Trump rompe todos los filtros y obstáculos de ley para nuevas deportaciones

Donald Trump. / RRSS
Donald Trump.

Washington ha dado más poder a sus autoridades en Seguridad Nacional y pone en plan un proyecto destinado a las deportaciones masivas, especialmente de los oriundos de México.

Trump rompe todos los filtros y obstáculos de ley para nuevas deportaciones

Donald Trump ha iniciado este martes con una medida destinada a ejercer deportaciones masivas. El presidente estadounidense se ha cargado la herencia que dejó Barack Obama y empieza a arrinconar a todos los indocumentados. El Departamento de Seguridad no solo ha recibido más poder y se ha nutrido con hasta 15.000 nuevos agentes, sino que encima podrá expulsar de los Estados Unidos a cualquier persona "sin papeles" que lleve menos de tres años en el país.

"No queremos crear pánico ni proceder a deportaciones masivas, sino sólo hacer cumplir la ley", se defendió la Casa Blanca, consciente de que estas nuevas medidas han esparcido el pánico entre los 11 millones de indocumentados que podrían ser expulsados. Obviamente, pocos creen esa excusa. Hasta ahora los agentes contaban solamente con la competencia de capturar a quienes cometieran delitos graves. Estos nuevos movimientos amplian su jurisdicción y apenas se tomarán en cuenta algunas excepciones. "Todos aquellos que violen las leyes de inmigración pueden ser sujetos de los nuevos procedimientos, incluyendo la expulsión de Estados Unidos", reza el nuevo mandato.

"Esta medida será usada excepcionalmente y solo en los casos donde, después de un atento estudio de las circunstancias, se considere necesaria por razones humanitarias o por un significativo beneficio público", prosigue la orden. En otras palabras, los indocumentados no podrán moverse sin tener a las autoridades encima e incluso su misma libertad provisional podría verse en peligro.

La directriz es un intento de Washington por saltarse lo más rápido posible los obstáculos que pone la ley para deportar a estas personas lo más rápido posible. Con ese fin, Trump se ha desecho también de las trabas que retrasaban las expulsiones. Dicho método era válido solamente para aquellos inmigrantes que llevasen menos de 15 días en el país y que no se hubieran desplazado a más de 160 kilómetros de la frontera. Ahora, esa distancia mínima se aumenta al igual que el plazo, que será hasta de dos años. Las únicas excepciones serán los menores de edad, los refugiados y aquellos que tengan todos los documentos legales.

Pero la orden abarca también a padres con hijos. No obstante, a fin de detener o intentar contener la entrada de menores de edad que lleguen desde Centroamérica, que en los últimos 30 años ha subido a más de tres millones, se impondrán castigos más fuertes a los padres e incluso se les podrá procesar penalmente si acuden a redes de tráfico humano, como es habitual.

Por si fuera poco, la nueva medida también facilita más poderes para los agentes de inmigración. A fin de ser lo más eficientes posible, John Kelly, jefe de Seguridad Nacional, ha dado a sus hombres "autoridad completa para arrestar al extranjero de quien se considere probable que haya violado las normas de inmigración", asegura El País. El texto aclara algunas prioridades para las detenciones, aunque las mismas son muy pocas y ambiguas, al punto que queda a discreción del agente determinar si el individuo es un peligro para la seguridad de los demás.

Así las cosas, todo apunta a México como la gran víctima. Con estas maniobras, el presidente de Estados Unidos deja claro que empieza a colocar los fundamentos psicológicos y políticos para la construcción de su muro fronterizo con su vecino del sur. A la vez, inicia la identificación y cuantificación de " todas las fuentes directas o indirectas de ayudas federales y de asistencia al Gobierno mexicano". Pese a que no lo expresa deliberadamente, Trump quiere saber cuánto dinero inyecta Washington al país latinoamericano para encontrar una forma de que sea con ese dinero con que se construya el muro, la gran insignia electoral del mandatario.

Trump deja claro que no está dispuesto a recular en su persecución a los mexicanos, a quienes ve como la fuente de todos los males. "Nos está matando. Un país que no puede proteger su frontera no es un país. Es una locura", llegó a pronunciar en su momento en referencia a la inmigración del último escalón de la cadena social del gigante norteamericano.

Eso sí, de Obama se puede decir que también fue muy severo en este aspecto. Sus ochos años de Administración reportaron nada menos que a 2.8 millones de deportaciones, máximo histórico. Sin embargo, el demócrata también promovió varios programas para favorecer su absorción, incluidos a todos aquellos jóvenes indocumentados que llegaron a Estados Unidos en su niñez. Ese segmento, llamado Dreamers, de momento no entra dentro de las víctimas de este nuevo mandato.

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