Los partidos de la oposición, obligados a buscar brechas en el Gobierno para controlarle

Alberto Núñez Feijóo y Pablo Casado.
Alberto Núñez Feijóo y Pablo Casado. / RTVE

Los cálculos sobre lo que pueda arrastrar el indulto del procés, más que a la necesidad de diálogo político apuntan a que crezca el desafecto.

Los partidos de la oposición, obligados a buscar brechas en el Gobierno para controlarle

En uno de los libros más atractivos de Mark Twain, Cartas desde la Tierra, un Satán de ficción, ante el espectáculo de los animales primigenios persiguiéndose entre sí e incluso devorándose, pregunta al Creador: “-¿Para qué sirven?”; y el Ser Divino responde: “Son un experimento sobre moralidad y conducta. Observadles y aprended”.

Pasmosa peculiaridad

En el inquietante relato, tratándose de algo que estaba en el ser de la Naturaleza y no haber en el mundo animal  más remedio que obedecer su ley, cada animal era “inocente”, pues seguía la ley de Dios. Más complicado era ver al ser humano, millones de hombres, mujeres y niños con distintas cualidades morales cada uno, en un amplio abanico de grados e intensidades en cada cual, de modo que en algunos las tendencias elevadas y sublimes imperarán sobre las malas y se llamarán hombres buenos, mientras que en otros dominarán los malvados y serán llamados hombres malos. En la conversación celestial, anterior a la presencia de tanto ser variopinto sobre la Tierra, el Ser Divino viene a decir: “El hombre es un experimento, el resto de los animales son otro. El tiempo demostrará si merecían la pena”. La Tierra -aseguraba el narrador Twain- es un lugar “extraño, extraordinario y muy interesante”, en el que “el hombre es de una peculiaridad pasmosa” y, en muchos aspectos, “un disparate”. Este planteamiento escenográfico le daba pie para 11 cartas en que reflexiona  sobre los hábitos de los humanos y las supuestas reglas que los rigen

Cualquier noticiario de los “últimos tiempos” –cronología que puede ceñirse exclusivamente a lo acontecido desde el inicio de este mes de mayo- contiene amplio repertorio para proseguir el sarcástico  modo de mirar del escritor americano. Las escasas 100 páginas de su librito podrían dar pie para una enciclopedia de las que en los años setenta solían ponerse en algún  aparador de la sala de estar, en que podrían figurar las solemnes meteduras de pata y tropiezos en piedras de diverso calibre, comparables a las de generaciones anteriores a las nuestras, estas que –como dice la propaganda de baratillo- son las mejor preparadas. Nadie leía aquellos libros por fascículos que adornaban mucho y parecían decir que habíamos alcanzado un gran nivel sociocultural; tampoco haría falta leer nuestra historia de desatinos de ahora mismo: hoy, con twitear nos damos por enterados y parece sobrarnos toda información contrastada.

Da igual a demasiados humanos; está en la ley de la naturaleza que el hombre cumpla con su ser disparatadamente experimental, y ya cualquier cosa es objeto de gran litigio y, a menudo, de bronca intensa. El paso por la “nueva realidad” post-Covid-19, de nuevo sospechosamente  imprecisa, agudiza las ansiedades acumuladas en año y medio y levanta todo tipo de opiniones y contraopiniones. Entre tanta riqueza opinativa que nos está mostrando la libertad de expresión, en los últimos días ya es especialmente abundante la que genera el posible indulto a los políticos catalanes del procés por los hechos de 2017. Con el trasfondo de expectativas que suscita la independencia de Cataluña y, de otra parte, la necesidad de los votos catalanes para la gobernabilidad actual de España, es lógica la discrepancia de los partidos de la oposición, obligados a buscar brechas en el Gobierno para controlarle y, si se tercia, que entre en grave crisis.

Palabras y voces

Lo no razonable es el tipo de argumentos que unos y otros emplean, con olvido manifiesto de las contradicciones que el supuesto bien común, la sana convivencia y, si se apuran las cosas, el mal menor, dejaron en los cientos de indultos que en el pasado han concedido como si  a todos les hubieran guiado siempre los sentimientos más puramente patrióticos y, por supuesto, sin mancha alguna en su currículum operacional. Inquietante parece, igualmente, el guirigay que viejas glorias del principal partido gobernante están sembrando entre sus correligionarios, por encima o por debajo de los órganos democráticos de su organización. Los motivos, siempre inconfesables, y las pullas que siembran desde las trincheras mediáticas de los adversarios, conforman ya un florilegio fantástico, que no desmerece de lo que mostraba  Twain. A la luz de cuanto se expresa estos últimos días, el “experimento Humano” deja mucho que desear: los anhelos que se traslucen en hablantes más o menos resentidos no son de buen agüero y no parece que la expresividad vaya a mejorar cuando el día 13 de junio se oigan los mensajes que se emitan desde la Plaza madrileña de Colón, lugar emblemático de la supuesta “unidad nacional” española.

A quienes se interesen por cuanto afecta a la educación y a lo que representa en la convivencia democrática, este paisaje gestual les hará recordar muchos momentos de desencuentros vendidos casi siempre en el pasado como “victoria” excelsa. Entre los más cercanos, recordarán, tras las continuadas apelaciones al “Pacto educativo” tantas veces embarrancado, al sonriente Méndez de Vigo y la comisión parlamentaria que creó cual pasarela de inúmeras asociaciones y grupos que querían decir que no, que no, que no se moviera nada. Los pocos que dijeron algo importante se avergonzaron de haber pasado por allí, pero no puede decirse que aquel ministro no hubiera intentado sacar adelante el trágala que había supuesto la LOMCE en 2013, el encargo del omnisciente Wert antes de irse de vacaciones a las riveras de la OCDE en París.

En la carta nº 9 del libro de Twain, Noé aparece navega en su arca descontrolada y sin rumbo fijo, y el narrador se quejando de que la descendencia del patriarca iba a ser tan “insufrible” como cuantos habían sido sepultados bajo el diluvio, y Dios tendría que abandonar el cielo, “descender para ser crucificado y salvar de nuevo a la misma fastidiosa especie humana”. A saber cuántos de nuestra época -casi postpandémica como aquel parón del arca en el monte Ararat-, solo se sentirán salvados si llevan su capacidad de emitir “palabras” a expresar ansiedad por que este asunto termine mal para todos entre disonantes “voces” gritonas y sin diálogo posible. Suena feo, pero no sería la primera vez que hubiera pasado en la larga historia de los desencuentros de los supuestos descendientes de Noé en este país. @mundiario

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