Trump, el presidente que cumple con sus promesas electorales

Donald Trump jura el cargo acompañado de su esposa. / RTVE.
Donald Trump jura el cargo acompañado de su esposa. / RTVE.

Es paradójico que mientras en el Foro Económico Mundial en Davos, el presidente de China –en donde gobierna con mano de hierro el Partido Comunista- defendía el libre comercio y rechazaba el proteccionismo, Trump, el capitalista, plantea lo opuesto.

Trump, el presidente que cumple con sus promesas electorales

Donald Trump es un espectáculo móvil. En él se sintetizan la política, la arrogancia y el show. Lo que hace y dice es noticia donde quiera que vaya. Lo es por lo histriónico y porque –a diferencia de la mayoría de políticos- está cumpliendo sus anuncios electorales independientemente de las consecuencias.

Pero hay un aspecto contradictorio en sí mismo, que puede ser a fin de cuentas, lo que lleve al freno del impetuoso presidente y acaso al abrupto fin de su gestión. Antes de y por encima de político, Donald Trump es empresario, y como tal ha llegado a ser multimillonario, con inversiones en diversas partes del mundo. Las posee en al menos tres continentes: América por supuesto, Europa y como no, Asia.

Lenin, el teórico y revolucionario ruso, argumentó en 1916, que una de las características consustanciales del capitalismo monopolista (su fase imperialista le llamó) era la exportación de capital. Más allá de las derivaciones políticas del estudio leninista, la globalización, la transnacionalización de la economía con particular fuerza en las últimas tres décadas, han confirmado de manera contundente sus apreciaciones.

Sería imposible la fortuna de Trump sin que haya exportado capital, sin inversiones directas en el extranjero. Como lo serían las del español Amancio Ortega, del estadounidense Bill Gates o del mexicano Carlos Slim. Por muy grandes que sean los mercados de origen de esos capitales, igual que muchos otros, se quedaron estrechos ante su propio crecimiento  en un mundo global que demanda y atrae inversiones foráneas.

Sin embargo, uno de los ejes de la campaña electoral de Trump -anuncio de su gestión gubernamental-, fue el proteccionismo estatal a las empresas nacionales de los EE UU frente a la competencia extranjera, pero también la cuasi obligatoriedad del retorno de muchas inversiones que habían migrado, so pena de pagar más impuestos, incluso exorbitantes. Y esto tiene un doble objetivo: recuperar puestos de empleo en los propios Estados Unidos, especialmente en industrias emblemáticas como la automovilística, con las consecuencias sociales y políticas que ello conlleva y dar ventaja a su propia economía en el escenario de la competencia global.

Eso en sí mismo podría parecer no solo necesario sino justo, si no fuese porque el mundo de hoy es diverso, la economía -y la vida- global y porque Trump ejecuta  esas acciones de gobierno desde posiciones ideológicas mesiánicas, rozando el ultra nacionalismo, con el miedo al terrorismo como plataforma  de su política xenofóbica y anti migrante.

Necesita –en sus cuentas- depurar el mercado laboral estadounidense, invadido de migrantes ilegales (potenciales delincuentes y terroristas además, dice) para que el sistema asimile la mano de obra y le ofrezca bienestar a sus trabajadores; requieren las empresas estadounidenses la protección del estado para ser competitivas. Propone, vocifera: “Primero Estados Unidos”, igual que Hitler reivindicaba el verso del viejo himno alemán: “Alemania sobre todo”.

Es harto paradójico que mientras en el Foro Económico Mundial en Davos, el presidente de China –de la República Popular China, la de Mao, la que gobierna con mano de hierro el Partido Comunista- defendía el libre comercio y rechazaba el proteccionismo, Trump plantea lo opuesto. Es claro que aquellos comunistas no lo son más, pero Trump sigue siendo un capitalista.

Las abiertas críticas de transnacionales a sus últimos medidas ejecutivas y  las abiertas contradicciones con la Unión Europea, suman un conflicto que se agrava rápidamente. El mundo asiste a una nueva etapa en el desarrollo de las contradicciones en el seno del capitalismo… y del “socialismo”. Por eso mismo, amén de hacer frente a las políticas del presidente estadounidense,  la lucha por la democracia y las libertades, de su establecimiento o defensa, debe estar dotada de contenidos viables, realistas, en lo económico, en lo social, en lo cultural. Si no, surgirán más y nuevos Trumps, aquí y allá, con sus despropósitos populistas, mesiánicos y xenófobos.

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