Vuelve la picota para escritores e intelectuales que no comulguen con el dogma político

Andrés Trapiello. / Telemadrid
Andrés Trapiello. / Telemadrid

La mal llamada Memoria Histórica y el pensamiento políticamente correcto están causando estragos en el pensamiento crítico, sujeto a la autocensura o a la descalificación.

Vuelve la picota para escritores e intelectuales que no comulguen con el dogma político

Javier Solana, Jordi Solé Tura, Carmen Alborch, Jorge Semprún o César Antonio Molina tienen en común haber sido ministros de Cultura con gobiernos socialistas. Los tres primeros procedentes del ámbito académico, los dos últimos escritores y ensayistas de prestigio internacional. Su respectiva labor fue encomiable y sus efectos están presentes en distintas instituciones culturales. La altura intelectual, la solidez de sus convicciones y su sentido de Estado, no hubiesen consentido en silencio el menosprecio cuando no censura que hoy sufren escritores como Andrés Trapiello en Madrid o Javier Cercas en Barcelona. Uno censurado por los concejales socialistas de Madrid, el otro por la televisión oficial catalana y por las redes sociales. El actual ministro de Cultura se ha desmarcado de esas declaraciones y ha pedido que no se juzgue la obra intelectual desde posiciones partidistas. También lo hizo en su momento en el caso de Cercas. El PSOE guarda silencio.

La obra de uno y otro escritor es tan amplia y reconocida que nada añade o resta una polémica política. Ambos cuentan con multitud de lectores y el respeto de la crítica. Las tomas de posición de uno y otro frente al dogmatismo les han granjeado la censura que ahora se expresa por boca de cargos electos o instituciones públicas. A Trapiello se le ha llamado revisionista sin más explicaciones. Con la mayor irresponsabilidad, el portavoz socialista en el consistorio madrileño, Pepu Hernández, ha reconocido ante los micrófonos que no sabía el motivo real de su oposición al escritor. A Cercas lo han atacado con acusaciones falsas porque en la televisión catalana dijo claramente que España es una democracia.

En realidad los atacan no sólo por lo que dicen sino por lo que representan. Trapiello en su monumental obra Las artes y las letras, un clásico ya con varias ediciones, revisó sin prejuicios la literatura producida en uno y otro bando durante la Guerra Civil. Sus juicios literarios o los datos aportados sobre las actitudes de cada escritor durante la contienda, pueden gustar o no, pero son consecuencia de una investigación exhaustiva. Si se discuten, deberá hacerse en el marco académico, con argumentos y documentos. A Cercas, gerundense de adopción, el nacionalismo no le perdona su posición constitucionalista.

En el caso de Trapiello se suma el incidente del Comisionado de la Memoria, nombrado por la Alcaldesa de Madrid Manuela Carmena para homenajear a las víctimas del franquismo en la capital. En él participaban personas de larga trayectoria como la abogada Francisca Sauquillo, el historiador Álvarez Junco o la filósofa Amelia Valcárcel, junto con el escritor y otros. El Ayuntamiento pretendía colocar una placa en el cementerio con los nombres de los fusilados pero se descubrió que en la relación aportada, más de dos mil nombres, junto a las víctimas figuraban algunos de quienes habían participado en los  asesinatos chequistas. El Comisionado propuso como alternativa un monumento en recuerdo de las víctimas de ambos bandos, entre otras iniciativas. Fue desoído y disuelto. La decisión política estaba tomada y el Comisionado era la hoja de parra elegida para tapar las vergüenzas históricas. Cuando los miembros del Comisionado actuaron con rigor intelectual fueron cesados.

Ambos escritores se suman a una lista ya numerosa de intelectuales que poco a poco han ido alejándose del apoyo a la actual izquierda española en una actitud que recuerda la de los años de la Transición, cuando la constelación agrupada en torno al PCE fue disolviéndose a medida que el sectarismo político se adueñaba de la organización. La historia se repite hoy en España como se ha repetido en Francia, un país con una mayor tradición de debates intelectuales y políticos.

Estamos ante dos problemas diferentes que se retroalimentan. De un lado las tendencias hacia el lenguaje llamado políticamente correcto, la revisión de la historia en la literatura, los monumentos, conmemoraciones, etc. y de otro los efectos de la llamada Memoria Histórica, un cajón de sastre en el que se mezclan la reparación simbólica a las víctimas, los lugares de memoria, el resurgimiento de las posiciones guerracivilistas y un enconado debate partidario. Son dos tendencias disolventes de las que es difícil esperar aportaciones comúnmente aceptadas. El señalamiento del disidente es el efecto más inmediato y los escritores citados, las víctimas más recientes. Habrá más episodios. @mundiario

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