Tecnofascismo: ¿dependemos de la tecnología?

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Etiqueta de un embase de Zyclon B. / Archivo

La élite capitalista no solo sustituye por capital tecnológico todo cuanto trabajo que exista en la actualidad pueda, sino que planifica y desarrolla en estos momentos los artilugios y procesos que desempeñen los trabajos de futuro sin necesidad de obreros.

Tecnofascismo: ¿dependemos de la tecnología?

Una de las ideas claves de la supuesta Revolución Industrial 4.0 es que "El progreso económico y el bienestar social dependen a largo plazo del progreso técnico", (R.Domenéch, 2018).

Vengo defendiendo la teoría de que en realidad no estamos ante un cambio profundo en las tecnologías que sobrevenga en el presente inmediato que sostenga con claridad la idea de una cuarta oleada industrial. La Tercera es la última con entidad propia justificada: aparición de la informática, la WEB 2.0, telefonía móvil, controladores de producción, robótica industrial conectada, digitalización masiva del dato como eje de los macrosistemas de información...

Muy por el contrario, estamos ante una impresionante operación de márketing por la cual el gran capital quiere aumentar su posición de poder en detrimento de las clases trabajadoras, cambiando ideas fundamentales sobre las que se levantan las actuales relaciones de producción y el Welfare State. El objetivo es erosionar sobre todo los derechos sociales, pero también los civiles y políticos que pudieran servir para recuperar de nuevo aquellos. El camino es trabajar la superestructura, las creencias que las masas comparten sobre el sistema de producción y las relaciones laborales. El cambio no quiere ser violento. Como siempre el problema se puede reducir a una distribución de la riqueza que beneficie más aún al capital transnacional. Pudiera parecer más complicado, pero no lo es en este primer nivel de análisis.

Pero semejantes intenciones hay que ocultarlas. Lo que ocurra en los próximos años está más o menos claro: aumento progresivo de los automatismos en detrimento de trabajos manuales de baja cualificación y media cualificación -que suman casi el 60% de los trabajos industriales-, y una parte considerable de los trabajos intelectuales reiterativos como pueden ser los administrativos sin responsabilidad de decisión. Pero también afectará a varios millones conductores de distribución o del transporte de personas como los taxistas en todo el mundo, operarios de la construcción y muchos más...

Puede parecer que caigo en una contradicción al negar la Revolución 4.0 para luego admitir que las nuevas tecnologías tendrán un impacto brutal sobre el empleo. Pero, como digo, no existe un avance exponencial en la tecnología en este final de la segunda década del siglo XXI. Son variaciones o avances sobre lo ya existente. El cambio se realiza en los procesos y relaciones de producción que permiten que la intencionalidad subyacente a la tecnología capitalista cumpla su objetivo de sustituir al trabajo.

El propio gran capital pide calma ante los desastrosos efectos de este tipo de automatismo sobre el empleo y sobre los sistemas de transferencia de trabajo al consumidor, como pueden ser los casos de las cajas de autoservicio o la autoimpresión en 3d. Cientos de estudios bien pagados plantean una fase inmediata en la que la tasa de creación de nuevos trabajos no alcanzará a cubrir la tasa de paro tecnológico, para que, a largo plazo, se produzca de nuevo un escenario de pleno empleo sobre al extensión de los sectores de servicios, ocio, turismo, enseñanza, etc.

Argumentan, construyendo una comparación sincrónica, que en los últimos cien años se sustituyeron el 60% de los trabajos agrícolas por capital semiautomático o automático y que todos esos puestos de trabajo fueron absorbidos por el sector servicios. La ocupación generada por la industria y la construcción se han mantenido porcentualmente invariables en todo el siglo XXI. Se forja así el axioma de que lo que ya pasó se repetirá. Yo lo pongo en duda. Considero que la mentira o el error de apreciación no tiene per se demasiada importancia, solo es un trabajo de prospectiva, pero debemos juzgar con dureza la intención de los que saben que esto no es así. ¿Por qué estoy tan seguro? Por las propias mecánicas hasta aquí presentadas: la élite capitalista no solo sustituye por capital tecnológico todo cuanto trabajo que exista en la actualidad pueda, sino que planifica y desarrolla en estos momentos los artilugios y procesos que desempeñen los trabajos de futuro sin necesidad de obreros. La Historia no se repetirá y ellos lo saben porque se están ocupando en cuerpo y alma para que así sea.

Para dejarlo claro: cuando el obrero llegue corriendo a ocupar su nueva función productiva se encontrará un robot reluciente que le dará los buenos días, le servirá un café, le dará un masaje, le cortará el pelo, lo maquillará, le leerá la prensa escrita por otro robot, le cantará una nana compuesta por R2D2 y además... en fin, dejó aquí la enumeración a la imaginación del lector...

El tiempo que ganan para que las masas pensemos que la debacle tendrá un final feliz es el que necesitan para desarrollar más tecnologías que lo impidan. El tiempo ganado es tiempo de dominación y para la dominación.

El futuro de la Humanidad no depende del progreso técnico, sencillamente porque no toda novedad tecnológica significa intrínsecamente progreso. ¿Acaso podemos considerar como un progreso el gas Zyclón B desarrollado por la farmacéutica Bayer y usado por los nazis para asesinar a cientos de miles de seres humanos? Tampoco eso que ellos llaman progreso económico es el aumento puro y duro del PIB mundial. El bienestar social no es el índice de ventas de coches de lujo, sino que tiene que ver con la distribución de la riqueza que impida que nadie sufra pobreza ni absoluta ni relativa.

El futuro, nuestro futuro, depende del camino que dictemos a los cambios tecnológicos, al sentido profundo que pulse en los procesos de producción del substrato material que tanto necesitamos. Aquí el Humanismo y su expresión empírica que es la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, debieran ser nuestras únicas estrellas. Yo pregunto: ¿alguien cree que al gran capital le importan los Derechos Humanos? Debemos ser los ciudadanos de a pie lo que generemos la suficiente presión social para determinar la dirección donde todos estemos a salvo en una Civilización en que la dignidad y felicidad humana brillen por encima de los intereses de individuales o de clase. @mundiario

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