De los Simpson de Rajoy a los Flinstones de Sánchez

Los Flintstones. / TVOvermind
Marchando una de Los Flintstones. / TVOvermind

Salvo algún Alien de la Twenty Century Vox y ese elenco de actores “indepes” en los que va cundiendo el  desánimo, el panorama político español me ha devuelto a mi infancia: me lo paso dabuten con ese intranscendente festival de dibujos animados encadenados que nos ofrece el Congreso, el Gobierno en funciones y demás partidos y partidarios de Disney.

De los Simpson de Rajoy a los Flinstones de Sánchez

Hombre, por lo menos que lo echen a suertes, una moneda al aire, la carta más alta, el piedra papel o tijera, yo qué sé... Pero que Pablo e Irene, tanto monta, monta tanto, no se sienten juntos en el próximo Consejo de Ministros hasta que otras unas urnas puedan separarlos.  Que no conviertan en bienes gananciales el irresistible influjo que producen sus 35 escaños en ese inquilino de La Moncloa que, por lo visto, por lo oído, por lo leído, ignora cómo suelen acabar los pactos modo Fausto. Que decidan cuál de los dos, el señor de Montero o la señora de Iglesias, está más capacitado para ser ministra o ministro con cartera, coche oficial, despacho con moqueta y firma en el BOE.

Lo digo, más que nada, porque en Europa, que yo sepa, no hay precedentes. Por lo menos de parejas que hayan compartido secretos de Consejo de Ministros con secretos de alcoba. Mismamente, cuando François Hollande, con lo que era este señor para esas cosas, cohabitó en el poder con Ségolène Royal, asunto que despertó su morbo en el papel couché al norte de los Pirineos, la señora ministra de ecología de La Republique Francaise ya era ex de Monsieur le Président.  Pero, casos de parejas en vigor compartiendo poder ejecutivo, ya digo, como mínimo resultan extravagantes y, si me apuran,  incluso paradójicos si se trata de dos personas que, casualmente, se declaran laicas y republicanas. Porque, vamos a ver, ya se sabe que los anticuados Isabel y Fernando, en la vieja España, mandaban un huevo al alimón. Pero, ¡coño!, por un lado eran reyes y por otro católicos, dos cosas muy mal vistas en la nueva España. Y no como estos dos jóvenes y prometedores políticos, ¡míralos!, que no son ni una cosa ni la otra, ni por una parte yo qué sé y por otra qué quieres que te diga.

Aquí, de lo que si hay precedentes es de parejas compartiendo poder subliminal, a ver si me entiendes. O sea, que había gente en Cataluña, por ejemplo, que primero iban al Palau de la Generalitat a sugerirle a Pujol una proposición, y luego se acercaban a la floristería de Marta Ferrusola a asegurarse una disposición. O bueno, in illo témpore, en Madrid, el personal llegó a descubrir que, la mejor manera de obtener los favores de Aznar, je, era enviarle talmente un mensaje en una Botella.

¿Os imagináis el clamor que habría producido en la España mediática y twitera un gobierno de Suárez con Fernando Abril y señora, o de Felipe con Alfonso Guerra y pareja, o de Aznar con el matrimonio Álvarez-Cascos en sendos coches oficiales, o de ZP deliberando en compañía del matrimonio Pérez Rubalcaba, o de Rajoy afrontando la crisis junto a Soraya y su cónyuge? Pues eso... ¡Qué lástima de guión para otra Escopeta Nacional se ha desaprovechado con la irreparable pérdida de Berlanga, oye!

Y luego, otra cosa. Que el silencio de los locuaces inscritos de Unidas Podemos ante esta antología del nepotismo, se me antoja, estos días de pre-investidura, talmente un remake de "El silencio de los corderos" O, bueno, del silencio de los lobos con pieles de cordero. ¿Qué más da? El caso es que nos quieren dar gato por liebre; rancio gobierno peronista (Juan Domingo y Evita) por refrescante gobierno progresista.

La verdad es que, tras siete años de gobierno de los Simpson de Rajoy, no nos merecíamos este anunciado estreno de un gobierno de los Flinstones de Sánchez (Pedro Picapiedra, Vilma Gómez, Pablo Mármol y Betty Montero). Madrid ha dejado de ser Springfield, pero corre el serio peligro de convertirse en Piedradura. @mundiario

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