Trivialización mediática y fashionismo político, de moda en España

Político sin corbata. / Facebook Albert Rivera
Político sin corbata. / Facebook Albert Rivera

Parece ser que quienes marcan actualmente las tendencias de moda son las y los líderes políticos, convirtiéndose en objetivo mediático de coolhunters amateurs.

Trivialización mediática y fashionismo político, de moda en España

Durante los últimos días me hallo algo desconcertada. Parece ser que quienes marcan actualmente las tendencias de moda son las y los líderes políticos, convirtiéndose en objetivo mediático de coolhunters amateurs.

Por un lado, Albert Rivera y los suyos marcan tendencia. Tanto es así, que en las redes sociales circulaba hace relativamente pocos días un tweet humorístico donde se comparaba los carteles de su formación política- Ciudadanos- con la publicidad de una ya desaparecida y popular clínica de retoques estéticos. Albert Rivera constituye el estandarte de la asertividad de manual y su imagen acorde, de pijerío irreverente, representa el actual coolismo político.

La peor parte, en esto del escrutinio minucioso de los looks, se la llevan los representantes de formaciones de izquierda, de quienes en los últimos días se han publicado muchos artículos en los que, con mayor o menor ensañamiento, se critica su indumentaria.

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Una de las críticas más mordaces se la llevaba la concejala Roser Maestro (Esquerra Unida) en un artículo publicado hace unos días en El Económico titulado “Margaritas a los cerdos”, donde directamente se la insultaba por cuestionar el acudir vestida de corto a un acto organizado por la Policía Nacional: “Desconoce la señora Roser (que me disculpe por lo de señora, es tratamiento formal), todo aquello referido al protocolo, la etiqueta y, en resumen, a las buenas maneras. Desconoce, digo, tal vez por dejadez, falta de formación o lo que es peor: por obtuso convencimiento. La educación no está reñida con la ideología. La acotación se advierte para que nadie acuda inapropiadamente vestido, no es que alguien quiera verle los muslos, señora concejala”. Y ya advierto a los lectores que este fragmento no es el más cruento del texto. Mientras, el diario ABC tildaba el estilo de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena (de Ahora Madrid), como de “funcionaria de Correos de los años 40”.

Por su parte, en el diario El Progreso, la periodista Marta Rivera de la Cruz- también de Ciudadanos- hacía lo propio con el alcalde de Ferrol,  Jorge Suárez (Ferrol en Común), calificándolo prácticamente de indigente (de lo que se hizo eco La Marea); tomando, además, la parte por el todo. El hábito no hace al monje ¿o sí?

La trivialización mediática

El caso es que leyendo artículos de este estilo una se da cuenta de que lo que hay detrás no es un repentino afán fashionista en las plumas patrias, sino más bien una vieja estrategia ya descrita por el profesor de Sociología y Periodismo, Tod Gitlin en su clásico trabajo The Whole World is Watching (The making and unmaking of the new left), donde explicaba cómo los medios pueden convertirse en aliados o adversarios de determinados movimientos o ideologías mediante el simple uso de una serie de estrategias.

En este caso, la estrategia empleada es la trivialización, que consiste en desprestigiar aspectos superfluos como la forma de vestir de los abanderados de una ideología adversaria. Gitlin ya las planteó en los ochenta para describir cómo los medios en USA habían logrado desmantelar el movimiento estudiantil de izquierdas SDS, como recojo en esta entrada de mi blog.

Por tanto, si Albert Rivera y sus “ciudadanos” son considerados referentes de asertividad y estilo, los candidatos de unidad popular y afines vienen siendo, por oposición, los marginales, con lo que, nuevamente, encontramos otra de las estrategias de Gitlin: la marginalización.

¿Está todo muy estudiado para favorecer desde los medios a la formación considerada llave del bipartidismo?

Cuidado con lo que se lleva puesto

Como apunte curioso, hacer una breve mención a un estudio llevado a cabo el pasado año por la profesora Karen Pine del Departamento de Psicología de la Universidad de Hertfordshire, de cuyos resultados resulta relevante hacer hincapié en que las personas realizan mejor sus tareas cuándo se sienten cómodas con lo que llevan puesto. Dicho de otro modo: la ropa que  llevamos influye en nuestro desempeño en tareas y en nuestros procesos cognitivos, ya que las personas interiorizamos el valor simbólico de lo que llevamos puesto. Tanto es así, que Pine sometió a un grupo de mujeres a un examen de matemáticas, en bañador y en jersey y los resultados de dicho examen fueron mejores cuando éstas llevaban puesto un jersey que cuando lo hacían en bañador. Llevar un abrigo blanco favorecía la claridad mental en los estudiantes y llevar una camiseta de Superman aumentaba su autoestima y autoeficacia percibida.

Personalmente, soy de las que opino que siempre se debe buscar un grado de adecuación al contexto en cuanto a la elección de vestuario (nunca iría a una fiesta en chándal o en ropa excesivamente casual, por ejemplo). No obstante, satisfechos unos mínimos y si los resultados de dicho estudio son fiables, si se interioriza el valor simbólico de la ropa que se lleva puesta, saquen ustedes sus  propias conclusiones:

¿De verdad importa tanto la apariencia? ¿Por encima de la gestión o el desempeño?

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