Tanto para el PP como para el PSOE Ciudadanos es un instrumento de uso

Albert Rivera va a conseguir que los votantes de Ciudadanos, todos provenientes de los espacios templados del PP y del PSOE, no sepan muy bien a qué atenerse, pues lo mismo firma un acuerdo con Rajoy, que con Sánchez, que con Iglesias o, si fuera posible, con la madre de Domingo Ortega, que en gloria esté.

¡Hay que ver la perra que ha cogido el joven líder de C’s con limitar los mandatos presidenciales! En lo de los aforamientos, medidas contra la corrupción, reforma electoral… tiene mucha o toda la razón, pero lo de poner fecha de caducidad a presidentes y ministros suena a política de bisutería mala, por innecesaria y absurda en nuestro sistema parlamentario.

Albert Rivera, con tanto peregrinar por las rutas del bacalao que cocinan otros, está convirtiendo a su esperanzadora formación en una empresa suministradora de harinas que casi todos compran y casi ninguno utiliza.

El hombre se esmera, es aseado, dice cosas que suenan bien, en Cataluña –y en España– creció contra vientos y mareas, pero ya debería sentar sus reales (los que tenga) y postular a su partido como una clara, delimitada y firme alternativa de centro. Y mojarse, como mandan los cánones de la política, allí donde su participación en gobiernos sea necesaria para corregir rumbos que se alejan de los pactos que suscribió.

Rivera ya debería saber que tanto para el PP como para el PSOE Ciudadanos es hoy un instrumento de uso y según convenga. Los dos se las tienen juradas.