¿Votar en tiempos de coronavirus?

Una urna.
Una urna.
Esta de ahora es una situación de especial excepcionalidad, precisamente porque no está ni de lejos bajo control y nadie está en condiciones de garantizar una mínima normalidad.
¿Votar en tiempos de coronavirus?

Aunque solo fuera por aquello de que la salud es lo que importa, la autoridad competente haría bien en plantearse ya mismo el aplazamiento de las elecciones autonómicas del 5 de abril. Es verdad que no hay precedentes en nuestra democracia de suspensión de un proceso electoral por razones de fuerza mayor. Ni siquiera se llegó a manejar tal posibilidad tras los gravísimos atentados del 11-M, que conmocionaron España en vísperas de una cita con las urnas que cambiaría, contra pronóstico, el signo político del Gobierno. Pero esta de ahora es una situación de especial excepcionalidad, precisamente porque no está ni de lejos bajo control y nadie está en condiciones de garantizar una mínima normalidad en la vida cotidiana si la crisis se recrudece, como previsiblemente ocurrirá según los expertos.

Lo cierto es que, a día de hoy, a pesar de que Galicia no está sufriendo el embate del Covid-19 con la misma intensidad que Madrid o Euskadi, los gallegos están más preocupados por el riesgo que pueda correr a corto plazo su salud y la de los suyos -y por mantener su rutina vital sin sobresaltos- que por decidir quién les gobernará en los próximos cuatro años. "Primum vivere...". Las elecciones pasan a un segundo o tercer plano en el interés de las gentes del común a quienes sus empresas les pueden mandar a casa en cualquier momento o cuyos hijos dentro de unos días tal vez no tengan clase y tampoco puedan desarrollar sus actividades extraescolares.

Por otra parte, la ciudadanía pedestre se sentiría más tranquila sabiendo que sus gobernantes, empezando por el presidente Feijóo y el conselleiro de Sanidade, y pasando por los presidentes de las diputaciones, los alcaldes y concejales hasta llegar a los altos cargos de las distintas administraciones, están ocupados a tiempo completo en gestionar -en la parte que les toca- la crisis del coronavirus y no en fidelizar a su clientela electoral o en conquistar nuevos votantes. Si en situaciones tan críticas como ésta se gobierna a tiempo parcial (o puede dar esa impresión), es más difícil generar confianza y transmitir la tranquilidad que la emergencia requiere.

Si la campaña electoral se va a ver alterada por la prohibición de actos multitudinarios y hasta de pequeños mítines o reuniones con unas decenas de personas en locales cerrados, si el día de la votación podría haber centenares de votantes hospitalizados, en cuarentena o confinados en sus domicilios, y las fuerzas de orden público se tienen que ocupar de que se cumplan esas restricciones en lugar de atender a la seguridad de la jornada electoral, las urnas pueden esperar. Además, bien mirado, si el aplazamiento es de solo unos meses, sería como desadelantar las elecciones: votaríamos casi cuando tocaba. @mundiario

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