El socialista Pedro Sánchez lo tiene muy difícil pero no lo tiene todo perdido

Pedro Sánchez. / Anamaría Tudorica
Pedro Sánchez. / Anamaría Tudorica

Como dice Jordi Sevilla, “el momento político es tan excepcional y el hartazgo tan grande, que deberíamos aparcar el análisis y soluciones que caducaron hace años”. Atrás quedan ya los movimientos tácticos.

El socialista Pedro Sánchez lo tiene muy difícil pero no lo tiene todo perdido

Decía Nietzsche que “todo idealismo frente a la necesidad es un engaño”. Parece que en nuestro país ha llegado el momento de hacer frente a las necesidades, lejos de los idealismos que han empapado el momento. Atrás quedan ya las jugadas estratégicas y los movimientos tácticos para designar candidato a la presidencia del Gobierno de España, si bien, el final no está escrito. Podría ocurrir, como en Pensilvania, que la marmota Phil saliese de su madriguera y no volviese a entrar, lo que es síntoma del fin del invierno y de que el horizonte se despeja; o bien, que se asustase al ver su sombra y regresase a la guarida, prolongando el letargo hasta la celebración de nuevas elecciones.

Algo se ha movido en la política española: al menos el Rey Felipe VI ha designado candidato, en un papel de exquisita neutralidad y estricto cumplimiento del mandato constitucional. Después de mantener una nueva ronda de contactos con los representantes de los distintos partidos políticos, intentando ganar tiempo, sin que, en realidad, hubiese cambiado mucho con respecto a unos días atrás, el jefe del Estado ha decidido probar la alternativa de Pedro Sánchez, del PSOE, una vez que Mariano Rajoy eludió, de nuevo, encabezar la candidatura.

En realidad, algo sí ha cambiado: tenemos sobre el tapete los nuevos casos de corrupción destapados en Valencia y la celebración del Comité Federal del PSOE. Al hilo de esto, hemos asistido al debate interno del Partido Socialista y a lo que algunos se han apurado a llamar colapso político multiorgánico, con unas líneas rojas que se tornaban en muros delante de Pedro Sánchez pero que, de momento, no lo tiene todo perdido. A pesar de sus 90 escaños, el juego de mayorías necesarias en la segunda votación de investidura deja abiertas todas las opciones. Si lo consigue, su partido cerrará filas y se habrán acabado las tensiones y filtraciones intencionadas, teniendo claro que tapar la salida no constituye ninguna salida. En caso contrario, su futuro político está en riesgo. Pero, sin duda, la partida no se ha acabado.

Las declaraciones sucesivas a la publicación del encargo de Felipe VI son la muestra más evidente. Un Pablo Iglesias algo más nervioso de lo habitual y un Albert Rivera más beligerante con el Partido Popular, son la clave de lo que pueda pasar en un futuro inmediato. Sin olvidar el papel institucional que podría jugar en un momento dado el PP, con su necesaria abstención en un hipotético pacto entre PSOE - Ciudadanos, y con una piña política que podría empezar a romperse si prospera la opción de izquierdas. Todo es posible todavía, y tomando prestadas unas palabras de Jordi Sevilla en una red social, “el momento político es tan excepcional y el hartazgo tan grande, que deberíamos aparcar el análisis y soluciones que caducaron hace años”.

Que empiecen, pues, a hacer política en lugar de declaraciones, sin olvidar que nuestro supervisor europeo precisa de un garante de la estabilidad, capaz de llevar a cabo nuevos ajustes presupuestarios en la senda de lo marcado por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. O quizás, una pinza con los otros países del sur de Europa –Francia, Italia y Portugal- para conseguir, una vez más, prórroga para el cumplimiento del déficit, que introduzca flexibilidad y una apuesta por medidas expansivas que propicien la tan ansiada recuperación económica. En el plano interno, tenemos el debate territorial abierto, cuya solución no será sencilla y precisa de un Gobierno sólido capaz de afrontarlo; la necesidad de atajar la desigualdad y, para ello, el mejor instrumento es el crecimiento económico y la creación de empleo.

Esperemos a ver cuáles son los retos concretos, las compañías necesarias para desarrollar los programas y las alianzas que se puedan aplicar para hacer política porque, como se ha visto, sólo con la ley no basta. Y, si esto no prospera, votaremos de nuevo en unos meses, sin que nada garantice que los nuevos resultados sean capaces de sacarnos del bucle político en el que hemos entrado.

Hay que intentarlo
Se inicia una nueva etapa en la que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, no lo tiene fácil. Ha dado un paso al frente queriendo mostrar un liderazgo que algunos han puesto en tela de juicio y ha cumplido con el deber de un político responsable: intentar formar Gobierno. Lo contrario que el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, quien ha renunciado por segunda vez a intentarlo, en un nuevo movimiento tacticista del que espera que el rival fracase para tomar el testigo. Sánchez tiene ahora tres o cuatro semanas para presentar en el Parlamento una propuesta de Gobierno que active el reloj de dos meses de límite para que se consiga una investidura o, por el contrario, se convoquen nuevas elecciones. Las negociaciones serán duras. El PSOE hablará con Podemos y Ciudadanos sabiendo que, en principio, son incompatibles. La actitud de uno y otro quedó clara este martes: mientras Pablo Iglesias volvía a sacar su perfil agresivo y prepotente, Albert Rivera se mantenía en su habitual posición dialogante y abierta. Negociar significa renunciar a algo, acercar posiciones y llevar a un acuerdo. Hay que intentarlo.

 

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