¿Viste o no el hábito al monje?

El diputado de Podemos Alberto Rodríguez, durante la elección del Presidente del Congreso. / RRSS
El diputado de Podemos Alberto Rodríguez, con su voto en mano durante la elección del Presidente del Congreso.

La moda al uso del vestir asumido por los nuevos parlamentarios de la formación política Podemos producía un cisma cuasi-religioso en el paisaje tradicional de trajes y corbatas de “la cámara baja” del Gobierno.

¿Viste o no el hábito al monje?

Entre mis recuerdos de infancia  y adolescencia están las peleas con mi madre por mi rechazo a vestir ropas con que más le satisfacía a ella verme disfrazado y mis perretas para hacer valer mis gustos personales (hoy día, a sus 94 y mis 70 aún ocurre alguna, con la diferencia de que ahora soy capaz de entender por qué ella sigue siendo esclava de “los hábitos” y yo me he independizado de ellos... hasta cierto punto: reconocer que cada cual es libre de vestir y mostrar la imagen de sí que más le acomoda). Y ayer, mientras ocurrían las votaciones para elegir nuevo Presidente del Congreso de las Cortes tras los singulares y extraños resultados de las elecciones presidenciales del 20D en España, observé con asombro cuanta semejanza puede existir entre “conflictos individuales” y “conflictos sociales”: la moda al uso del vestir asumido por los nuevos parlamentarios de la formación política Podemos producía un cisma cuasi-religioso en el paisaje tradicional de trajes y corbatas de “la cámara baja” del Gobierno – huérfana aún de “Presidente” a la espera de milagrosos pactos que ni los expertos “tanques pensantes” de la futurología legislativa son capaces de predecir cuales serán, según como está planteado en este momento el “juego democrático”-. ¿Viste o no el hábito al monje?, me pregunté tras leer varios titulares de los medios que aludían al fenómeno, que se mostraba tal y como Santo Tomas pide gracias a las abundantes fotos que dan testimonio del hecho-.

¿Es predictivo del “cómo pensamos” el avatar que elegimos para no andar desnudos por el mundo y/o revela “el hacía dónde queremos ir”, o mejor prueba para que nos etiqueten es lo que anunciamos con las palabras que decidimos usar para mostrar “nuestras ideas”? No tardé ni un segundo en darme respuesta a mí mismo: “…los hechos derivados de nuestros actos, son la mejor versión de lo que pensamos y aprobamos…” Y en política – esa arte de “lograr lo posible”-, tal aforismo es “Palabra del Señor”. Aunque recordé otra máxima – usada con frecuencia en obras literarias y audiovisuales -, “verdad de alto rango” también –como la anterior-: “No hay que creer que todo lo que ves es lo que es.”

¿Es predictivo del “cómo pensamos” el avatar que elegimos para no andar desnudos por el mundo y/o revela "el hacía dónde queremos ir"?

Funcionando así el “cableado de mi pensamiento”, de pronto vino a mi memoria Amancio Ortega –el gallego de adopción y fundador de Inditex que ha colocado su marca de ropa Zara entre los puestos más altos de ese sector comercial del mercado mundial, además de ver crecer su fortuna al punto de verse colocado entre los 10 seres más ricos del planeta-. “¡No poca importancia tiene “el hábito” en el cómo aprecian los sapiens sus necesidades vitales!”, me dije. E intenté penetrar más profundamente en las causas que ayer provocaron reacción política tan inusual en el hemiciclo del congreso.

Y lo primero que hice fue deslindar quienes eran, en el escenario y momento del que hablamos, los sorprendidos y ofendidos y quienes los sorprendedores y ofensores. Entonces recorde situaciones donde las diferencias de hábito habian significado diferencia de mentalidad. Y sin tener que retroceder a los primeros siglos de esta segunda “Legislatura de la Civilización Occidental -bautizada con el acrónimo “d.C”, la primera es llamada “a.C”-, cuando la moda de toga y aureola imperial fue sustituida -¡lamentablemente, con cierto grado de violencia!- por pieles salvajes que vestían bárbaros que desde el este venían a desmerengar el apolíneo sistema organizativo y las ya entonces improductiva normas de recaudación fiscal de los cultos y bien entrenados oradores romanos, recordé el término “descamisados”, con que la Revolución Francesa enriqueció las definiciones de “modas” de los que buscan “cambiar lo que está pasando”. Supongo anécdota incomprobable la que imagino ahora: Luis XVI incómodo y molesto por el hábito de quienes cortarían su cabeza en la guillotina pues habían perdido todo el “savoir-faire“ –saber hacer-, de la elegancia en el vestir. “¡Vaya chusma!”, habrá pensado, supongo.

Pero más allá de esa tontería literaria del párrafo anterior, lo cierto es que esta cuestión del “hábito”, no esconde otra cosa que pueda ser mejor definida que como lo hizo el expresidente Zapatero en aquella sonada reunión de la XVII Cumbre Iberoamericana, realizada en Chile en noviembre 2007 y cuyo tema central fue: “Cohesión social y políticas sociales para alcanzar sociedades más inclusivas en Iberoamérica, cuando dijo (segundos después de que en medio de una breve “bronca de machos latinos” el ahora abdicado Juan Carlos insertará su más conspicua morcilla -“¡¿Por qué no te callas?!”- para llamar la atención al beligerante y ya difunto Chávez-): “…las formas dan el ser a las cosas…”, saber socrático que se intuye claramente en otra de las sentencias del sabio ateniense: “…háblame para que te conozca…” Y pensando en esto volví a la alternativa de dar o no importancia a lo que me remitió el recuerdo de los deseos autoritarios de mi madre, que le exiguían dar “forma visual” a su hijo único en contra de mi volunta, y el paralelismo que mi mente susurra existe en la manera en que interpretó el cambio de paisaje de los hábitos de esos sapiens que visten diferente a la imagen típica de quienes hasta ahora nos representan en la pasarela más famosa donde se exhibe El Poder Politico.

¿Viste el hábito al monje? Mi opinión personal es no. Y estimar que sí es, quizá, efecto de mezclar y confundir el Mercado de Los Bienes Materiales con el de La Política y sus fines, que también son todos -¡no hay que olvidarlo!-, terrenales, pero con y para el bien de todos. Tal vez por ello creo que “algo ha comenzado a cambiar en la Viña del Señor”. Pero solo podrán confirmárnoslo “Los Hechos”.

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