Torrent, caricatura de presidente con lenguaje ampuloso

Roger Torrent. / TV3
Roger Torrent. / TV3

El nacionalismo tiene la mayoría pero no está dispuesto a buscar soluciones a pesar de la hojarasca verbal.

Torrent, caricatura de presidente con lenguaje ampuloso

Pocas veces un dirigente político pronuncia un discurso tan surrealista como el que expuso este domingo el Presidente del Parlamento catalán, a las diez de la noche y ante las cámaras de televisión. Se presentó como la respuesta a la detención por la policía alemana del expresidente Puigdemont, en virtud de la orden europea de detención cursada por el juez Llarena y no fue sino la repetición de tópicos, sobrados de adjetivos, del argumentario nacionalista que ha creado con contumacia el problema actual.

Demostrando una vez más, como hizo lamentablemente el sábado pasado, que su función es ser el vocero de los partidos nacionalistas y no el Presidente de la institución más plural, dio por sentado que la democracia está en peligro por la actuación de la Justicia y del Gobierno español. Reclamó un frente amplio, omitiendo que la mitad no nacionalista está excluida tácitamente y demostró que carece de propuesta alguna para desbloquear la situación.

Hemos llegado hasta aquí exclusivamente por la impericia sumada a la ambición incontrolada, de un puñado de dirigentes nacionalistas

Hemos llegado hasta aquí exclusivamente por la impericia sumada a la ambición incontrolada, de un puñado de dirigentes nacionalistas. Simplemente si Puigdemont convocase elecciones, en lugar de convocarlas Rajoy, hoy probablemente nadie estaría en prisión, ni fugado, ni la convivencia en Cataluña se hubiese deteriorado hasta un punto crítico, ni tres mil empresas hubiesen cambiado la sede social.

Ahora se nos dice, de fuentes periodísticas, que se ha puesto protección policial a dirigentes políticos de los partidos no nacionalistas, como en los peores tiempos del conflicto vasco. El nacionalismo catalán puede mirar para otro lado y decir lo que quiera, pero su actuación es directamente fuente del conflicto que, como en todos los nacionalismos, ignora a quienes no son de la tribu, paso previo para excluirlos de cualquier escenario de oportunidades. Someterse, emigrar o callar son las alternativas, nada que tenga que ver con las sociedades plurales basadas en el individuo y no en el grupo.

Puigdemont a través de su abogado declaraba el sábado que se entregaría a la justicia finlandesa. Hizo lo contrario, como viene siendo norma en el personaje

Puigdemont a través de su abogado declaraba el sábado que se entregaría a la justicia finlandesa. Hizo lo contrario, como viene siendo norma en el personaje. No renunció a las prebendas y un coche fue a recogerlo desde Bruselas al lugar fronterizo de Alemania donde fue retenido. Ahora espera el pronunciamiento de la justicia alemana. El esperpento que ha protagonizado durante estos últimos meses toca a su fin. Ni Presidencia en el exilio, ni dirección del nacionalismo, ni tutela de las instituciones.

Para muchos de sus seguidores la situación actual debe de ser incomprensible. Hace seis meses celebraban en la calle la proclamación de un nuevo Estado que sería fuente de felicidad en grado sumo, según los papeles conocidos y los discursos pronunciados. Hoy el autogobierno está suspendido, algo sin precedentes en la historia democrática reciente, ignorándose cuando podrá ser restaurado. Varios dirigentes están encarcelados, otros reclamados por la Justicia en distintos puntos de Europa, algunos más pendientes de calificación procesal. Las multas son tan  elevadas como el futuro es incierto. Mientras la sociedad catalana que no depende del Gobierno, funciona con normalidad, demostrando que las proclamas mesiánicas son recibidas con el escepticismo aconsejable. Han perdido las elecciones aunque sumados los nacionalistas siguen siendo determinantes pero se encuentran más divididos que nunca. En especial, demuestran carecer de cualquier propuesta de gobierno. Fuera del conflicto, parecen no existir.

Es un momento difícil. La Justicia aplica la Ley, pero no resuelve los problemas. El de Cataluña, de carácter político pero también económico y cultural, no tiene solución fácil en especial si una parte relevante de la representación política opta por vías imposibles. Hoy estamos peor que hace un año siendo posible que el deterioro político continúe. Como se ha visto en el Pleno parlamentario del pasado sábado, ni siquiera existe un lenguaje común para describir el problema. Según decía la portavoz del primer partido, no es que no dialoguen, sino que ni tan siquiera se saludan entre ellos. Con esos mimbres parece difícil construir un cesto que albergue la convivencia. @mundiario

Comentarios