La mayoría absoluta del soberanismo demuestra que el procés continúa, aunque con otra modulación

Junqueras y Puigdemont, delante, y Romeva y Forcarell, detrás. / C. Segundo
Junqueras y Puigdemont, delante, y Romeva y Forcarell, detrás. / C. Segundo

El triunfo soberanista en las elecciones catalanas del 21-D supone una dura derrota para Rajoy y permite continuar con el procès, si bien la falta de una mayoría absoluta en votos y la derrota relativa de la CUP alejan las soluciones unilaterales.

La mayoría absoluta del soberanismo demuestra que el procés continúa, aunque con otra modulación

Los partidos soberanistas obtuvieron la mayoría absoluta en las elecciones catalanas, con un 47,5% de votos y 70 escaños sobre 135. El resultado es aún más llamativo sI tenemos en cuenta que la convocatoria electoral desde el Gobierno del Estado era ilegítima , por  una inconstitucional aplicación del 155 y que los partidos no disfrutaron de las mismas posibilidades, con los principales candidatos de Junts x Catalunya y ERC en la cárcel o en el exilio. Pero el hecho de obtener Cs el primer puesto en votos (más del 25%) y escaños, la falta de una mayoría absoluta de votos independentista y la grave derrota de la CUP (qué baja de 10 escaños a solo 4) aporta ciertas particularidades a esta victoria electoral. Junts x Catalunya y ERC no van a precisar de los cupaires para gobernar e interpretarán su 43% de votos (frente al 39,5% de Junts x Sí del 2015) en el sentido de un mandato ciudadana para continuar con el procès, aún  alejándose de una vía unilateral que parece archivada por  ahora.

Ahora es, pues, la hora de la política. El tripartito dinástico del 155 no continuará unido como hasta  ahora. El PSC-y con él el PSOE-deben pasar página de la suicida colaboración con el PP y con Cs y buscar un espacio propio, quizás inciialmente compartido con unos Comuns desterrados a la irrelevancia. Y será Pedro Sánchez quien primero requerirá de Rajoy una oferta de negociación. Por otra parte, la situación evolucionará en el ámbito de la Unión Europea, donde las simpatías del soberanismo catalán cotizarán discretamente al alza, siendo probables las presiones al Gobierno del Estado para que abandone el inmovilismo y abra una negociación para una reforma constitucional en términos de federalismo asimétrico, con el fin de garantizar el encaje de la singularidad catalana.

Podría ocurrir, por tanto, que este invierno se abriera la vía para negociar una reforma constitucional que podría limitarse a reconocer más competencias (y blindarlas de eventuales iniciativas recentralizadoras) y una mejor financiación o incluir también la vía para un referéndum catalán vinculante, con reglas más o menos rígidas, en la línea de la ley de claridad canadiense. 

 

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