El trumpismo tardará en irse aunque se haya ido Trump

Manifestante sostiene una banderola que presenta a Trump como Rambo / Tayfun Coskun, Anadoly Agency
Manifestante sostiene una banderola que presenta a Trump como Rambo / Tayfun Coskun, Anadoly Agency

Buena parte del mundo celebra la toma de posesión de Biden como presidente de EEUU, al tiempo que se alegra con que se haya ido su antecesor.

El trumpismo tardará en irse aunque se haya ido Trump

La satisfacción crece en la medida en que se van conociendo los primeros decretos y decisiones del nuevo presidente, especialmente las relativas a la reversión de  políticas sobre el cambio climático, la cooperación con la OMS y, en el interior, las que reconsideran diversos aspectos de la inmigración y la pelea con la Covid-19. Otra cosa es qué vaya a cambiar la política exterior americana, especialmente a sus relaciones con Europa.

Trumpismo

El riesgo, no obstante, está en que no ha disminuido automáticamente el número de los partidarios de las maneras, juicios y prejuicios, de que hizo gala el anterior presidente.  Se ha de reconocer que ese estilo ya estaba ahí y que Donald Trump llegó a la presidencia americana hace cuatro años, en buena medida, porque aprovechó su potencial para ganar las elecciones anteriores. Ni fue la primera vez en la Historia -ni seguramente sea la última-, en que alguien sin reparos morales abuse de la manipulación informativa para que su relato segado propicie criterios para dirigir asuntos públicos; la libertad, la democracia y sus mejores atributos éticos, pueden ser retorcidos hasta propiciar intereses absolutamente sectarios, con total desprecio del interés ciudadano.

Siempre hay atrevidos capaces de poner en funcionamiento maneras dogmáticas, excluyentes y autoritarias para organizar la vida común. En lo que atañe a EE UU,  más de un 80% de los votantes de Trump cree que le robaron estas últimas elecciones y que debiera haber sido él el que repitiera en la Casa Blanca; y todavía es más relevante que el 45% de los votantes americanos le haya votado. El gran reto de la política de Biden –en estos dos primeros años de su mandato- será soldar la división profunda que tiene la sociedad americana; convencer a la mitad de EEUU de que el supremacismo blanco no es el camino adecuado para un país que ha tenido a gala ser el gran propulsor del etnocentrismo americano, sobre todo en los últimos setenta años. Ese trasfondo cultural, tan asentado, será muy difícil de remover, justo ahora cuando han crecido los que, sin razones posibles, están convencidos de ser dueños de “la verdad”, y difunden constantemente –en nombre de su libertad- opiniones que el campo científico ha desmontado hace muchos años.

Empacho y hartazgo

Cuando hace unos días Iñaki Gabilondo renunciaba a seguir escribiendo su cotidiana columna sobre el panorama político español, en buena medida tuvo presente la creciente presencia de esta tendencia también en España. Hay un importante pasado de trampas con la Historia española que nos han impuesto como única, especialmente en la etapa franquista; y desde 2003, el año del “Tamayazo”, se han producido personajes muy celebrados por determinados medios y, estos mismos días, son muy visibles comportamientos tan poco democráticos de algunos, incapaces de atenerse a la lealtad y la verdad, para quienes los protocolos que igualan a todos para vacunarse están para jugar a saltárselos privilegiadamente. Entre los aprendizajes que debiéramos no olvidar estos días de cansancio pandémico,  está el no dejarse seducir por quienes más hablan de “valores” en este mundo actual sin cambiar las viejas normas. Como estudia Peter Mertens (Los olvidados, Atrapasueños), muchos de los que controlan la producción, creen que el mundo es suyo y ocultan el trabajo real de quienes trabajan para producirla -sean médicos, profesionales, maestros, albañiles o bomberos-, por imprescindibles que sean para que esto funcione. En España, y en Europa, también hay trumpistas con mucho poder, conferido por sus seguidores. @mundiario

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