Ocho, son ocho: las ocho amenazas del entorno demográfico
Si cogemos una muestra de individuos e inquirimos sobre cuáles son las consecuencias del actual escenario demográfico, con toda probabilidad responderán que el sostenimiento de las pensiones. Si preguntamos qué más efectos puede conllevar este contexto, la contestación será más lenta y quizás inexistente.
Sirva este artículo para destacar las ocho amenazas que en opinión de quien esto escribe derivan de la actual situación demográfica. En realidad este texto es una reducción del artículo publicado en la revista científica Atlantic Review of Economics por mi persona junto con los profesores Valentín Alejandro Martínez Fernández y Oscar Juanatey Boga, de la Universidade da Coruña.
Las ocho amenazas del entorno demográfico
1) La sostenibilidad del sistema de protección social. La viabilidad del sistema de protección social (pensiones, prestaciones por desempleo, salud, asistencia social...) es, directa e indirectamente, función de la tasa de dependencia (relación entre la población mayor de 67 años y la población entre 16-66), que en el caso español pasará del 24,8% actual a 60,2% en el año 2050. Este hecho alarmante se exacerba si se tiene en cuenta la elevación de la esperanza de vida y el aumento de la "clientela" en el Estado del Bienestar, sumado a la pérdida de peso de la institución familiar como red que tradicionalmente ha soportado las situaciones de imposibilidad física y económica de sus miembros.
2) El mantenimiento de los servicios públicos. Los servicios públicos (bibliotecas, ejército, tribunales, transporte público, servicio de agua, radiodifusión pública, iluminación...) satisfacen ciertas necesidades sociales y están orientados hacia el bienestar. Tal y como ya adelantó Paul Samuelson (1970), en un contexto de envejecimiento y escasez demográfica, la iluminación y cualquier servicio público estará sujeto al mismo costo que ya no se puede dividir entre tantos individuos. El resultado será el deterioro del servicio público, o el aumento de la carga tributaria sobre el ciudadano, o el endeudamiento que pagarán las generaciones futuras.
3) El dinamismo económico. Recogiendo las aportaciones de los demógrafos Dupréel, Sauvy y Peggy, el historiador Rondo Cameron recuerda "la evidencia incuestionable de la expansión física y económica de la civilización europea durante varias de las etapas de su crecimiento demográfico acelerado". La baja fertilidad y el envejecimiento influyen negativamente en la demanda, y por tanto en el "dinamismo económico". Ello se debe a que el consumo es función del volumen de renta y ésta decrece (en forma de parábola) con la edad. A esto hay que sumar la saturación de las necesidades y el perfil menos dinámico de los consumidores de avanzada edad. Además, tal y como expone el profesor Francisco Cabrillo la estructura demográfica influye en la cantidad y en el tipo de bienes de consumo que se demandan. Esto quiere decir que primero se comprarán menos cunas y helados, luego la gente necesitará menos autoescuelas y cual fichas de dominó multitud de sectores se verán afectados progresivamente por la carencia en una renovación de necesidades que solo puede provenir de los estratos de edad más jóvenes. La caída estructural del consumo armónico, genera igualmente efectos en la producción y por ende en la inversión.
4) El bienestar subjetivo. El descenso en el número de hijos impacta en el número de componentes de la red social familiar. Y un determinante esencial de la felicidad es la sociabilidad. El sujeto necesita relaciones sociales (bienes relacionales) para ser feliz; y esas relaciones son más auténticas a mayor grado de proximidad social y vínculo emocional. Más allá de la familia, el envejecimiento lastra, como expone el sociólogo Robert Putnam, la dimensión de la comunidad y de la red global que rodea al individuo y que se compone de lazos de distinta naturaleza.
5) El afloramiento de "nuevos cerebros". El declive demográfico también se manifiesta en una carestía de "activos humanos" que den su razón de ser a las existentes estructuras sociales y organizacionales. Por la contra, la expansión demográfica suscita la emergencia, el afloramiento, de "nuevos cerebros": inventores, deportistas, científicos, pensadores, literatos, artistas... de los que depende el progreso socioeconómico y cultural de un país. Por su clarividencia, en este punto transcribimos un párrafo de Cameron y Neal en su obra Historia Económica Mundial (2014): "Llama la atención que las fases de crecimiento demográfico acelerado hayan sido testigos de explosiones de creatividad artística e intelectual seguidas de una proliferación de arquitectura monumental: las catedrales medievales, los palacios barrocos o el estilo neogótico el siglo XIX".
6) La persistencia de la identidad cultural. Hermosos lugares, emblemáticos en arquitectura e historia, han visto mermada su "identidad" y su "autenticidad", que tratan sin embargo de vender como "un activo" en las postales y postalillas, que el turista adquiere llevándose solo el reflejo de lo "neoauténtico" del lugar. La demografía es un elemento decisivo para la conservación de la identidad cultural de las regiones y los países. Las tradiciones y las costumbres, las creencias, los ritos y símbolos, las normas y los valores compartidos, son a menudo un bien colectivo porque facilitan la permanencia de unos referentes comunes y unas expectativas recíprocas de comportamiento dentro de una sociedad. Cuando la familia se debilita y los hijos escasean, se dificulta el sostenimiento de aquello que configura la identidad de un pueblo (capital cultural) y que favorece tanto la cohesión social como la confianza general.
7) Pueblos y villas vibrantes. Todos hemos afirmado, o hemos escuchado en boca de alguien, la elocución "esto está muerto" como una referencia explicativa de un pueblo, villa o comarca que hace años gozaba de un ambiente y una vitalidad, que se han volatilizado. Las causas populares atribuidas a este cambio suelen rotar sobre: la atracción que ejercen otros centros de mayor dinamismo, el ocio, la novación de la urbanización... Sin embargo, la causa prima de que nuestros pueblos, villas y ciudades hayan dejado de vibrar, y que caminemos por sus rúas, plazas y establecimientos y cada vez conozcamos a menos gente, es la cuestión de la demografía. Si no hay hijos se diluye aquello que nutre de contenido y hace vibrantes nuestros lugares de arraigo; y se pierde armonía, porque como dijo Aristóteles en Ética a Nicomaco, "Nadie quiere tener todas las cosas buenas y opciones si está solo, pues el ser humano es una criatura política y propensa a la convivencia".
8) La fortaleza del capital social y la sociedad civil. El capital social es el conjunto de las normas y los valores, la confianza y las redes de relaciones interpersonales que favorecen el funcionamiento de la economía, de la sociedad y las instituciones. La red en la que se inserta el individuo proporciona a éste un conjunto de recursos tangibles (apoyo económico, apoyo físico...) e intangibles (información y oportunidades, soporte emocional, bienestar...). Las redes sociales (familia, comunidad, asociaciones, red de contactos) realizan multitud de funciones socioeconómicas y llenan de sentido el papel de la Sociedad Civil como un tercer pilar, frente al Estado y el Mercado.
Una carencia en el plano demográfico, hace que las redes sociales carezcan de activos humanos suficientes como para desarrollar su funcionalidad en plenitud. Cualquiera puede advertir que será más fácil cuidar de los niños y los ancianos en un hogar con numerosos componentes que en otro en que sean escasos; cualquiera entiende asimismo que las organizaciones y asociaciones pierden recorrido si no hay un renuevo generacional que coja su testigo. Y también, todos comprendemos que la comunidad pierde vigor para solucionar problemas y para aunar fuerzas en la consecución de fines colectivos, si no hay gente y sobre todo si no hay gente joven. @mundiario