¿Hay solución a la tragedia de los inmigrantes ilegales y refugiados políticos?

Un grupo de inmigrantes que naufragaron en Italia.
Un grupo de inmigrantes que naufragaron en Italia.

Todos los días miles de personas cruzan fronteras para alcanzar el sueño europeo mientras otras muchas se quedan en el camino pagando con la vida su odisea.

¿Hay solución a la tragedia de los inmigrantes ilegales y refugiados políticos?

Todos los días miles de personas cruzan fronteras para alcanzar el sueño europeo mientras otras muchas se quedan en el camino pagando con la vida su odisea.

 

Lo han visto en internet, en la televisión, en el cine, o se lo han contado familiares y amigos que han logrado sobrevivir al viaje y les ocultan que lo soñado es cierto pero no lo disfrutan todos, que hay pobres y ricos y que a ellos les a tocado vender La Farola a la puerta de un supermercado, periódico que nadie quiere leer pero que provoca una limosna por caridad. Muchos piensan que no vale la pena, que les han engañado pero no lo van a contar. Salieron para triunfar y han prometido mantener a su familia o crear una nueva vida en la tierra soñada. 

Los que traen hijos triunfan nada más llegar porque les han conseguido medicina y educación gratuita. ¿Quién osaría en su aldea decir que eso no es el paraíso? También pueden comer, ya no pasarán hambruna porque hay organizaciones humanitarias que les dan al menos una comida al día ¿se puede pedir más? Gente de buen corazón y los gobiernos que las albergan envían navíos que a 20 millas de la costa ya los recogen, les dan mantas, les curan y los trasladan a tierra donde les proporcionan un techo durante un tiempo. La legislación humanitaria europea les ampara.

Desgraciadamente esta fórmula carece de futuro. En Occidente cada vez se necesita menos mano de obra y los que llegan sin contrato, sin oficio, sin certificados de salud o de penales, y hasta sin conocer el idioma, encontrarán las dificultadas una detrás de otra y muy pocos las superarán. Su única opción es trabajar en B, sin seguro y sin contrato, unas veces por compasión del empleador y otras muchas por abuso. Gran parte de estos inmigrantes tratarán de llegar a Inglaterra porque han realizado un esfuerzo por aprender un idioma que siempre suele ser el inglés, pero la mayoría se quedarán atascados en los puntos más cercanos a su punto de partida, Italia, España y Grecia, países que se ven obligados en función de unas leyes que no han tenido en cuenta por donde vienen los emigrantes, a realizar un gasto que les desborda, especialmente en el caso de Grecia por su situación económica, y en el caso de Italia por las cifras que provoca la cercanía de Lampedusa. 

La solución actual no es buena porque una ley justa debe valer para todos y a nadie se le ocurre trasladar África y parte de Asia a Europa, y si lo permitimos parcialmente como ahora, será aún más injusto porque no se premia al que más lo merece o necesita sino al que es más hábil para saltar una valla, mas capacitado para nadar, o tiene dinero para pagar al traficante de personas.

Probablemente la solución esté en lo que no queremos admitir, que hay que ayudar a los países pobres a desarrollarse, que hay que ayudarles a librarse de los dictadores sin escrúpulos, que hay que acudir en ayuda de los afectados por guerras injustas o por terrorismo, que debemos tratarles como seres humanos ¿y por qué no queremos admitirlo? Porque se convertirían en competencia, porque nuestro nivel de vida bajaría un poco durante un tiempo, hasta que puedan entrar en la sociedad de consumo, y porque tendríamos que dejar de explotarlos en algunos casos.

Algún día tendremos que asumir que si hemos construido un mundo global para el capital, habrá que construirlo también para las personas.

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