Tenemos lo que nos merecemos, porque el problema es que ya nos acostumbramos

Bandera de Brasil.

El gobierno es el que merecemos, los servicios son los que merecemos, las ciudades son las que merecemos. Pocos reconocen que tenemos algo que ver con lo que ocurre. Ya nos acostumbramos.

Tenemos lo que nos merecemos, porque el problema es que ya nos acostumbramos

El gobierno es el que merecemos, los servicios son los que merecemos, las ciudades son las que merecemos. Pocos reconocen que tenemos algo que ver con lo que ocurre. Ya nos acostumbramos.

 

La gente lee el programa de un partido y no sabría distinguir uno de otro si no apareciese firmado.

 

El país está completamente amarrado por el FMI y por la banca internacional.

La realidad es que sólo hay poder del Estado donde a los ladrones no les apetece meterla cuchara.

Pero votemos. Somos una de las mejores democracias del mundo y debemos sentirnos orgullosos de esta condición. A esto no se puede llamar democracia. Mejor sería, por ejemplo inagotable: cacocracia, cleptocracia, hipocritocracia, o, mejor todavía, pornocracia, pues es mejor un travesti que un traficante de votos, un deslumbrado por el poder. La corrupción está en todas partes.

Quizá al lector le parezca que hoy nos hemos pasado.

Por favor, tranquilícese y absuélvanos.

La totalidad de lo que antecede no nos pertenece, hemos hecho trampa. ¿Cómo podía el lector reconocer su país a lo largo de esta sarta de corrupción de corrupciones y todo corrupción?

Acaban de leer una muestra global de la situación y nunca mejor dicho lo de global, pues se trata de la traducción de fragmentos del gran columnista de O Globo, Joao Ubaldo Ribeiro, quien se refiere en todo momento a su inmenso país, este sugestivo Brasil que visitamos estos días.

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