Venezolanos y colombianos, en el corazón

Todo naturaleza en el Camino Real de  Barichara a Guane, en Colombia./ Mundiario
Todo naturaleza en el Camino Real de Barichara a Guane, en Colombia./ Mundiario

Un reciente viaje a Colombia sirve a la autora para recordar las difíciles relaciones con Venezuela, agravadas por la división internacional entre el apoyo al presidente interino, líder de la oposición, Juan Guaidó, y el apoyo al  presidente chavista, Nicolás Maduro. 

Venezolanos y colombianos, en el corazón

Cuando el deslegitimado presidente, Nicolás Maduro, impide cruelmente la entrada de ayuda humanitaria a Venezuela por la frontera colombiana, me resulta imposible no recordar el viaje que seis amigos españoles hicimos a Colombia, en octubre de 2018. Por la carretera entre Zipaquirá y Villa de Leyva, veíamos desde la furgoneta decenas de venezolanos exhaustos que huían de su país en busca de esperanzas en la nación hermana. 

La grave crisis política, económica y social del chavismo ha devenido en problema vital de dimensiones ciclópeas: el 10% de los casi 32 millones de habitantes de Venezuela ha emigrado; de los cuales, más de un millón se ha refugiado en Colombia, en aproximadamente dos años.

A la represión ideológica, grupos paramilitares protegidos por el poder, corrupción,  prensa independiente perseguida y el mayor índice de criminalidad mundial, hay que añadir, precios desorbitados y el desabastecimiento de hospitales y supermercados. Entre 230.000 y 300.000 venezolanos están en peligro de muerte, según manifestó el presidente interino, Juan Guaidó, en la última movilización de la oposición. Desde finales de enero, el joven líder reúne a cientos de miles de venezolanos que claman en plazas y calles el final del régimen en descomposición de Maduro.

Guaidó, junto con la sólida mayoría opositora de la Asamblea Nacional que preside, considera ilegítimas las elecciones convocadas el 20 de mayo de 2018, en las que fue reelegido el sucesor de Hugo Chávez, sin la concurrencia de la oposición. La Asamblea Nacional Constituyente, un órgano paralelo creado por Maduro para anular al verdadero parlamento, vetó a los líderes y partidos opositores. Por eso, según el artículo 233 de la Constitución, “mientras se elige y toma posesión el nuevo presidente o presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el presidente o presidenta de la Asamblea Nacional”. 

El importante paso dado por Guaidó cuenta con el reconocimiento de Estados Unidos, Canadá, la práctica totalidad de los países latinoamericanos y de la Unión Europea. Otros como México o Uruguay piden diálogo, apelando a lo manifestado por el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres.  El presidente encargado y el resto de la comunidad internacional que le apoya reclaman elecciones presidenciales libres y democráticas, cuanto antes. 

El “usurpador Maduro”, como lo considera la Asamblea Nacional, se resiste, sin embargo, a abandonar el poder, aun a riesgo de prolongar el sufrimiento de los venezolanos. Se siente reforzado por la cúpula militar, el Tribunal Supremo y el Consejo Electoral Nacional, integrados por fieles al chavismo. Bolivia, Rusia, China, Irán, Sudáfrica y, por supuesto, Cuba, apoyan a Nicolás Maduro. Los dirigentes cubanos son expertos en mantener dictaduras y entraron en Venezuela en esa especie de “caballo de Troya” lleno de numeroso personal sanitario. Pero no es un regalo. Médicos por petróleo y dólares es el canje entre La Habana y Caracas

Maduro ha aprendido a ganar tiempo. Se agarra a cualquier tipo de negociación, aunque la predisposición al acuerdo parece más bien escasa. Fracasaron las que tuvieron como mediadores al expresidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, otros expresidentes latinoamericanos y hasta el Vaticano. De ahí que, en las nuevas circunstancias, muy aislado internacionalmente, Maduro haya escrito al Papa para pedir su intervención. Francisco, muy prudente, ha manifestado que aceptaría si se lo piden las dos partes.

Un asunto casi nacional para Colombia  

En Colombia, se sigue la evolución del enfrentamiento entre chavistas y oposición como si fuera un asunto de política interior: dos mil doscientos kilómetros de frontera común, cientos de miles de venezolanos de origen colombiano que un día emigraron a Venezuela en busca de mejores condiciones de vida –cuando “el oro negro” era fuente inagotable de riqueza– y  ahora regresan impulsados por el caos y la mayoría de la población en el umbral de la pobreza. Además, los numerosísimos inmigrantes, nativos venezolanos, ya mencionados, que llegan a tierras colombianas para quedarse allí o seguir a otra parte.  

Hay otra razón igualmente dolorosa para sentir los problemas del país vecino casi como propios: la protección que encuentran los cabecillas del ELN, el autodenominado Ejército de Liberación Nacional, en suelo venezolano. El 18 de enero, los bogotanos sufrieron el atentado más sangriento desde la firma de los Acuerdos de Paz con las FARC, en noviembre de 2016. Un coche bomba explotó en la Academia de Policía General Santander, provocando una veintena de muertos y sesenta heridos. 

Si los intentos por llegar a algún tipo de entendimiento con el ELN eran ya muy difíciles, el último golpe terrorista, reivindicado por este grupo armado, ha cerrado cualquier posible diálogo entre las autoridades colombianas y el ELN; una guerrilla cuyos frentes actúan por libre sin obediencia a un comando central. Igualmente, si las relaciones entre Bogotá y Caracas eran ya de por sí complicadas, el duelo de familias que lloran a los jóvenes muertos empeora aún más un hipotético acercamiento entre Maduro y el presidente Iván Duque. Las tensiones entre opositores y chavistas y entre potencias globales que se viven estas semanas en el tablero de Venezuela agravan el difícil diálogo entre los países fronterizos.

Por los caminos de Bolívar

En nuestro reciente viaje por Colombia, recorrimos el Camino Real que une el hermoso pueblo colonial de Barichara con Guane, el pueblecito que lleva el nombre de la etnia originaria. Esos cinco kilómetros y medio formaron parte, en el siglo XVIII, de la ruta centro-oriental que conectaba Santa Fe de Bogotá con Bucaramanga y Cúcuta. Esta ciudad en la frontera con Venezuela, es escenario hoy del bloqueo de Maduro a la ayuda humanitaria de Estados Unidos, acusando al “imperio” de querer encubrir una intervención militar. 

El Camino Real, declarado monumento nacional en 1988, sirvió también para el desarrollo de la región. Por el sendero que transcurre entre impresionantes paisajes, se estableció el comercio de maíz, harina, sal, especias y tejidos. Hoy son el turismo y las actividades artísticas y culturales los motores de la joya colonial de Barichara. 

Por la ruta, jalonada de grandes piedras irregulares, transitó el militar y político, Simón Bolívar, que fue recibido en este enclave junto al cañón del Río Suárez, con honores de libertador. Antes de iniciar la larga caminata, contemplamos el monumento a Bolívar, situado en la parte alta, donde finalizan las calles adoquinadas y las casas encaladas, con puertas y ventanas de colores, perfectamente conservadas, de la época española.   

Bolívar es un vínculo histórico entre Venezuela y Colombia. De origen vasco y gallego, nacido en Caracas en 1783, casado en Madrid, en 1802, con María Teresa Rodríguez del Toro, y fallecido en la Quinta San Pedro Alejandrino, en la ciudad colombiana de Santa Marta, en 1830. En su alcoba de la casa colonial  color ocre, el líder de la independencia dictó su Última Proclama, el 10 de diciembre de 1830:

“…Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la unión […] los militares empleando su espada en defender las garantías sociales.”                                              

En 1999, Venezuela recibió el nombre oficial de República Bolivariana, en la nueva Constitución impulsada por Hugo Chávez, tras ser elegido presidente. Sin embargo, su sucesor ha cerrado el puente fronterizo de Tienditas a la ayuda exterior, que tanto podría contribuir a “defender las garantías sociales” de la población.

A los sufrimientos políticos con los que Bolívar, ya enfermo, se retiró del poder, habría que añadir los que sentiría en 2019 al saber que los generales venezolanos apoyan a Maduro en su negativa a recibir medicinas y alimentos, mientras el país se desangra. Aun así, los exiliados venezolanos en Madrid empiezan a ver a lo lejos la ilusión de poder regresar a la patria. @mundiario

    

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