Víctimas y victimarios

Una rosa por cada víctima del 11-M.
Una rosa por cada víctima del 11-M.
Es justo y un gesto de decoro cívico  que la Nación rinda homenaje a todas las víctimas del terrorismo.

España es país donde el terror, su dolor y  sufrimiento viene de antiguo.  Un país de víctimas y victimarios. Y de impunidad impúdica. Durante siglos muestra historia es relato interminable  de víctimas y de terroristas… Muchos de estos  a cara descubierta, y en muchos casos a las órdenes del poder constituido…Y casi siempre las víctimas silenciadas y humilladas.

La Inquisición fue una organización  al servicio de la  Santa Madre Iglesia sumamente útil para reyes tan absolutos como corruptos, que a donde llegaba implantaba el terror, para mantener la supremacía de un Dios determinado, perfecto soporte fundamentalista del poder real.  Perseguían al que mostrase capacidad pensante o  simplemente fuese obstáculo para su “labor pastoral” o menoscabo del monarca de turno. Se especializaban en las más siniestras torturas de las que algunos museos dan fe y con espeluznante pedagogía utilizaban la muerte en sus versiones más crueles  para advertencia de tibios y santo temor de todos.

Las tres guerras habidas entre los Borbones para hacerse con una España en el ocaso, generaron millares de víctimas inocente que sufrieron la salvaje crueldad tanto de los llamados isabelinos o los apelados carlistas…Mas allá del afán de apropiarse del trono, las presuntas diferencias ideológicas entre ambos, se corresponderían a las que separan Vox del PP.

La guerra incivil (1936-39) consagrada como Cruzada Nacional por el cardenal catalán Pla  y Deniel, bendecida por la Santa Madre Iglesia, fue una autentica fragua de salvajadas que adquirieron categoría  espeluznante en el avance de las tropas franquistas  y en la retaguardia dominada por estos. Infinidad de víctimas inocentes de aquel terrorismo aun hoy lloran en la soledad de innumerables cunetas el dolor de su martirio.

Pasto de asesinos psicópatas niños asesinados en cuarteles de la Guardia Civil, civiles inocentes en hipermercados, en la vía pública,  guardias recién salidos de la Academia, soldados de reemplazo que conducían un coche oficial. Víctimas que  se despachaban con el cinismo más bárbaro y salvaje, propio de gentuza inhumana, como daños colaterales”, u objetivos del “movimiento vasco de liberación” como gustaba decir el presidente Aznar.

El más salvaje atentado

Luego los asesinos yihadistas, (en el comité de bienvenida estaban el señor Aznar y sus vomitivas mentiras), en su paranoia asesina cometieron el más salvaje atentado, la matanza más horrorosa  habida en nuestra historia, (dejando de lado las perpetradas por el franquismo en Badajoz o Gernika), de hombres y mujeres, niñas, niños, ancianos, jóvenes… seres cuyo delito era desplazarse en ferrocarril de cercanías a su puesto de trabajo o a su lugar de estudio.

 El fin del terrorismo, usando el nombre de Dios, de una “ideología”, o de una supuesta “causa digna” es simple. Matar ciegamente, de forma indiscriminada. Aterrorizar a ciudadanía normal y decente, aupándose en la complicidad del silencio del miedo. El único sentido de su mensaje, es el odio. El desprecio del ser humano. Ningún subterfugio puede ocultar su auténtica identidad. Criminales contra la Humanidad con absoluto menosprecio de la moral y la ética.

 El terrorismo también está oculto bajo la máscara de respetabilidad de un lobby  o corporaciones mundiales que manejan a control remoto la economía globalizada manipulando los estamentos que controlan las instituciones crediticias y financieras con prácticas obscenas que se traducen en dolor y sufrimiento  que sume a gentes y países  en la pobreza y la miseria con criminal indiferencia en pos de su lucro y su anomalía psiquiátrica de dominación.

 En las entrañas de tanto fanatismo, tanto salvajismo, tanto espanto y brutalidad, anida el convencimiento de unos, que asesinando seres humanos sueñan ganar el Paraíso. Otro, que alcanzaran sus paraísos ensangrentados la tierra. Y los de cuello blanco y corbata, su paraíso de billones en su trono supremacista… Tras todos ellos, solo queda un páramo de miseria. La soledad de la infamia. Y sobre todo el dolor inmenso infligido a los inocentes…    

Todas las víctimas, masacradas en tiempos sucesivos y con similar falacia argumental, tienen en común su inocencia. Seres anónimos, piezas frágiles al alcance del asesino. O  en algunos casos, su mayor delito, el idealismo, el ánimo de justicia y la fe en un posible mundo mejor…

Es justo y un gesto de decoro cívico  que la Nación rinda homenaje a todas las víctimas del terrorismo. Pero no menos importante, sería que por el hecho de serlo, todas las víctimas fueran iguales en dignidad y honores, y tuvieran la misma consideración y tratamiento.

Y por dignidad, por decencia, por higiene mental de una sociedad democrática, que jamás fuesen utilizadas una parte de ellas, en miserables escaramuzas políticas, para conseguir un puñado de votos recogidos en el vertedero del odio y el rencor. @mundiario

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