Si los socialistas no eligen bien seguirán instalados en la mediocridad y la melancolía

Felipe González, Pedro Sánchez, Patxi López y Susana Díaz. / Mundiario
Felipe González, Pedro Sánchez, Patxi López y Susana Díaz. / Mundiario

Al PSOE no se le pierde nada compitiendo con Podemos –la gente siempre elegirá el original y no la copia–, pero sí podrá pactar con Podemos cuando la distancia entre ambos no sea la que es, como hizo el PSOE con el PCE y después con IU. La historia, a veces, enseña el camino.

Si los socialistas no eligen bien seguirán instalados en la mediocridad y la melancolía

Podemos es una fuerza de izquierdas, construida sobre la base del 15-M, que tiene muchos votos –más de 5 millones–, entre otras cosas porque en España hay muchos parados, mucha desigualdad y mucha precariedad laboral. Si algún día España consigue tener una tasa de paro como cualquier otro país de la eurozona, avanza en igualdad y los salarios vuelven a ser, proporcionalmente, como hace 10 ó 20 años, o bien Podemos dejará de ser tan de izquierdas –para ir acompañando a quienes se vayan acomodando– o bien renunciará a tener tantos votos. Pero en la España actual, a nadie le puede extrañar que Podemos sea la tercera fuerza política e incluso la segunda, según algunas encuestas.

Podemos es una fuerza de gobierno en ciudades importantes del país pero, al radicalizarse, tiene muy difícil formar gobierno en España. Y si entrase en algún gobierno –se supone que con el PSOE– no podría ser radical, con lo cual no sería Podemos.

En España siempre existieron partidos de izquierdas como Podemos e incluso mucho más radicales; la novedad no está tanto en eso como en su nivel de votos, que es muy alto

En España siempre existieron partidos de izquierdas así e incluso mucho más radicales; la novedad no está tanto en eso como en su nivel de votos, que es muy alto. Simplificando las cosas, viene a ser una Izquierda Unida agigantada, en un momento en el que el PSOE está desnortado y bajo mínimos.

Visto con perspectiva, la cuestión no es tanto qué pasa con Podemos –es evidente, un partido en el que solo manda Pablo Iglesias–, como qué sucederá con el PSOE. ¿Y qué puede pasar? De entrada, lo que quieran los militantes (que no necesariamente tiene que ser lo mismo que desean los votantes). Y, de salida, lo que decidan los votantes de centro y la izquierda moderada, es decir, una gran parte de la centralidad política española.

Para ello será preciso que los aspirantes a la secretaría general del PSOE –se supone que también a la presidencia del Gobierno– sean unos buenos candidatos, tanto para dentro como para fuera del Partido Socialista. Si lo son o no depende de los socialistas, no de los votantes. Y, en función de quien salga, sabremos cuál será su modelo ideológico –más a la izquierda o más hacia el centro– y estratégico, sobre todo con vistas a encontrar aliados, ya que el PSOE difícilmente se puede plantear hoy por hoy una mayoría absoluta o algo parecido.

El PSOE puede optar por muscularse durante los próximos 8 años y luchar por el poder a medio plazo –en política sería largo plazo– o resituarse para pactar un gobierno de coalición con Ciudadanos –mucho tendrán que subir ambos para sumar juntos– o con Podemos y/o los nacionalistas periféricos. Las otras opciones parecen inviables, salvo que el PSOE quiera suicidarse yendo a una gran coalición con el PP, en la línea que parece del gusto de la actual gestora que montó Susana Díaz con algunos barones.

Es muy importante, pues, quién sea el candidato, porque de ese modo sabremos qué programa y qué estrategia intentará aplicar. Podría ser al revés, pero no lo es. El PSOE actual –del mismo modo que le pasa al PS francés– no tiene corpus suficiente para marcar el perfil de su líder, de ahí tantas divergencias.

¿Es posible un nuevo Felipe González? Sobre el papel, sí. En la práctica, no lo parece. González emergió al cabo de muchos años de preparación, con un gran equipo a su alrededor y con una derecha tambaleante enfrente

¿Es posible entonces un nuevo Felipe González? Sobre el papel, sí. En la práctica, no lo parece. González emergió al cabo de muchos años de preparación, con un gran equipo a su alrededor y con una derecha tambaleante enfrente, acomplejada y dividida. En el PSOE de ahora todos sus líderes quieren resolver el problema de un día para otro, ninguno de los tres candidatos conocidos –se supone que Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López– tiene el perfil de Felipe González ni un equipo de primera, y, por si fuese poco, la derecha de hoy en España no es la UCD ni es AP. Es otra cosa. Tiene el punto débil de la corrupción pero a la vez atesora una amplia base social, mucha organización y unidad política, a pesar de aglutinar en su seno familias que van desde los moderados de centro hasta la extrema derecha, pasando por los liberales, democristianos y conservadores.

El PSOE tendrá que elegir bien y tomárselo con calma. Lo ideal es que una persona joven y preparada, con carisma, sea la que encabece el partido. Una persona que, además, sepa hacer equipo para tener a su lado a los nuevos Solana, Maravall, Serra, Barón, Boyer, Raventós, Maragall, etcétera. Y con esos mimbres y un buen programa para las clases medias tal vez consiga volver a ganar y a gobernar.

Cuando afloró como líder, González era un abogado laboralista, de carácter agradable, sin grandes pretensiones intelectuales, que tenía a su lado a un número dos diferente –Guerra–, más intelectual y capaz de poner a la gente en su sitio 

Al PSOE no se le pierde nada compitiendo con Podemos –la gente siempre elegirá el original y no la copia–, pero sí podrá pactar con Podemos cuando la distancia entre ambos no sea la que es, como hizo el PSOE con el PCE y después con IU. Tampoco se le pierde nada en manos de políticos gastados o de bajo nivel. Cuando afloró como líder, Felipe González era un abogado laboralista, de carácter agradable, sin grandes pretensiones intelectuales, que tenía a su lado a un número dos diferente –Alfonso Guerra–, más intelectual y capaz de poner a la gente en su sitio.

¿Nombres? Nadie desde fuera del PSOE puede indicar esos nombres, pero los socialistas seguro que saben quiénes podrían ser. Y si lo no saben o, sabiéndolo, no convencen a los mejores, seguirán instalados en la mediocridad y la melancolía. Para la democracia sería importante que acertasen. @J_L_Gomez

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