La unidad de acción se resquebraja en España

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en La Moncloa. / Twitter
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en La Moncloa. / Twitter
La situación actual es el sueño de cualquier gobernante: máxima exposición mediática y sin control parlamentario, reducida la oposición al silencio o al aplauso sin condiciones. Al tiempo, parece asumido que tras la crisis del virus vendrá la crisis de la economía y del empleo.
La unidad de acción se resquebraja en España

Este jueves el Vicepresidente Tercero del Gobierno y representante de la facción podemita regresó por partida doble a la vida pública, saltándose por segunda vez la cuarentena que él mismo asumió, algo que expone a los demás ciudadanos a multas pecuniarias. El objetivo era dar un discurso político que contradecía a otros miembros del Gobierno y sobre todo ponerse al frente de los servicios sociales del país con una inyección de fondos económicos. En paralelo, a través de una disposición de medidas para hacer frente a la crisis, se modificaba la legislación para que pudiese cumplir su vieja obsesión de acercarse al CNI.

Para contrarrestarlo en términos de comunicación, rescataron a la Vicepresidenta Segunda, de la facción independiente del Gobierno, para ofrecer un tibio apoyo al discurso del Jefe del Estado, y a la Vicepresidenta Cuarta, de la facción socialista, para decir no se sabe muy bien qué.

Además se han instaurado ruedas de prensa de los responsables técnicos de los ministerios implicados, con los jefes del Estado Mayor, Policía y Guardia Civil, así como la responsable de Transportes y el portavoz de la crisis sanitaria, Fernando Simón. Salvo el último todos aparecen envarados, más atentos a no salirse del guión que a transmitir información relevante. Incluso la frescura que en las semanas precedentes mostraba el Dr. Simón al explicar de forma sencilla problemas graves y complejos, ha dado lugar a la rigidez, consciente de que el marco ha variado y ahora es el poder del Estado el que de forma vicaria se exhibe en ruedas de prensa sin periodistas presenciales.

Con tantos comunicadores, es inevitable la cacofonía y por tanto la confusión. La situación actual es el sueño de cualquier gobernante: máxima exposición mediática y sin control parlamentario, reducida la oposición al silencio o al aplauso sin condiciones. Los presidentes del Gobierno y de las comunidades autónomas están mostrando su capacidad o sus limitaciones para el liderazgo mientras sus respectivas oposiciones han desaparecido por la fuerza de las circunstancias. A ellos se ha sumado el Alcalde de Madrid en razón de la gravísima crisis que en esa ciudad se vive.

Algunos ya han comenzado a mostrar las divergencias políticas. Desde luego los presidentes de Cataluña y País Vasco, siempre temerosos de que la sombra del Estado oculte sus pequeños virreinatos. También la Presidenta de Madrid que ha destapado una actuación del Ministerio de Sanidad, la incautación de material de protección, mal explicada. Son los primeros síntomas de debate político en la gestión de la crisis.

A pesar de ser prácticamente el único argumento informativo durante estos días, muchos asuntos permanecen inexplicados. Por ejemplo la participación de las Fuerzas Armadas en tareas que no parecen propias, como refuerzo policial o en labores de desinfección de instalaciones. Para lo primero no parece existir carencia de efectivos. En España todos los cuerpos policiales suman más de 200.000 profesionales. Lo segundo es una tarea propia de empresas especializadas, cuyos trabajadores asumen los mismos riesgos que los militares y por tanto deben disponer de las mismas medidas de protección. Lo visto hasta ahora apunta a una operación de imagen.

Por otra parte, indirectamente, se ha puesto de manifiesto un problema estructural: los datos estadísticos insuficientes. En España la salud está transferida a las comunidades autónomas. El Ministerio de Sanidad tiene pocas competencias y depende de los acuerdos establecidos para lograr estadísticas sanitarias. Aunque ayer se ofrecieron algunas cifras, es evidente, como han denunciado medios especializados, que sabemos menos de lo que deberíamos sobre aspectos cruciales de la epidemia. Por otra parte la repentina virulencia en la propagación del virus en residencias de mayores, muestra una realidad preocupante como es que en las franjas de mayor riesgo no se adoptaron medidas suficientes, según denuncian los trabajadores de los centros afectados.

Queda mucha crisis por delante pero la comunicación debería de mejorar y de centrarse. No es cuestión de muchos sino de los necesarios. Pero también debe mantenerse suficiente diálogo con los presidentes autonómicos para implicarlos en los objetivos comunes, escucharlos en la toma de decisiones y evitar que los desencuentros minen la confianza en el Gobierno, que no es muy elevada según una encuesta publicada este viernes. Por otra parte el desasosiego crece y el temor por el empleo es superior al del contagio. Parece asumido que tras la crisis del virus vendrá la crisis de la economía y del empleo. @mundiario

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