En USA hartos de Washington y en España cañí resignados con 17 fotocopias

Barack Obama.
El presidente de Estados Unidos.

En la misma ciudad donde Martin Luther confesó una vez que tenía un sueño, otro hombre negro, Barak Obama, acaba de confesar medio siglo después que le invade una pesadilla.

En USA hartos de Washington y en España cañí resignados con 17 fotocopias

En la misma ciudad donde Martin Luther confesó una vez que tenía un sueño, otro hombre negro, Barak Obama, acaba de confesar medio siglo después que le invade una pesadilla: “los americanos están hartos de Washington”.

  

Coño, lo mismo que ocurre en España! Sólo que aquí estamos hartos de 17 Washingtons y, allí, por lo menos, únicamente de uno. ¡Si es que se queja usted de vicio, Mister Presiden! ¡Si yo le contara…! Aquí, verá usted, estamos hasta los huevos de Barcelonas, Vitorias, Sevillas, Valencias, Toledos, Santiagos, Pamplonas y pamplinas y un horror de capitales, de gobiernos, de Congresitos, de Secretariños del Tesoro, de Corteciñas Supremas, de Casa Blanquitas, de pandillas autóctonas de “All the President´s Men” que te montan un Gürtellgate, un EREgate, un Palaugate, una “pirulagate” en cuanto te descuidas, macho.

Nos salen la Casas Blancas por las orejas, oiga. Y ninguno de sus inquilinos, 17 Obamitas, cada uno de su padre y de su madre, tiene la vergüenza torera de hacer por lo menos autocrítica. Ninguno acepta que los gallegos, los vascos, los catalanes, los valencianos, los andaluces puedan estar hartos de sus respectivas capitales. Ca. Aquí todos hacemos vudú con Madrid capital de España, esa réplica descafeinada, destartalada y cañí del genuino Washington D.C.

Washington DC: una ojiva nuclear política y financiera

Washington es ese punto en los mapamundis al que conducen todos los caminos, como in illo témpore conducían a Roma.

El ombligo geopolítico y geoeconómico en el que ha estado mirándose occidente desde que acabó la II Guerra Mundial, empezó la larga y tortuosa guerra fría, se desvaneció el incipiente sueño de Camelot de JFK, se encendió la mecha de los Apolos que nos permitieron alcanzar la luna, se embadurnaron de barro las virginales ideas de “Platoon”, ¡oh cielos!, en ensordecedores, despiadados e irracionales campos de batalla del Vietnam y se activó el detonador de la bomba atómica financiera, económica, política, social, cuya onda expansiva de radioactividad ha convertido al llamado Primer Mundo en una gigantesca reproducción de Hiroshima, ¡Hiroshima mon amour!, aquel lejano y maldito después.

Se derrumba el Babel político, económico y administrativo USA

La capital de EEUU, o sea, la capital del mundo que ha apuntalado sus cimientos con pedazos de euforia procedentes del derribo físico y psíquico del Muro de Berlín, tiembla como una inmensa Torre de Babel humana, política, presupuestaria, administrativa, ante los primeros indicios de que los dioses del Olimpo genuinamente americano han dejado de hablar el mismo idioma. Sigue sonando el Barras y Estrellas, naturalmente. Pero en las cloacas de la ciudad de las sombras se amontona la basura desde hace muchas décadas.

En los contenedores de basura de su historia ya no caben más residuos sólidos humanos, oye. Manos sucias que mecieron la cuna de los pistoleros que liquidaron a los Kennedy; guionistas de cine de terror que diseñaron el apagón irreversible de la voz del reverendo Luther King; restos de electrónica nocturna y alevosa del “Warwegate”, ríos de saliva envenenada de los “gargantas profundas” que se reproducen, como hongos, en el húmedo hábitat del poder; posos miserables del Tea Party five o´clock; empresarios corruptores, congresistas corrompidos, senadores corruptos, sindicatos en descomposición moral…Nunca como ahora, con su pueblo padeciendo el estigma de la maldición de Washington, ha tenido más sentido el grandilocuente cierre habitual de la intervenciones del presidente más poderoso de la Tierra: ¡Dios bendiga América!

Todas las capitales son Washington
No es un estigma de la ciudad donde reside el poder, sino del poder, en todas sus manifestaciones, que ha ido fijando su maléfica y reconcentrada residencia en la ciudad, cualquier ciudad, ¡tantas ciudades!  Es la maldición bíblica de una capital, cualquier capital, ¡tantas capitales! Es la invasión de la ambición, de la codicia, de la corrupción, del enfermizo y denigrante juego de tronos en un Washington, cualquier Washington, ¡tantos Washington! que desprenden un insoportable y sostenible olor a podrido.
Lo que harta al personal son las capitales centrípetas y centrífugas, las alas oeste de la Casas Blancas, las claustrofóbicas y endogámicas conspiraciones ejecutivas, legislativas y judiciales, la prostitución en la que se cobran los sobres y la cama aparte, la corrupción como competencia de un Estado y como competencia transferida a landers, reinos unidos o comunidades autónomas, la impunidad como un derecho de pernada para perseguir oscuros objetos de deseo.
En definitiva, el paradigmático olor a mierda, con perdón, que rezuma esa capital de capitales que, según Obama, ha hecho rebosar el vaso de la paciencia de los americanos ¿De verdad no les suena esto? Erase una vez en América; Erase una vez en España…

 

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