El sinsentido de ciertas políticas y de la Ley de Memoria Histórica

Manifestación con pancarta que dice: "Políticos haced vuestro jodido trabajo para que yo pueda volver al mío". /  Pauline Loroy. / Unsplash
Manifestación con pancarta que dice: "Políticos haced vuestro jodido trabajo para que yo pueda volver al mío". / Pauline Loroy. / Unsplash
Lo que tienen que hacer los políticos es ponerse de acuerdo por formar Gobierno y preocuparse de la Economía, la Sanidad y la Educación que, por cierto, va de mal en peor.
El sinsentido de ciertas políticas y de la Ley de Memoria Histórica

La memoria - lo explico en mi último libro - es ahistórica. Está demostrado que el recuerdo de un acontecimiento histórico no subsiste ni un siglo en la memoria popular; funciona por arquetipos. Por eso, por ejemplo, las sagradas escrituras no pueden interpretarse desde el integrismo sino que han de ser entendidas de manera alegórica y mítica. Por ejemplo, de los cientos de miles de páginas que se han escrito sobre Jesús, los historiadores están bastante de acuerdo en que hay unas dos páginas y media en total que demuestran de manera objetiva su existencia como persona real y no solo como arquetipo mítico de lo que Joseph Campbell denominó "el héroe de las mil caras". O sea, que ya de por sí el propio título de la Ley es, sin pretenderlo, algo así como un oxímoron.

Empecé a investigar y escribir artículos porque no me gustan las mentiras y porque creo que el objetivo del periodismo es contar la verdad. Si bien en 'The Lacuna' Bárbara Kingsolver ya nos advertía que los periodistas, en la actualidad, no son más que meros altavoces de los intereses políticos de quienes están detrás de ellos - y de los intereses económicos de las empresas que financian los periódicos - yo carezco de presiones en este medio y por ello - sin ningún tipo de coacciones - trataré de contar siempre lo que tengo por cierto. Mi objetivo no es llevar a cabo un columnismo o articulismo sensacionalista sino elevar el nivel del debate, ofrecer una mirada más profunda y llevar a cabo un análisis alejado de las trivialidades del morbo de los tertulianos, el victimismo y la politización de las ideas. Agradezco no obstante a las empresas anunciantes su apoyo económico, puesto que de otra forma no podría existir la prensa digital.

Resulta orweliano que haya leyes que quieran establecer por motivos políticos o ideológicos qué fue lo que pasó o qué es lo que debemos interpretar, lo que es, en definitiva, legislar imponiendo un relato único desde un punto de vista políticamente sesgado. No es de extrañar que el catedrático estadounidense Stanley G. Payne, miembro de la American Academy of Arts and Sciences, además de uno de los hispanistas más respetados del mundo, sea una de las tantas autoridades y eminencias (en un manifiesto que ya han firmado más de doscientas) que consideran un deber moral de los españoles abolir esta Ley. Este año publica Espasa su nuevo libro “La revolución española (1936-1939)”. 

Y mientras tanto seguimos viendo como el Gobierno en funciones y los partidos actuales carecen de un programa que vaya más allá del victimismo, la xenofobia, la calentología predicada desde el Falcon, el revisionismo histórico y los cuatro mantras financiados por los intereses supranacionales para tener a un vulgo distraído con unas discusiones que recuerdan a las bizantinas de los monjes sobre el sexo de los ángeles. Lo que tienen que hacer los políticos es ponerse de acuerdo por formar Gobierno y preocuparse de la Economía, la Sanidad y la Educación que, por cierto, va de mal en peor. De no ser así, al final tendremos que ir a clavarles, como hizo Martin Lutero, nuestras 95 tesis de reforma en la puertas de los Ministerios. @mundiario

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