SUSPIROS DE EXPAÑA: El insulto como elemento docente en el país de 'logses', 'loes' y 'lomces'

Amadeo Martínez Inglés.
Amadeo Martínez Inglés.
La única forma de escalar hacia la cumbre del Informe PISA, ese pico del Everest que se le atraganta a la educación, es utilizar el infalible “método Martínez Inglés”, y no los farragosos “métodos Wert”...
SUSPIROS DE EXPAÑA: El insulto como elemento docente en el país de 'logses', 'loes' y 'lomces'

La rigurosa, detallada y profunda descripción que hizo Amadeo Martínez Inglés, coronel retirado, historiador emergente, de la dinastía de los Borbones en España: “una banda de borrachos, puteros, idiotas, cabrones, ninfómanas, vagos y maleantes”, no se merecía una sentencia condenatoria de la Audiencia Nacional, sino talmente un doctorado cum laude de la Complutense. No se pueden explicar tres siglos y trece años de historia de España en menos palabras, con semejante capacidad de síntesis, con argumentos de tanto calado intelectual y tan sencillos de reproducir, al mismo tiempo, en “chuletas” para alumnos de esos que no progresan adecuadamente:

- Pregunta de historia, señores: ¿quiénes fueron los Borbones…?

- Una banda de…

¡Está chupao! Once palabras, alguna que otra coma y a casa con la seguridad de que la procelosa asignatura de Historia no te queda para septiembre. Para que luego nos vengan con LOGSES, LOES, LOMCES y gilipolleces de esas, oye.

La única forma de escalar hacia la cumbre del Informe PISA, ese pico del Everest que se le atraganta a la Educación española, es utilizar el infalible “método Martínez Inglés”, y no los farragosos “métodos Wert” y antecesores alquimistas de la política educativa, a ver si me entiendes, que durante décadas, entre dos siglos y dos siglas, han seguido al pie de la letra las instrucciones de Groucho Marx: “partiendo de la nada he conseguido las más altas cotas de miseria”.

A mí, porque no me dejan, sino añadiría mi “voto particular” a los votos particulares de Marlaska, de Prado, Sáez Valcárcel y Ruiz Polanco, esos cuatro del Apocalipsis que, a mis escasas luces, le han enmendado la plana a la Audiencia Nacional con retórica tópica y típica de papel periódico, o sea, del papel mojado por antonomasia en el panorama español. Ellos contemplan el insulto como herramienta básica para la libertad de expresión. ¡Qué desperdicio! Un servidor, en cambio, acaba de encontrarle otra utilidad para el devenir de mi pueblo y mi gente: el insulto como herramienta docente.

Podríamos dejarnos de pajas mentales jurídicas, mediáticas, monárquicas, republicanas y chorradas de esas y empezar a analizar la injuria generaliza como leguaje vehicular en la enseñanza, siguiendo el innovador “método Martínez Inglés”, naturalmente.

Ahora que por fin se ha llegado a un gran acuerdo para presentarnos ante Europa, podríamos aprovechar la inercia para alcanzar un consenso sobre la forma de presentarnos ante la historia: el insulto como proceso de síntesis para explicar quiénes y cómo son nuestros políticos, nuestros banqueros, nuestros periodistas, nuestros sindicalistas, nuestros empresarios, nuestros juristas, nuestros legisladores, nuestros poderes ejecutivos estatales y autonómicos, nuestros alcaldes y demás especies del Patrimonio Nacional, no me sigas tirando de la lengua.

Les sugeriría a ustedes el Diccionario Secreto de mi paisano Cela, pero se le quedó inconcluso al hombre. No va a quedar más remedio que echar mano de la excelencia popular para encontrar los calificativos más adecuados para cada una de las castas que hielan el corazón de los españolitos.

¿Aceptamos el insulto como animal de compañía democrático? Hombre, por una parte yo qué sé y por otra qué quieres que te diga.

La prueba del algodón sería empezar practicando esa nueva modalidad de libertad de expresión con los propios Marlaska y cía, tan públicos y notorios magistrados. Pero no sé yo si cuando la cosa fuese con ellos serían tan innovadores, tan transigentes con la ley y tan coherentes con el buen rollito.

Prueben ustedes si quieren. Yo, desde luego, prefiero esperar hasta ver qué pasa si alguien se atreviese a describir a los señores/ras de la toga y el voto particular, un suponer, como una banda de borrachos, puteros, idiotas, cabrones, ninfómanas, vagos y maleantes y demás calificativos sometidos al emergente imperio de la libertad de expresión.

Comentarios