Y Javier Fernández al final tenía razón, el PSOE se ha podemizado solito

Javier Fernández. / catalunyapress.es
Javier Fernández. / catalunyapress.es

Sí, es comprensible que los socialistas renieguen de abstenerse, pero ya va siendo hora de que cuestionen qué beneficios les traería caer en el jueguito que le gusta a Iglesias.

Y Javier Fernández al final tenía razón, el PSOE se ha podemizado solito

No le falta razón a Javier Fernández, presidente de la gestora que ha asumido, de momento, el mando en Ferraz, cuando dice lamentándose que "el PSOE se ha podemizado en gran medida". Son hoy muchos los socialistas que entre la utopía y el pragmatismo se han volcado hacia la utopía, olvidando que se viven unas circunstancias en que lo mejor puede ser enemigo irreconciliable de lo bueno, y lo malo no tan malo si se enfrenta a lo peor.

Todo hace pensar, fundamentalmente las encuestas, que unas nuevas elecciones solo beneficiarían al Partido Popular. Eso les llevaría, indefectiblemente, a disponer durante una nueva legislatura de una casi mayoría absoluta. Pues bien, esas mismas encuestas deducen que la mayor parte del electorado socialista -el que les queda- prefiere esas nuevas elecciones a una abstención que facilite la investidura de Mariano Rajoy. O sea, algo así como: "que se joda mi capitán que no como rancho".

Indudablemente, la pasada legislatura del PP con su rodillo, sus decretos ley, sus recortes y su corrupción -una corrupción que hoy se nos muestra descarnada con la que está cayendo en los tribunales- explica por si sola la repugnancia con que un socialista de bien puede enfrentarse a la idea de posibilitar la investidura de Rajoy. Se entienden las graves reticencias a hacerlo, de una parte de la militancia y del electorado del PSOE. Se comprende, por ejemplo, el recelo de la magistrada Margarita Robles, uno de los fichajes estrella de Pedro Sánchez, a abstenerse. Aunque quizás se entendería mejor su renuncia al escaño. Porque, dejarse llevar por la repugnancia, casi con seguridad, solo puede conducir a este país a sufrir, de nuevo, los efectos de un Partido Popular fortalecido. Como dice Javier Fernández, "la corrupción oceánica del PP produce repugnancia", pero hay cuestiones de Estado que no pueden abordarse "desde las tripas, sino desde la racionalidad". "Hay una cosa peor que un gobierno en minoría del PP, y es un gobierno en mayoría del PP". ¿Es eso lo que desea el socialismo español? ¿Volver al rodillo, a los decretos ley, a los recortes y a los paños calientes sobre la corrupción sistémica? ¿Caer en la irrelevancia, "sorpasados" (valga el palabro) por un Podemos cuya meta más inminente no es la de vencer al PP si no al PSOE? Si se desea ejercer una oposición real, potente, y sobre todo eficaz, la utopía, hoy, no sirve. No está claro que el cielo se conquiste al asalto, como dijo Marx y hoy nos repite Pablo Iglesias. Lo que sí parece claro es que el infierno puede conquistarse con la obstinación y el empecinamiento; con ese "defendella y no enmendalla" en el que tantas veces se han enrocado diversos sectores de las izquierdas en nuestro país, recalcitrantes en errores que les llevan, inexorablemente, al abismo.
 

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