Trump actúa con brutalidad

Donald Trump. / RR SS
Donald Trump. / RR SS

La condición humana, por naturaleza, tiende a buscar mejores condiciones de vida. Y está en todo su derecho de migrar. Y la globalización, ha coadyuvado. Miles de latinos, principalmente centroamericanos, piden asilo a Estados Unidos, pero a la mayoría le es negado. Por tanto, optan por la ilegalidad.

Trump actúa con brutalidad

No sé si tuve buena o mala suerte de ver un video de un centro de detención donde se encontraban niños inmigrantes ilegales encerrados en jaulas con llave como si fueran animales.

Muchos agarrados de las rejas se ahogaban en llanto reclamando a gritos: “mamá” “papá”. Eran niños preescolares. Si tenían suerte, encontraban a uno de sus hermanos, sino se quedaban allí tan solos, aterrorizados y confundidos, que se orinaban en sus pantalones.

Una pequeña lloraba tanto que acabó vomitando. Incluso, un niño de diez años con el Síndrome de Down fue llevado allí.

Una niña repetía el teléfono de una tía que vive en Estados Unidos. Todos, sin embargo, la ignoraban. Los guardias fronterizos, fríos como el hielo, le gritaban “¡Cállate niña!”. Lo terrible es que en aquellos centros, también se encontraban bebés de pecho que debían ser alimentados por sus madres.

Antes de ser separados de manera forzosa de sus padres y luego encerrados, habían sido victimas de una persecución inclemente.

Los inmigrantes ilegales, al cruzar la frontera entre México y Estados Unidos son sujetos a redadas donde son perseguidos por guardias armados y con perros listos para morderlos; en camionetas con sirenas ensordecedoras; y en helicópteros de donde los gritan con megáfonos y los enceguecen con luces.

Ellos, en tanto, huyen corriendo entre los sembradíos, solos o con sus familiares. Los que son atrapados, son detenidos y procesados como si fueran delincuentes, que no lo son. Y luego, un juez decide si son deportados. Ésta es la prueba que, el gobierno estadounidense criminaliza a los inmigrantes.

Como la ley no permite que menores sean detenidos, la Administración Trump aplicó la política de “tolerancia cero”. No así el gobierno de Obama ni de Bush.

Según el Departamento de Seguridad Nacional, entre el 5 de mayo al 19 de junio de este año, 2.342 hijos de ilegales fueron separados de sus padres.    

Dicha cruel política dio lugar a que sean llevados a centros de detención en 16 estados donde están aún más distanciados de sus progenitores.

Llegan a aquellos centros donde no entienden el idioma, no conocen a nadie y se les asigna una colchoneta de color verde donde duermen vestidos en el piso. Muertos de frío, se tapan con una frazada de color metálico y observan a otros niños cambiar los pañales a niños más pequeños.

Se quedan allí sollozando y tratando de dormir en medio de un coro de llantos de sus pequeños compañeros de encierro. Al día siguiente hacen fila para ser alimentados.

Lo escalofriante es que no sólo los niños ignoran donde se encuentran sus padres sino que la mayoría de los papás tampoco saben donde están sus hijos.

Dicho escenario dantesco me recuerda cuando los nazis, antes de mandar a las madres judías a las cámaras de gas, arrancaban de sus brazos a sus hijos. Los que eran blancos y rubios, eran entregados a familias alemanas para su adopción y pasar por arios.

¿Que niño pueden comprender que sus padres lo hayan enviado a cruzar la frontera o que sus papás hayan decidido llevarlo a él y a sus hermanos al “país de las oportunidades” donde podrán realizar “el sueño americano”? ¿Dónde su familia saldrá de la pobreza con el trabajo y podrán tener una casa, aprender inglés (el idioma más universal), recibir educación gratuita, y finalmente obtener un trabajo que será su seguro de vida?

La condición humana, por naturaleza, tiende a buscar mejores condiciones de vida. Y está en todo su derecho de migrar. Y la globalización, ha coadyuvado. Miles de latinos, principalmente centroamericanos, piden asilo a Estados Unidos, pero a la mayoría le es negado. Por tanto, optan por la ilegalidad.

Estados Unidos es, sin duda, el país de las oportunidades. El que trabaja, gana lo suficiente para poder tener un nivel de vida aceptable.

El presidente de dicho país carece de empatía. Pretende manejar a su país como si fuera su empresa. En su corta gestión ha tomado una cadena de malas decisiones. Ésta, sin embargo, es la peor porque mostro su inhumanidad.

Este escenario dantesco de separación, es parecido al de una guerra. En cierta manera lo es. Es una contienda cuasi declarada porque Trump está obsesionado con los inmigrantes. Incluso utilizó el tema para su campaña electoral. Muchos votaron por él porque repudian a los extranjeros.  

Trump es racista y xenófobo. Siempre ha sido. Su abuelo paterno llegó a Estados Unidos como inmigrante donde construyó una casa. El primer piso hacia de bar y el segundo de prostíbulo.

Su padre, experto en bienes raíces, hizo una fortuna al borde de la legalidad. Y Donald, heredó el negocio.

Cuando alquilaba sus departamentos, sus secretarias se aseguraban que no fuera a hispanos ni a afroamericanos. Al velos, escriban en la solicitud la letra C que significaba color y eran rechazados. Aquella discriminación, lo llevo a la Corte.

El actual presidente, ha rechazado públicamente a los inmigrantes. No pierde ocasión para insultar a los mexicanos.

Les tiene tal mala voluntad que uno de sus objetivos es construir el mentado muro de 3.000 kilómetros que separe México de su país. Exigió a México que lo pague, pero el entonces presidente Peña Nieto se negó.

El presidente electo López Obrador afirmó: “Estamos en contra del muro, es una ofensa”. Respecto a su relación con Trump, declaró que ambos acordaron buscar “una relación de amistad y cooperación”.

Un muro será inútil ya que los inmigrantes son más astutos de lo que Trump se imagina, a pesar de echarles los lobos encima. Él dice que cumple con la ley.

Curiosamente más de un millón de estadounidenses indocumentados vive en México. La mayoría son jubilados temporales que no han tramitado su residencia.

El presidente de Estados Unidos carece de visión política. En política exterior, es elemental tener buenas relaciones con los países vecinos. Más aún cuando México es uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos y éste para aquél, el principal.

La repetitiva retórica antiinmigrante de Trump, tiene harto a los inmigrantes y a los ciudadanos pensantes, así como su slogan Make America Great Again.

Estados Unidos siempre ha sido un gran país. La política aplicada por Washington, no es la cara del pueblo estadounidense. Éste se caracteriza por ser trabajador, respetuoso de las libertades ciudadanas, de las leyes y defensor de los valores democráticos.

La “tolerancia cero” ha sido criticada por autoridades del mundo, aunque no lo suficiente. Según el derecho estadounidense y el internacional, es una violación a los Derechos Humanos. Y ante tanta presión, Washington decidió revertirla.

Dicha política ha sido una suerte de estrategia de negociación para presionar a que los demócratas aprueben en desembolso de U$ 25.000 millones para la construcción del absurdo muro.

Lo más probable es que provoque el efecto contrario y no le concedan aquél capricho. Ellos, y los mismos republicanos, han sido los primeros en criticar tan perversa separación.

También es posible que la “tolerancia cero” haya sido una medida de presión a los ilegales. Que ésta haya tenido el fin de que los padres, cuya mayoría no tiene información de sus hijos, los echen tanto de menos que se rindan, se los devuelvan y retornen a sus países. Una estrategia machiavélica.

Laura Bush publicó un artículo en el Washington Post que dice que lo sucedido es “cruel e inmoral”. Lo comparó a cuando Estados Unidos, durante la Segunda Guerra, internó a japoneses en campos. Según la ex primera dama, fue “uno de los episodios más vergonzosos de la historia de su país”.

Cuando dicha guerra, el gobierno estadounidense internó en campos de concentración a cerca de 120.000 personas entre italianos y alemanes, pero en su mayoría japoneses, que tenían la ciudadanía de ese país.

Los estadounidenses olvidan el gran aporte que han realizado los inmigrantes a su país. No sólo forjaron una nación multirracial y multicultural enriquecedora sino que con su trabajo, ayudaron a desarrollar un país, ahora el más poderoso de la tierra.

Incluso los afroamericanos, que fueron traficados de la forma más abominable, han dado grandes victorias en los deportes y las artes, poniendo en alto la imagen del país.

En el pasado las visas no eran necesarias para entrar a Estados Unidos. Cualquiera podía cruzar la frontera sin documentos. Aquello era considerado una violación menor de la ley.

Elis Island, donde erige la Estatua de la Libertad, fue emblemática para los inmigrantes que llegaron en barcos desde Europa. Representa la libertad y emancipación contra la opresión. Dicha estatua era lo primero que divisaban al llegar cargados de ilusiones y desafíos. Listos para trabajar en lo que se pueda. Era el icono de bienvenida al nuevo mundo. Hoy es una utopía.

La isla, desde 1892 hasta que su clausura en 1954, recibió cerca de 12 millones de inmigrantes. La única condición para entrar era que estén en buen estado de salud y que no hubiesen cometido delitos.

Al día llegaban a entre tres a cinco mil personas en barcos que venían principalmente de Europa huyendo de las hambrunas, el desempleo y las guerras. Hoy cien millones de estadounidenses descienden de aquellos que llegaron.

Actualmente la población inmigrante legal e ilegal llega a casi 43.7 millones. La primera mayoría son hispanos (cuyo mayor porcentaje son mexicanos) y la segunda asiáticos, en un país de 325.7 millones de habitantes. Prueba clara es que el español es considerado el segundo idioma.

Según el Centro de Estudios de Migración, el número de indocumentados en Estados Unidos el 2016, era de 10.8 millones.

Los ilegales, que son tan vulnerables como los que viven en la pobreza, siempre han realizado los trabajos más duros como cosechar la siembra bajo un calor asfixiante; limpiar baños y recoger la basura; manejar un camión o un taxi durante horas; o descuartizar animales para vender la carne. Y por esto reciben salarios más bajos que los nativos a pesar de ser igualmente calificados. Su trabajo mal pagado, ha enriquecido a muchos ciudadanos de ese país.

Un estudio del Instituto sobre Política Fiscal y Económica, afirma que los inmigrantes indocumentados pagan en impuestos el 8% de sus ingresos. Un hogar de indocumentados promedio, paga cerca de U$ 10 mil al año en impuestos que incrementan el presupuesto público.

La Secretaria de Trabajo de Estados Unidos informó el 2015, que 26.3 millones de inmigrantes trabajan en dicho país. La mitad esta compuesta por hispanos. Éstos, representan el 16.7% de  la fuerza laboral. Estadísticas demuestran que el nivel de desempleo de los inmigrantes es menor que los nacidos en aquél país.

Según el codirector de política migratoria de la universidad de Stanford Jens Heinmueller, el 40% de las 500 empresas como Apple, Google y otras, han sido fundadas por inmigrantes o sus hijos.

Un caso notable es el del empresario boliviano Marcelo Claure, de 48 años. Según Wikipedia, fundó su empresa de venta de celulares Brightstar Corporation con presencia en 50 países de seis continentes. Hoy es el CEO de Sprint Corporation, cuyas oficinas se encuentran hasta en el ultimo rincón del país del norte.

La inmigración, sin embargo, va a continuar, aunque Washington construya el muro que sería una vergüenza. A muchos estadounidenses les incomodan los inmigrantes en gran parte porque son de otras razas, les quitan sus fuentes de trabajo y hacen que bajen los salarios.

El hecho es que la “tolerancia cero” es un tema condenable que aún no está resuelto y traerá consecuencias. Lo primordial es que las autoridades entreguen de forma inmediata los niños a sus padres. Un juez federal exigió que el pasado 10 de julio el gobierno devuelva a los niños menores de 5 años, pero sólo entrego a 63 y la mayoría sigue en custodia.

El juez ha dado un plazo hasta el 26 de este mes de julio, para que todos los menores se reúnan con sus familias. Las autoridades sólo han devuelto a cerca de 550. Es posible que la actual administración presione al Congreso para que suscriban leyes migratorias más severas. Lo fundamental, sin embargo, es que se promulgue una ley que prohíba que las familias de los ilegales sean separadas. @mundiario

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