¿Tendrán PP y PSOE la grandeza y altura de miras de sus antecesores de la Transición?

Firmantes de los Pactos de la Moncloa.
Firmantes de los Pactos de la Moncloa.

La política es diálogo dentro de la discrepancia para llegar a acuerdos. En eso deberían seguir las dos formaciones del bipartidismo cuya alternancia en el poder, con todos sus defectos, se echa de menos.

¿Tendrán PP y PSOE la grandeza y altura de miras de sus antecesores de la Transición?

Contaba el profesor Pin Arboledas hace unos días que Abril Martorell, nada más conocer la dimisión de Felipe González cuando el XXVIII rechazó su propuesta de renunciar al marxismo como ideología oficial, llamó al presidente  Suárez  para decirle que había que “apoyar con todos los medios” al PSOE y a su líder para que superaran aquella crisis, que resolvieron seis meses después.

Traigo a colación aquel hecho porque, después del estallido de la crisis socialista, parece que el presidente del Gobierno en funciones mantiene “el modo Abril Martorell” de exquisito respeto -y quizá algún apoyo discreto- para que este partido se recomponga, encuentre el líder que aúne voluntades y vuelva a ofrecer a la sociedad un discurso solvente para superar la insensatez de la dirigencia anterior que, además de la obcecación del “no es no”, entró en la vía de una podemización que espantó a muchos de sus tradicionales votantes.

Que el Gobierno y el principal partido de la oposición tengan conversaciones discretas tras la llegada de Javier Fernández; que Rajoy asuma que “habrá que hacer grandes esfuerzos para entendernos” y “ganar día a día la gobernabilidad”; o que ambos abandonen la crispación y ofrezcan una imagen de cordialidad, equivale a recuperar los buenos modales políticos entre dos formaciones imprescindibles para gobernar España, también Galicia.

Es verdad que la postura del PSOE es interesada -evitar el descalabro de otras elecciones y recomponerse-, pero su abstención permite formar gobierno y abrir una legislatura que ha de afrontar enormes desafíos y problemas. En ella tiene la oportunidad de liderar la oposición y cambiar con sus votos muchas políticas que causaron sufrimientos a la gente. Solo eso justifica la abstención, le libra del estigma de apoyar a la derecha y le convierte en la alternativa de progreso, al tiempo que recupera el espacio moderado que deja libre Podemos, que vuelve a la agitación. 

La política es diálogo dentro de la discrepancia para llegar a acuerdos. En eso deberían seguir -soñar es gratis- las formaciones del bipartidismo cuya alternancia, con todos sus defectos, se echa de menos. Para ello tienen que abandonar viajas actitudes: el PP su arrogancia y el PSOE la aversión visceral a la derecha, y entenderse, lo que les homologaría a sus antecesores que, por el bien del país, supieron hacer la Transición en condiciones peores. ¿Tendrán la misma grandeza y altura de miras de aquellos?

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