¿El voto hace a un país democrático o necesita libertad e información veraz?

La política. / RR SS
La política mal enfocada, ha desprestigiado la democracia. RR SS

Identificar democracia con derecho a votar siempre fue una falacia pero en España, donde la mentira y el engaño son tolerados y la información a veces es falsa o sacada de contexto, menos.

¿El voto hace a un país democrático o necesita libertad e información veraz?

Siempre se supo que para ser soberano hay que ser libre y por eso en sus orígenes los esclavos no votaban como tampoco lo hacían las mujeres, cuya libertad era muy limitada, o los jóvenes. Ahora todos somos libres pero esa libertad no incluye el derecho a estas correctamente informados y todos sabemos desde muy pequeños que una persona sin información es una persona sin opinión, y que una persona engañada o adoctrinada tendrá una opinión equivocada. Si nos ceñimos a España donde la mentira y el engaño ha pasado a ser socialmente aceptadas, el concepto democracia pierde gran parte de su sentido. Si un partido político hace una campaña electoral llena de promesas y una vez depositados los votos hace todo lo contrario de lo que prometió ¿votamos al líder o votamos al programa?, porque si lo que queríamos era ver cumplidas sus promesas, adiós a nuestra soberanía y con ella la democracia. Claro que también cabe la posibilidad de que solo estuviésemos votando en contra de los partidos rivales, lo que sería triste, fruto del adoctrinamiento y poco democrático sistema hecho para construir y no para destruir.

Antes de la Constitución los universitarios sabíamos que para estar bien informados era necesario leer los grandes carteles que los comunistas pegaban en los pasillos y también periódicos con diferentes tendencias que podía ser Madrid, Informaciones o Diario 16, y Pueblo, el ABC o el Ya, conociendo las simpatías de cada uno y complementándolo con lo más democrático del mercado que era la revista Triunfo. Los que no estaban en la universidad y tenían inquietudes recurrían a los libros clandestinos que venían de Francia o escuchar en onda corta emisoras del exterior que emitían en español pero siendo conscientes de que todos tratan de engañar o tienen visiones distorsionadas de la realidad por lo que hay que formar un criterio propio bebiendo en diversas fuentes. Esto ha cambiado y en este mundo de prisas donde prima la respuesta inmediata y poco reflexiva, gran parte de la población recurre a informarse solo de titulares, vídeos, o las fake news en las redes sociales de internet. Así si Inés Arrimadas se encuentra con Francisco Igea, por ejemplo, una parte de medios dará la información apoyada en un vídeo desde un ángulo y un momento donde Inés parezca descortés y otra parte mostrará el video desde otro ángulo donde se vean sonrisas, besos y abrazos para mostrar el lado amable. 

Esto no ocurre solo en política, se ha extendido a la sociedad. Cuando vamos al médico no nos contará que el tabaquismo predispone a las arterias para ser receptivas a los depósitos de grasa y calcificaciones. Nos hablarán de los otros factores de riesgo que no son tan seguros, como el colesterol, la hieertensión o el estrés. Nos darán recetas para todos los riesgos a cargo de la Seguridad Social pero no para tratar el tabaquismo porque es muy posible que ese doctor y su enfermera estén deseando terminar para salir a echar un pitillo. 

Si no volvemos al mundo donde la mentira y el engaño suscite el rechazo de la sociedad como todavía ocurre en casi toda Europa, si no volvemos a buscar la información veraz y objetiva que nos lleve a tener opinión propia fundamentada, si no rechazamos el adoctrinamiento que nos lleva a ser abertzales si nacemos en Orexa o Leiza o independentistas si nacemos en Gerona, hablar de democracia será una utopía. Mejor que la mentira no tenga premio o que la verdad no se castigue, y que entremos en un mundo donde haya rivales pero no enemigos porque queramos llegar a la verdad por diferentes caminos pero nunca llegar a sitio alguno con falsedad. Somos de donde nacimos pero también españoles, europeos y sobre todo seres humanos donde las diferencias son mínimas e inculcadas por quienes dividen para alcanzar el poder, esa droga que en España tanto cuesta abandonar. Lo hizo Albert Rivera y algún otro, unos forzados por las circunstancias y otros no pero la mayoría vive enganchado a él porque abandonarlo sería un bajón insoportable en su vida. @mundiario

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