¿Son los Premios Príncipe de Asturias una mera plataforma de propaganda de la Monarquía?

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Premios Príncipe de Asturias.

El 21 de enero de 1977, Juan Carlos I nombró por Decreto Príncipe de Asturias a Felipe de Borbón. Los "juanistas" lo consideraron una bofetada al Conde de Barcelona.

¿Son los Premios Príncipe de Asturias una mera plataforma de propaganda de la Monarquía?

El 21 de enero de 1977, Juan Carlos I nombró por Decreto Príncipe de Asturias a Felipe de Borbón. Los "juanistas" lo consideraron una bofetada al Conde de Barcelona.

El 24 de septiembre de 1980 en el Hotel de La Reconquista de Oviedo tuvo lugar la firma del acta constitutiva de Fundación de los Premios Príncipes de Asturias. Estaban presentes los Reyes Juan Carlos y Sofía y el hijo menor de los monarcas. El lugar elegido fuera el salón Covadonga. El presidente de la Caja de Ahorros de Asturias, Adolfo Barthe Aza, que encabezaba la Comisión Gestora, tras agradecer la presencia de los Reyes y el Príncipe, les dijo que esperaba que "la Fundación sea, desde ahora, su segunda casa". La Fundación es una entidad privada.

Según su carta fundacional, “La Fundación Príncipe de Asturias, desprovista de todo fin lucrativo, tiene por objeto contribuir a la consolidación, de acuerdo con los tiempos actuales, de los vínculos existentes entre el Príncipe de Asturias, heredero de la Corona de España, y el Principado de Asturias. [---] Como símbolo del carácter y los fines de la Fundación Príncipe de Asturias se concederán anualmente los Premios Príncipe de Asturias, destinados a galardonar la labor científica, técnica, cultural, social y humana realizada por personas, equipos de trabajo e instituciones en el ámbito internacional, prioritariamente en el de las naciones pertenecientes a la Comunidad Iberoamericana”.

35 años después, desde diversas posiciones del propio Principado y otras voces críticas se plantean si estos premios son algo más que un acto de carácter privado, de promoción de la Corona, con independencia de su significado de reconocimiento de los mejores valores de la conducta humana en los diversos campos que abarca.

Aparte de que cada vez que se celebran se aprovecha para manifestar el rechazo a la monarquía, este año, la oposición se ha manifestado de modo inequívoco desde los propios Ayuntamientos del Principado. Por un lado, “Somos Oviedo” planteará para el próximo año restringir la subvención municipal de 350.000 euros a la Fundación Princesa de Asturias para que estos fondos se destinen sólo a apoyar los eventos culturales o científicos que organiza, pero no "actos privados" como la ceremonia de entrega de los galardones. En rueda de prensa, la vicealcaldesa de Oviedo, Ana Taboada, matizó su apoyo a que se sigan financiando actos culturales o de divulgación como los que organiza la Fundación en torno a la fecha de entrega de los Premios, pero no a seguir aportando fondos públicos a una institución privada "con beneficios" y con un patronato "con capacidad para afrontar estos gastos”. Por su parte “Xixón Sí” propuso retirar la subvención municipal a la Fundación Princesa de Asturias, En este sentido, La concejala del Grupo Municipal de “Xixón Sí Puede” el Ayuntamiento de Gijón Nuria Rodríguez anunció que pedirán al Gobierno local la retirada de la subvención de 45.000 euros, al entender que es urgente atender con esos fondos otras situaciones prioritarias.

Como reacción contraria, acaba de constituirse en Oviedo una plataforma cívica de apoyo a los premios Princesa de Asturias en cuya presentación participaron 300 personas. Obviamente, manifiestan todo lo contrario.

Controvertida historia

La historia moderna del Principado de Asturias, en la persona del heredero de la Corona, tiene un pasado controvertido, desde el momento mismo que el Rey Juan Carlos, en vida de su padre, se saltó el respeto al propio orden formal de la pretendida legitimidad dinástica histórica. El 21 de enero de 1977, Juan Carlos I nombró por Decreto Príncipe de Asturias a Felipe de Borbón. Desde el punto de vista de las leyes de la Casa de Borbón, el episodio recuerda otros lances de esta familia y no parece nada ortodoxo.

Para algunos monárquicos “juanistas” con el nombramiento se atizaba públicamente una bofetada al conde de Barcelona, que aún no había renunciado a sus derechos dinásticos, según los cuales el principado asturiano correspondía a su hijo, el rey sucesor nombrado por Franco, y no a su nieto. Que Felipe asumiese el Principado de Asturias, es decir, la condición de heredero de la Corona, reafirmó de manera directa la condición de rey de su padre. O sea, que, renunciase o no quien luego llamaría “Juan III” a sus derechos a la Corona, iba a dar lo mismo. Cuando las Cortes elegidas el 15 de junio de 1977 elaboraron la Constitución se encontraron con un hecho consumado: el sucesor de Juan Carlos l, con anterioridad a la Constitución salida de aquélla, era Felipe de Borbón y Grecia, de suerte que el varón marginaba a la mujer, tal como establecía la Ley de Sucesión franquista en razón de la cual don Juan Carlos había accedido al trono. El nombramiento contradecía lo que la misma Constitución establecía en cuanto a la no discriminación de la mujer. Que era la regla general.

Tras difundirse la noticia oficial del nombramiento del infante Felipe de Borbón como Príncipe de Asturias el conde de los Gaitanes, presidente del Gabinete de Información de don Juan de Borbón, conde de Barcelona, dijo que como Juan Carlos era el sucesor de Franco, no de la Corona restaurada, podía hacer lo que quisiera. Y así quedó para siempre. Es uno de tantos asuntos contradictorios de la historia reciente de España.

Según explicaba Carlos Fuente, que fue durante años jefe de protocolo de estos premios, La estructura organizativa de la entrega de los Premios Príncipe de Asturias se basa en cuatro grandes áre­as, todas ellas dependientes de la Dirección, ocupada desde su creación por el periodista Graciano García: La Secretaría General Técnica, el Gabinete de Prensa, el de Relacio­nes Internacionales y el de Protocolo.

El objetivo está claro:   Aprovechar un evento privado de indudable efecto para lanzar en el mundo un efecto positivo de la Corona. Y pasar página de lo que no conviene recordar.

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