¿Qué apoyos directos e indirectos encuentra ISIS en Occidente y sus aliados árabes?

Obama busca un consenso político para ampliar la intervención estadounidense en Oriente Medio.
Obama busca un consenso político para ampliar la intervención estadounidense en Oriente Medio.

Barack Obama pidió mandato al Capitolio para una guerra contra el ISIS. No aclara si incluye operaciones en Siria, que rechazó la intrusión de fuerzas no autorizadas por Damasco.

¿Qué apoyos directos e indirectos encuentra ISIS en Occidente y sus aliados árabes?

Barack Obama pidió mandato al Capitolio para una guerra contra el ISIS. No aclara si incluye operaciones en Siria, que rechazó la intrusión de fuerzas no autorizadas por Damasco.

La solicitud de la Casa Blanca no permite, en la letra, cualquier invasión a gran escala con tropas estadounidenses, y las operaciones tendrían un límite de tres años, lo que involucra a la próxima administración.

Luego de seis meses de acciones contra el ISIS en Irak, los republicanos, que tienen mayoría en el Congreso, manifestaron resistencia para aprobar el documento, aduciendo que la política de Obama es demasiado suave, y reclaman medidas más agresivas. La última vez que Capitol Hill dio este poder fue en 2002 para bombardear Irak y llevar la democracia a ese país. Los resultados, claro, están a la vista.

El texto presidencial invoca que el Estado Islámico (aka ISIS, Daesh) “cometió actos despreciables de violencia y ejecuciones en masa”, asesinando a miles de civiles mientras expandían su control sobre grandes extensiones de territorio en Irak y Siria. Este pedido de Obama se produce un día después de que la propia Casa Blanca confirmó el asesinato de Kayla Mueller, una joven de 26 años que realizaba tareas humanitarias en Siria, tras un intento de rescate fallido por parte de los Estados Unidos.

Los demócratas son reticentes por el impacto de la última aventura como fuerza de ocupación en Irak: desde 2002 perdieron la vida más de 7.000 efectivos estadounidenses. No obstante Obama logrará encolumnar a su partido.

En los próximos días se sabrá cómo evolucionarán las audiencias. Para pasar la enmienda, Obama deberá ceder terreno a los republicanos, y eso significa dos cosas: 1) No límites de tropas, y 2) No límites de tiempo.

Funcionarios del equipo de Obama señalan que el gobierno no necesita un permiso del Congreso para  continuar con las operaciones militares, que comenzaron el 8 de agosto de 2014 con ataques aéreos en Erbil y en Sinjar, en asistencia a la población yazidí cercada por el ISIS en el norte de Irak. En ese entonces, Obama señaló que la intervención sería limitada y que no permitiría que los Estados Unidos sean arrastrados a una nueva guerra en Irak. El 23 de septiembre se lanzaron los primeros ataques en Raqqa, Deir Ezzor y Hasakah, Siria.

“Como Comandante en Jefe, no voy a permitir que los Estados Unidos sean arrastrados a una nueva Guerra en Irak”. Obama, 7/12/2014

 

Lo que se busca, públicamente, es un marco de legitimidad para la intervención. Pero hay otros factores que podrían estar pesando en incrementar la presencia estadounidense.

Por un lado, la creciente gravitación de Irán en su país vecino. Si Bagdad no cayó en manos del ISIS es por el apoyo efectivo sobre el terreno que Irán brinda para evitar una catástrofe humanitaria mayor. A diferencia de las poco profesionales fuerzas armadas iraquíes, que desde los años del Partido Baath fue un nido de corrupción que subastaba rangos al mejor postor, la Guardia Revolucionaria de Irán es un cuerpo profesional, altamente equipado y experimentado.

Irán no sólo busca proteger a la comunidad shiita, que es víctima de la limpieza étnica por parte de los terroristas del ISIS, sino que también salvó a kurdos, cristianos y sunitas de peores padecimientos en Irak. En una de esas operaciones perdió la vida el brigadier general Hamid Taqavi, comandante de la  Guardia Revolucionaria.

El país persa supo aprovechar los errores estratégicos de Washington para incrementar su influencia, tras las guerras de ocupación de Afganistán e Irak.

El escenario en Siria es aún más complejo. El peso de la guerra contra el terrorismo lo lleva adelante el presidente Bashar al-Assad, con un ejército sólido que progresa, lentamente, pero a paso firme. Si no fuese por la complicidad de Turquía, que brinda una política de fronteras libres para los miembros del ISIS que entran y salen, ante la displicente mirada de las fuerzas armadas turcas, por un lado; y por las incursiones de la fuerza aérea de Israel cada vez que Jabhat al-Nusra (Al Qaeda) y otras organizaciones menores están cercadas, el fin de los fundamentalistas sería mucho más acelerado.

Assad cuenta además con el apoyo de Irán en el teatro mismo de operaciones. Y además, con las fuerzas de la milicia libanesa Hezbollah, que también combaten en Irak contra el ISIS. De hecho, una operación israelí en Siria acabó con la vida de un comandante de Hezbollah y otro de la Guardia Revolucionaria Iraní. De ahí que Assad acuse a Israel de ser la Fuerza Aérea del Estado Islámico.

Rusia tampoco podía faltar en el menú de los motivos de Obama para aumentar la incidencia de los Estados Unidos en la región. Moscú es una pieza fundamental en la supervivencia del gobierno de Assad, y cada vez es más determinante para Bagdad en cuanto al suministro de equipamiento de última tecnología para combatir a las organizaciones takfiríes.

Precisamente fue la diplomacia rusa la que evitó la intervención militar de Estados Unidos y la OTAN para derrocar a Bashar al-Assad. En dos ocasiones se produjeron ataques de falsa bandera con armamento químico, para acusar a Damasco de masacrar civiles inocentes. Tras el incidente de Ghouta, el 21 de agosto de 2013, Occidente estuvo a punto de  lanzar un ataque masivo, que fue evitado por la habilidad de Vladimir Putin. De hecho, mientras el gobierno de Siria custodiaba a los expertos de la ONU para realizar peritajes en el lugar, los mismos fueron atacados por  las organizaciones terroristas.

El periodista ganador del Pulitzer, Seymour Hersh, reveló que Turquía y Arabia estuvieron involucrados en los ataques con armas químicas para culpar a Bashar al Assad. 

La administración Obama está llevando adelante una clara política contra Moscú, tanto en Siria, donde Rusia cuenta con una base naval estratégica para el Mar Mediterráneo en el puerto de Tartus, como en Ucrania, donde ya fue autorizado por el Congreso para dar apoyo letal al régimen de Kiev.

 

¿Lógica repetida?

Hay un hecho inapelable en el papel de Estados Unidos con el terrorismo, y la lógica se repite en todas las guerras que provocó en la región. De los 19 terroristas que llevaron adelante los atentados del 11 de septiembre de 2001, 16 eran naturales de Arabia Saudita. Pero Estados Unidos invadió Afganistán para buscar a Osama bin Laden, otro saudita, y derrocar a los talibanes, que poco más de una década atrás seguían siendo financiados por Washington, contra la ocupación soviética, que buscaba sostener a un gobierno comunista y laico. Así fue que los talibanes llegaron al poder, armados por la CIA y financiados por el reino wahabita de Arabia, que con sus petrodólares exporta la versión retorcida, fascista y medieval de lo que interpretan como Islam.

En el Irak de Saddam Hussein se podría encontrar de todo, menos dos cosas: armas de destrucción masiva y miembros de Al Qaeda. La intervención de los Estados Unidos en 2002, además de llevar la destrucción de la infraestructura del país, abrió las puertas a la presencia de Al Qaeda, de donde nace el ISIS.

Libia fue testigo de una atrocidad similar. Bajo Muammar Gadaffi, los libios gozaban del nivel de vida más alto de Africa, con la mayor distribución de la renta petrolera. Estados Unidos y la OTAN intervinieron para evitar que el ejército de mercenarios al servicio de la oposición de Bengazi fuese exterminado, Gadaffi no sólo fue derrocado sino también asesinado. Hoy Libia fue arrastrada al caos total, convertida en una tierra sin gobierno dividida en bandas armadas que reclaman porciones de poder, con milicias fundamentalistas operando en la ley de la selva.

Para desestabilizar a Siria, donde el gobierno mantuvo la paz en un país multiétnico y pluriconfesional, Estados Unidos se apresuró rápidamente en acelerar la protesta de la oposición civil en una lucha armada, para la que se valió de un verdadero ejército de terroristas, que en cuatro años pasó de 3.000 a un ejército de más de 20.000 mercenarios procedentes de 90 países.

Si la idea de Obama es terminar con el ISIS, no necesitaría ninguna autorización del Capitolio. Simplemente debería cerrar el campamento que le ordenó montar a la CIA en Jordania, para entrenar a los “rebeldes moderados”, que una vez que cruzan la frontera pierden tal moderación y se pasan al ISIS o Al Nusra.

También debería presionar a sus aliados árabes y cataríes para que corten el suministro de petrodólares y armamento, comprado a los Estados Unidos, con que sostienen a sus ejércitos fundamentalistas en Siria e Irak; como también a Netanyahu para que los hospitales israelíes no sirvan de enfermería para los combatientes takfiríes, ni prosigan los bombardeos a los arsenales sirios; y obligar a Turquía, miembro de la OTAN, a cerrar sus fronteras a los terroristas, del mismo modo que la cerró a los kurdos de Kobani, que lucharon heroica y desesperadamente para salvar su existencia.

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