La sombra del impeachment empieza a ser alargada

Mariano Rajoy. / Mundiario
Mariano Rajoy. / Mundiario

O Rajoy tiene un hermano gemelo o ha desarrollado un profundo trastorno de personalidad. Pero la plaga de termitas de imputados y sentencias amenaza los cimientos de Génova, 13. Ahí tenéis a Pedro, Pablo y los independentistas soñando, tal vez urdiendo un plan de emergencia nacional de fumigación.

La sombra del impeachment empieza a ser alargada

¿Qué fue de aquel Rajoy al que Manuel Fraga envió a Galicia como látigo de los infieles, en santa cruzada contra la corrupción, a la caza y captura de un tal José Luis Barreiro que, por lo visto y posteriormente sentenciado, practicó juegos prohibidos con el juego? Me aseguran que es el mismo que ahora mira para otro lado cada vez que imputan, investigan, detienen o enchironan a uno o una de los suyos, asunto que empieza a ser el pan nuestro de cada día y, oye, de verdad, la única explicación razonable que encuentro es que se trate de un hermano gemelo de aquel chico intachable, implacable, inasequible al desaliento con los infractores, al que in illo témpore llamábamos simplemente Mariano.

El hombre que se parece a Rajoy

Ese no puede ser el Rajoy que se tuvo que exiliar un día de Galicia diciéndole a su madre: ¡o llevarás luto por mí! No es aquel opositor, paradigma de la memoria, al que Pío Cabanillas resucitó de entre los muertos

El Rajoy que yo conocí, aquel que regresó del exilio de Madrid con delirios mesiánicos de expulsar a los mercaderes del templo de la derecha gallega, no puede ser el mismo que ahora responde como responde a los dichosos SMSs; el que padece brotes de amnesia ante los tribunales; ese señor que parece que duerme como un lirón practicando el novedoso método de ponerse a contar ovejitas descarriadas. Pasan los años, las convocatorias electorales, las encuestas del CIS y, el número de señoras y señores diputados que le respaldan o auguran los pitonisos que le pueden respaldar, decrece en relación inversamente proporcional al número de señoras y señores imputados que, un día sí y otro también, le dejan y pueden seguir dejándole con esa parte donde la espalda pierde su noble nombre al aire.

Ese no puede ser el Rajoy que se tuvo que exiliar un día de Galicia diciéndole a su madre: ¡o llevarás luto por mí! No es aquel opositor, paradigma de la memoria, al que Pío Cabanillas resucitó de entre los muertos políticos y lo introdujo en la corte endogámica y, posteriormente hemofílica, de Aznar. O tenía un hermano gemelo, ya digo, un clon, algo así escondido por el padre de esa especie de sucedáneo del clan de los Kennedy español y cañí, o de tanto hilillo de chapapote, tanta foto de las Azores, tanto mercadeo de Venecia con catalanes y vascos, tanto atentado del 11M, tanto fuego enemigo político y mediático y tanto fuego amigo y parricida del fundador de FAES, le ha producido un irreversible trastorno de personalidad.

Lejos de mí, por consiguiente, la funesta manía de consumir neuronas descifrando la identidad del tal M punto Rajoy, oye, que tanto han usado y de la que tanto han abusado las encolerizadas abejas de ese enjambre de enjambres al que llamamos la oposición. Quizá existió alguna vez un M punto y seguido Rajoy; tal vez ahora mismo se le podría describir como un M punto y aparte Rajoy; y existen muchas posibilidades de que, en breve espacio de tiempo , pase a la historia como M punto y final Rajoy.

Cucarachas en Lisboa, ratas en Londres y termitas en Madrid

Más que nada, porque lo de Zaplana y consiguientes daños colaterales parecía ser la gota que colmaba el vaso. Ese instante más oscuro que permitía alcanzar a la opinión pública y publicada el punto de inflexión entre lo que se puede considerar un brote agudo de corrupción y una plaga en el extenso e intenso sentido de la expresión. O sea, como esa plaga de cucarachas que asola a la Asamblea de la República de Portugal, como la invasión de las ratas que han tomado al asalto el Palacio de Westminster, que ya empezaban a parecer meras anécdotas al lado de la plaga de termitas de imputados/investigados/sentenciados que han anidado y quizá anidan en el Nº 13 de la Calle Génova. Por mucho menos, el Parlamento Británico va a cerrar por reformas durante más de un lustro, oye, mientras sus miembros se van con la verborrea y la música a otra parte. Por mucho más, quizá deberían cerrar la sede del PP, cambiar de nombre al partido, hacer una larga y serena travesía del desierto, prescindir de tantos imprescindibles Moisés, incapaces de impedir sucesivas y obscenas orgías en torno al becerro de oro, y buscar una alternativa entre prescindibles Josués de esos que, por ejemplo en francés, se pronuncian Macron.

Amar en tiempos revueltos

Lo paradójico de todo esto, ladys and gentlemen, es que Pedro Sánchez se haya puesto a deshojar la margarita de la moción de censura tras el fallo de La Gurtel; que le hayan puesto cachondo, con perdón, las insinuantes ofertas de Pablo Iglesias y los nacionalismos vasco y catalán en un inesperado, milagroso y esperanzador acto de fe en la Justicia española.

Lo paradójico de todo esto, ladys and gentlemen, es que Pedro Sánchez se haya puesto a deshojar la margarita de la moción de censura tras el fallo de La Gurtel

Los mismos nacionalistas y populistas que reniegan de los tribunales cuando juzgan a independentistas sublevados, raperos extralimitados o matones de errikotabernas, subliman ahora una sentencia, homologan a un tribunal del sospechoso sistema judicial español que convirtió, injustamente, claro, a Puigdemont en exPresident de Cataluña, con el exclusivo fin de que Rajoy se convierta, con toda justicia, naturalmente, en exPresidente del Gobierno de España ¡Es conmovedor contemplar la conversión de Pablo en su camino a Damasco, las tentaciones de Pedro en su largo y tortuoso camino a La Moncloa y la vuelta al buen redil de la Justicia por parte de los insumisos independentismos periféricos! Todo está dispuesto, en el Congreso de los Diputados, por si hay que rodar un capítulo inédito de Amar en Tiempo Revueltos. @mundiario

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