva, es avanzar en las reformas por la vía del acuerdo social. Lo que, ya se sabe, nunca es fácil, pero hay que reconocer que en los últimos años se ha conseguido en gran medida para las grandes decisiones. Como la puesta en vigor de los ERTE, por ejemplo. Ahora parece que el clima cambia, lo que es una pésima noticia, pues significaría perder uno de los principales activos de la sociedad española frente al contexto de dificultad. 

Xosé Carlos Arias con el libro Laberintos de la prosperidad, del que es coautor. / Mundiario

Xosé Carlos Arias con el libro Laberintos de la prosperidad, del que es coautor. / Mundiario

El clima político va por la vía de la polarización. O se supera o será una gran problema, sin duda 

– ¿La confrontación política puede aplazar los deberes pendientes?

– Pues sí. Ese es uno de los grandes obstáculos posibles: las reformas requerirán de grandes acuerdos... Pero el clima político –aquí y en otros muchos países, pero quizá más aquí– va por otro lado: por la vía de la polarización. O se supera o será una gran problema, sin duda. 

– ¿El reto es ahora reconstruir el pegamento social, al modo como se logró tras grandes guerras?

– Para ser exactos, como se logró tras la Segunda Guerra Mundial. Vistos desde ahora los llamados –no por casualidad– Treinta Gloriosos años del crecimiento económico (de los cincuenta a los setenta del siglo pasado  fueron algo así como el gran momento del capitalismo civilizado del que hablábamos. Aunque no conviene idealizar (y menos desde una perspectiva española, debido a una obviedad: el franquismo). Como ha sabido demostrar quien probablemente supo explicar mejor y poner en valor aquellos años –el gran historiador desaparecido Tony Judt–  había también una cara oscura: desde la destrucción del tejido urbano en muchas ciudades debido a la especulación, hasta la pervivencia de fuertes discriminaciones a las minorías. 

La reconstrucción del contrato social deberá hacerse a escala europea... o probablemente no se hará

– En el libro ¿Quo Vadis, Europa? (Mundiediciones, 2021), el economista y periodista alemán Carsten Moser apela a la UE para afrontar la crisis económica derivada de la pandemia con políticas de estímulo y de protección del Estado de bienestar. ¿Está usted de acuerdo?

– Totalmente de acuerdo. La reconstrucción del contrato social deberá hacerse a escala europea... o probablemente no se hará. Los pasos dados en el año de pandemia son esperanzadores: de hecho la respuesta de la UE no se pareció nada –en realidad, fue todo lo contrario– de la que vimos tras la crisis financiera, hace una década. El primer acuerdo en favor de una cierta mancomunidad de deuda puede considerase un avance histórico. De hecho, en la respuesta europea a la crisis sanitaria yo veo uno de esos cambios en el zeitgeist del que hace un momento hablaba. 

– ¿Es el momento para el renacimiento europeo?

– Puede serlo. Y también lo contrario. Pero si se mantiene el actual impulso –con el mayor programa de inversión conocido en la historia europea–, aquí cabe ser razonablemente optimista. Será importante, en todo caso, afrontar los desafíos manifiestamente antiliberales que se están  asentando en el Este de Europa.

Habrá que utilizar los fondos Next Generation EU en el sentido de superar nuestros viejos y muy conocidos lastres  

– Next Generation EU se presenta como una especie de gran panacea para Europa y en particular para España. ¿Qué resultados cabe esperar?

– Estamos ante un genuino proceso de lo que el gran economista Joseph Schumpeter llamaba destrucción creativa. Es la gran oportunidad para modernizar el aparato productivo y mejorar nuestra deficiente productividad. Pero claro, habrá que utilizar los fondos en el sentido de superar nuestros viejos y muy conocidos lastres: en el sistema formativo, en la muy deficiente escala de la innovación, el exceso de microempresas (o sea, un considerable grado de munifundismo empresarial) y algunas deficiencias institucionales. Entre estas últimas, ahora destaca mucho la falta de capacidad de nuestras administraciones para afrontar problemas nuevos. Si todo eso se tiene de verdad en cuenta al asignar los fondos, se introducen las necesarias reformas, y si no caemos en nuestro error de siempre (pensar que es un premio de la lotería y tratar de captar fondos sin saber muy bien para qué los vamos a utilizar) entonces los resultados a diez años vista pueden ser espectaculares. 

– La crisis de la pandemia ha disparado los desajustes presupuestarios de los estados –en España de manera más notoria–, de ahí que todos los gobiernos anden buscando más ingresos para cubrir su déficit y no seguir incrementando la deuda. Partiendo de unos objetivos comunes, ¿qué debe hacerse en los países con mayores dificultades teniendo en cuenta que el problema afecta a todos, pero no a todos por igual?

– No se puede olvidar en ningún caso el problema de la deuda en general, ni de la deuda pública en particular. Habrá que pensar en una solución a medio plazo. No a corto, porque la economía todavía va a necesitar durante un tiempo el mantenimiento de los estímulos. Sería un error gravísimo (parecido al de 2010)  interrumpir ahora la recuperación. Pero en una perspectiva más dilatada, en algún momento habrá que afrontarlo. Yo desde luego soy partidario de subir algunos impuestos: todos los datos muestran que hay márgenes para ello, en una comparación con otros países europeos.  Y creo que insistir en la tabarra de bajar y bajar impuestos no es, de cara a la situación que viviremos en los próximos años, sino otra forma de populismo. 

La caída del impuesto de sociedades ha sido un desastre: en términos de sostenibilidad fiscal, un mínimo criterio de justicia social y yo incluso diría de decencia

– Al margen de la crisis actual, si nos preguntásemos qué es lo que ha cambiado de fondo en España entre los buenos tiempos y la actualidad, veríamos que, básicamente, el problema está en la recaudación del impuesto de sociedades, que es –junto con el fraude– donde anida el principal problema fiscal español. ¿Cuál es su opinión al respecto?

– La caída de ese impuesto ha sido desde mi punto de vista un desastre: en términos de sostenibilidad fiscal, un mínimo criterio de justicia social y yo incluso diría de decencia. Pero ha sido consecuencia de la internacionalización casi sin límite de los mercados de capital, que han creado una dinámíca general de "competencia fiscal a la baja". Sin un cambio en ese fenómeno de fondo, el problema español con ese impuesto será difícil de arreglar. 

– La OCDE ha puesto sobre la mesa propuestas equilibradas en el impuesto a los beneficios de las multinacionales más rentables, sobre todo, de los gigantes digitales (Pilar I) y el impuesto mínimo (Pilar II). ¿Hasta dónde ve factible avanzar en esa línea?

– Es fundamental avanzar en esa vía: ojo no solamente la fiscal, también en la de la competencia: el grado de monopolio alcanzado por las Big Tech es desconocido en el mundo desde hace más de cien años. Es decir, cuando se inventaron las políticas antimonopolio: ahora habría que proceder a una reinvención. Una cosa y otra –la imposición adecuada y justa a las multinacionales y la extensión de una genuina competencia en esos mercados– forman parte de la reconstrucción del contrato social del que nosotros hablamos. 

El posible retroceso de la globalización se da precisamente cuando más necesitamos la cooperación supranacional en algunos asuntos claves

– ¿Qué importancia le da a la llegada del demócrata Joe Biden a la Casa Blanca para que este debate fiscal se acelerase en España y en el resto de la Unión Europea?

– Hombre, parece que con Trump ese acuerdo nunca se hubiera logrado. La verdad es que algunas de las ilusiones que nos hacíamos con Biden –que sí podría ser el nuevo Roosevelt,...– se están mostrando bastante ingenuas. Pero tampoco hay que menospreciarlo. Es curioso porque el posible retroceso de la globalización se da precisamente cuando más necesitamos la cooperación supranacional en algunos asuntos claves (la salud pública, la lucha contra el cambio climático, la evasión fiscal...). Para eso es fundamental mantener un criterio de multilateralismo. Pues bien, eso con Biden puede ser posible. Mejor no imaginar –en ese plano o en cualquier otro– que dentro de tres años regrese Trump.  

– Nadia Calviño, vicepresidenta y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, se ha sumado públicamente a Daniele Franco, ministro de Economía y Finanzas de Italia; Bruno Le Maire, ministro de Economía, Finanzas y de la Recuperación de Francia, y Olaf Scholz, vicecanciller y ministro de Finanzas de Alemania, para reclamar un impuesto mínimo global de sociedades. ¿Es compatible esa posición común teniendo en cuenta las diferencias entre unos países y otros?

– Es a lo que antes me refería: no sólo es posible –es una cuestión de voluntad política– sino que resulta ahora mismo imprescindible. La ausencia de ese impuesto es, además de un problema fiscal y económico, un vector de desmoralización social de primer orden. Y con ello una fuente de malestar. 

Xosé Carlos Arias con el libro Laberintos de la prosperidad, del que es coautor. / Mundiario

Xosé Carlos Arias con el libro Laberintos de la prosperidad, del que es coautor. / Mundiario

Los programas del BCE han sido fundamentales para evitar un hundimiento económico general y que de la Gran Parada surgiera una crisis financiera

– El objetivo de EE UU y la UE es ahora un sistema fiscal internacional más justo y eficiente, algo que ya era “una prioridad” antes de la actual crisis económica y que lo será “aún más “cuando salgamos de ella”, en palabras de los propios ministros de economía de Francia, Alemania, Italia y España. ¿Comparte usted ese criterio?

– Pues claro: lo firmaría sílaba por sílaba.

– ¿Ha estado el Banco Central Europeo (BCE) a la altura de las circunstancias en esta crisis derivada de la pandemia?

– Totalmente a la altura. Una gran diferencia su comportamiento con el que tuvo entre 2008 y 2012, cuando se convirtió en un motor de recesión. Ahora sus programas han sido fundamentales para evitar un hundimiento económico general y –algo que no se subraya lo suficiente– para evitar que de la Gran Parada surgiera una crisis financiera, que podría haber sido brutal. El BCE merece esta vez todo nuestro reconocimiento. De hecho, sus argumentos actuales y su actitud proactiva frente a la crisis pandémica creemos que forma parte del nuevo zeitgeist del que hablamos.

– ¿Ve sostenible la política de tipos del BCE?

– A ver, las políticas extraordinarias siempre tienen un final. En algún momento habrá que normalizarla,  ir elevando los tipos y abandonar las compras masivas de deuda. Pero no es imaginable –en el horizonte de tres o cuatro años– una fuerte subida de tipos. Mi opinión es que, aún por encima de los actuales, los tipos bajos van a estar con nosotros durante mucho tiempo. @mundiario

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