El tratamiento inadecuado del caso catalán tiende a provocar fractura social

Bandera independentista en Girona. / D.B.
Bandera independentista en Girona. / D.B.

La reforma de la Constitución es la única salida al desencuentro actual ya que daría cabida a una democracia más participativa dotándola de mecanismos de control y transparencia.

El tratamiento inadecuado del caso catalán tiende a provocar fractura social

"Seny", se dice en catalán, "sentidiño", que diríamos los gallegos, es el único camino que puede enderezar el proceso soberanista que se plantea en Cataluña y que actualmente, a mi modo de ver, se halla en un callejón sin salida, situación que, de no modificarse, entraña evidentes riesgos, como cualquiera puede colegir. Merecen el mayor respeto los sentimientos de un contingente importante de catalanes que aspira a la autodeterminación. Al mismo tiempo no albergo duda alguna de que es asunto a tratar con la mayor delicadeza pues existe el gravísimo peligro de provocar una fractura social que erosionaría irreversiblemente la convivencia en ese histórico, rico y próspero país.

Antes de nada y por si algún amigo lector pudiera prejuzgar o etiquetar de antemano el posicionamiento del que suscribe, conviene dejar sentado que uno está a favor de que se celebre la consulta, pero antes será necesario articular el canal legal en virtud del cual pueda llevarse a término, ya que, a tenor de lo que opinan expertos juristas y constitucionalistas esta posibilidad no está contemplada actualmente en la Carta Magna. Si es así, ábrase el melón de la Constitución, mediante el diálogo sereno y sin tensiones, apárquense fechas y plazos y habilítese, como primera e indispensable medida, el camino para que Cataluña, lo mismo que otras nacionalidades históricas o CCAA puedan expresar libremente su opinión sobre asuntos de gran alcance que afecten a la convivencia de todos los ciudadanos, o territorios determinados, entre ellos la posible independencia que propugnen mayorías sociales cualificadas. Que no sería más que ahondar en una democracia participativa y transparente, con mayores mecanismos de control y sanción por parte de los administrados, elementales para evitar el desastre, la situación de decadencia en que ha caído este país, metido en el saco de la corrupción generalizada y con una Justicia a la deriva, fenómenos que atentan a diario contra el Estado de Derecho.

¿Se impone la prudencia?

Por el momento, la prudencia aconsejaría no ir más allá en el diálogo hasta que quedasen sentadas las bases de la legalidad de la consulta, que no debiera ser tarea demasiado complicada. Establecer a priori los pasos a dar a continuación de la reforma constitucional podría empañar y/o condicionar el diálogo inicial. De fechas, fórmula de la consulta, claves del debate previo y demás criterios o normas a seguir, mejor hablar después. No quería terminar sin antes subrayar, si vamos a la génesis reciente de la ola soberanista, de que llegamos a este punto porque se han dado errores y despropósitos de bulto por una y otra parte. Inmovilismo a ultranza por parte del Gobierno central, cautivo del ala más radical del PP y, por el otro lado, toma de decisiones unilaterales bajo el planteamiento inicial del sí o sí, táctica de las cartas marcadas, o lo tomas o lo dejas, con que arrancó Mas, hojas de ruta que conducen a ninguna parte. Únicamente llevan al atolladero en el que se encuentra el proceso desde hace tiempo, casi diría que desde siempre. Es más, ya nació bajo el signo del desencuentro para, a partir de ahí, enrocarse en una espiral con escenificación mediática que cobra, a medida que pasa el tiempo y no se atisba esa voluntad política de afrontar el diálogo con coraje, mayores niveles de tensión. Lo que mal empieza, mal acaba.Y si seguimos así uno se pregunta ¿quo vadis Cataluña? ¿quo vadis España?

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