¿Hay alguna alternativa a otras elecciones en España que no sea un gobierno de progreso?

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. / periodistadigital.com
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. / periodistadigital.com

Sólo un gobierno presidido por Pablo Sánchez y, seguramente, vicepresidido por Pablo Iglesias puede evitar las nuevas elecciones estatales en este semestre. Pero no llega con PSOE y Podemos.

¿Hay alguna alternativa a otras elecciones en España que no sea un gobierno de progreso?

Sólo un gobierno presidido por Pablo Sánchez y, seguramente, vicepresidido por Pablo Iglesias puede evitar las nuevas elecciones generales en este semestre. Pero no llega con PSOE y Podemos, ni siquiera sumando a los socios en las nacionalidades de los morados. El PNV debe votar a favor y los independentistas catalanes no votar en contra. Una vez más, como ya dijimos el 22-D, la clave es la territorial.

Independientemente de la apuesta del establishment mediático por la gran coalición PSOE-PP (con la guinda de Ciudadanos), parece que la única alternativa a unas nuevas elecciones en este mismo semestre es el llamado Gobierno de progreso,  presidido por Pedro Sánchez y vicepresidido por  Pablo Iglesias.

La clave de este Gobierno es la del respeto a la plurinacionalidad política del estado español. Porque a Sánchez no le  llega con el apoyo de Podemos e IU. Ni siquiera con el de En Marea, Compromis o En Comú Podem. No, precisa además del voto a favor del PNV y del apoyo a modo de abstención o ausencia de los independistas catalanes de ERC y Democracia i Llibertat . Por ello, acierta Pablo Iglesias al considerar inviable que Ciudadanos pueda apoyar esta alternativa.

Todas estas fuerzas tienen, por votos, legitimidad suficiente  para formar una base parlamentaria de apoyo a un nuevo Gobierno. Un Gobierno al que le estará vedada la reforma constitucional, aunque si tendrá amplias posibilidades de conformar una agenda potente.

Este hipotético Gobierno, en lo territorial, podría intentar encajar,  poco a poco y diluidamente, el derecho a decidir de las nacionalidades y, mientras,  revertir a favor de los poder territoriales la recentralización de Aznar y Rajoy, restaurando además la autonomía local de los ayuntamientos. Podría,  también, afrontar un ambicioso programa de reformas legales a favor de la regeneración democrática, para conseguir una gobernanza transparente y un sistema electoral más justo.

En lo que toca a las políticas económicas y la agenda social,  es verdad que la Unión Europea restringe bastante el margen de maniobra de todo Gobierno. Pero también es verdad que un frente de gobiernos progresistas europeos (Grecia, Italia, Francia, Portugal, el Estado español y quizás Irlanda) podría reajustar las exigencias de déficit de Bruselas y propiciar un giro hacia políticas asimilables a las desarrolladas con éxito por Obama. Además, los márgenes internos (política energética, reformas fiscales, etc.)  permitirían diseñar políticas sociales y de reactivación económica incluso en el actual contexto europeo.

Un Gobierno de progreso de esta clase no haría la revolución, ni falta que hace. Pero  quizás constituya una posibilidad para mirar hacia la ciudadanía en lugar de exclusivamente hacia las élites e ir, así,  desatascando los graves problemas colectivos, comenzando por el social y por el territorial.

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