Transición hacia un nuevo consenso democrático

Congreso de los Diputados. / RR SS
Congreso de los Diputados. / RR SS
En la sociedad todo semeja girar en torno al orgullo, la envidia y la desconfianza, los males de la incultura. Algo haremos bien, ¿o no? En algo estaremos de acuerdo, ¿o tampoco?.
Transición hacia un nuevo consenso democrático

Tras el palio llegó el dispendio, España solo tuvo alma en la transición de Tarancón y en la paternidad de Alfonso Guerra, que escogió tal nombre para su hija. Desde Suresnes, y tras el 23 F, se impuso la ideología naíf del PSOE, un tanto ingenua para las credulidades que se mantuvieron adscritas al dogma lo que dura una peseta, hasta 1992, en que empezó a aflorar el dispendio de los petos públicos. En todo el proceso aparecieron duques alabados por sus delgados cuñados, reyes aparentemente baratos y animosos, aristócratas reales y mancos, elefantes blancos, políticos nada ecónomos, zapateros, aznares y marianos, sánchez, con iluminaciones, levitaciones y asombros. Completaron la procesión autónomos jesuitas vascos y pujoles porcentuales. Entre todos balancearon una Constitución, avejentada pero vigente.

De una u otra forma, la democracia, con sus injustos y sus ángeles, nos salvó. Pero ahora, en plena descreencia populista, puede que nos condene. Los pecados de algunos son mortales de necesidad, inconfesables. El expurgatorio de nada sirve más que para un rato.

En democracia, el sentido de acierto de los muchos es difícil de refutar. Casi tanto como la idiocia o la imbecilidad colectiva, seguidista, sin más criterio que los que se atribuyen y contentan con un único derecho: el voto. La consideración es que la equivocación colectiva actual, más que posible, es evidente. La razón de las mayorías es un reconocimiento democrático lo que, lejos de resolver el debate reflexivo sobre el sistema, lo eleva de categoría hasta convertirlo en un enigma de eficacia, en un mito, en un dios objetable, con templos y adoradores mínimos en Moncloa o Galapagar o Ferrol. El sacrificio del pueblo no compensa tantas inopias e inepcias.

Los votos son iguales. Pocos se atreven a plantear que no es así, que la formación y la información -hoy denostada por el abuso de las redes- influyen en la calidad de cada sufragio.

Esta sociedad, con todas sus virtudes y corregibles defectos, bien merece prolongarse en el respeto, la convivencia y el bienestar

Nadie habla del racismo del voto, de exclusión, de desigualdad, por no hacerlo de la calidad. No existe aceptación de la crítica, ni separación real o total de poderes -no solo aparente o formal, que eso es otra cosa-, ni equilibrios emanados de la opinión intelectual. Los retos que se plantean son formidables.

La reiteración de las rutinas y los usos democráticos, las manipulaciones del mundo digital, las verdades construidas, nos sitúan ante colosales demandas en lo público y en lo privado. Un sistema más racional tiene que ser posible, como la construcción de consensos saludables, sin espías particulares, ni chantajes, no gaitas. y con reconocimiento a quienes lo hagan medianamente bien, ganado un sueldo justo y transparente. Que esto también se demanda, honor al señor no al truhán.

Cada día recibimos miles de impactos informativos, opiniones, cotilleos, rumores, especulaciones, propósitos, intenciones, conspiraciones reales y guionizadas, más propias de la industria creativa que de una vida común y corriente. Pocos ensalzan algo, siquiera en lo científico o en la empresa. Todo semeja girar en torno al orgullo, la envidia y la desconfianza, los males de la incultura. Algo haremos bien, ¿o no? En algo estaremos de acuerdo, ¿o tampoco?.

Nuestra sociedad, con todas sus virtudes y corregibles defectos, bien merece prolongarse en el respeto, la convivencia y el bienestar. El método consiste en apoyar a los mejores y confiarles las reformas de un sistema útil e imperfecto en el que todo parece haberse tornado frágil. A la democracia hay que responder con más democracia. Europa solo puede ayudarnos en esta nueva transición. Hay que centrarse. Eso creo. @mundiario


* Este artículo forma parte del proyecto manifiesto Ibérico. Destino Europa.

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