El voto en blanco (o la izquierda indignada)

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Sergio Fajardo, excandidato a las elecciones de Colombia. / RR SS.

Buena parte de los simpatizantes de Petro andan indignadísimos con quienes votaremos en blanco el próximo 17 de junio en la segunda vuelta presidencial en Colombia.

El voto en blanco (o la izquierda indignada)

Voté por Sergio Fajardo en la primera vuelta, pero también habría podido hacerlo por Humberto De La Calle. Soy uno de esos 5 millones de votantes de centro que por primera vez en mucho tiempo se identificaron con una opción moderada, conciliadora y que rechaza tanto el extremismo de derecha como el extremismo de izquierda. Y por eso ahora, en la segunda vuelta entre los extremos de Iván Duque y Gustavo Petro, debo ser coherente: votaré en blanco.

Buena parte de los simpatizantes de Petro andan indignadísimos con esta tercera opción. Hablan de «uribismo light» y sentencian que por culpa nuestra será elegido el candidato del Centro Democrático. Sin embargo, es un análisis reduccionista.

Soy uno de esos 5 millones de votantes de centro que por primera vez en mucho tiempo se identificaron con una opción moderada, conciliadora

Los seguidores de Colombia Humana parten de un hecho falso: creen que Fajardo, por el solo hecho de ser de centroizquierda, tendría que buscar obligatoriamente una alianza con Petro, que es de extrema izquierda, para la segunda vuelta del 17 de junio. Y ponen como ejemplo varias elecciones del pasado. Sin embargo, olvidan que el discurso de la campaña de Fajardo fue claro: «Ni Petro ni Duque».

El exalcalde de Medellín representa, justamente, esa fracción electoral de izquierda que desconfía de la soberbia y la mala capacidad gestora de Petro, así como esa otra franja de derecha que no ve con buenos ojos la pendenciera sombra de Álvaro Uribe en cada movimiento de Duque. Esa fue su esencia y por eso 4.5 millones de personas le apoyamos. Aparte, entre Fajardo y Petro nunca hubo un pacto previo y Fajardo, que no va por la vida buscando ministerios, anunció que votará en blanco y dejó en libertad a sus electores. No fue, como gritan los petristas, un acto de soberbia ni de personalismo; es coherencia política, algo que no puede decirse de otros, como el expresidente César Gaviria, quien acaba de hundir al Partido Liberal luego de correr a los brazos del uribismo, enemigos acérrimos suyos una semana antes.

También nos acusan de contribuir, con el voto en banco, a la destrucción del acuerdo con las FARC, algo que, según dicen, sucederá si Duque gana. Y recuerdan que el voto útil por Santos, en 2014, fue el que sirvió para dar continuidad a la política de paz. Tienen razón, pero sólo en parte. Olvidan que el escenario ya no es el mismo: si bien hace cuatro años la segunda vuelta de las presidenciales se planteó como un apoyo o un rechazo a los diálogos de La Habana, en 2018 los acuerdos ya están firmados y el principal reto es implementarlos. En caso de ganar, la derecha reaccionaria de Duque no podrá «hacer trizas» lo firmado. Les guste o no, es una carta con la que tendrán que jugar. Como ciudadanos, lo que sí debemos exigir es que se cumpla lo pactado por todas las partes, incluida la guerrilla, cuya voluntad de paz ha quedado seriamente golpeada luego de las acusaciones a Jesús Santrich.

El voto en blanco es, en ese sentido, un voto de futuro: señala una posibilidad, una alternativa para seguir construyendo algo distinto en los próximos años

Los petristas alegan, incluso, que no es un voto pragmático ni realista, pues no tiene ninguna incidencia en el resultado. Sin embargo, eso no significa que no sea una forma de posicionarse. Todo lo contrario: no sólo se le está enviando un clarísimo mensaje de rechazo a los extremos que representan Petro y Duque —el centro será oposición gane quien gane—, sino que también es la mejor forma de hacer visible un electorado que quiere otras políticas y que, al menos por lo visto en la primera vuelta del 27 de mayo, ya representa una mayoría significativa en ciudades como Bogotá.

El voto en blanco es, en ese sentido, un voto de futuro: señala una posibilidad, una alternativa para seguir construyendo algo distinto en los próximos años. Fajardo ya dijo que no se postulará más, pero la semilla está sembrada y seguramente otros llegarán para seguir dando voz a ese electorado de centro político. Un centro que, gane quien gane, ya se ha convertido en la gran noticia de estas elecciones. @mundiario

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